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martes, 16 de noviembre de 2010

Capitulo 8

Nos sentamos en el sofá.
-Veréis, he decidido haceros caso. No estoy muy convencida, la verdad, ya que todo lo que habéis dicho es muy difícil de creer, pero voy a hacer un esfuerzo.
-Cariño. Muchas gracias, estamos muy orgullosos.- dijo mi padre muy entusiasmado.
-Siento la forma con la que os traté en el hospital, enserio.- me volví a disculpar.
-Tranquila Annie, eso ya a pasado. Además, yo también me pondría como tú.- me dijo mi abuela.
-Sabemos lo difícil que ha sido para ti despedirte de tus amigas.-dijo mi padre.
-Ya…-dije un poco triste.- por cierto papá, ¿como sabes tú sobre aquel chico que vi en el parque?
-pues verás, tu madre nos lo contó. Ella te vio a través de un conjuro que hizo.
-ahh… vale.-respondí tímidamente. Decidí no darle más importancia a ese tema, a si que, lo deje de lado. -bueno, entonces… ¿Qué tengo que hacer ahora?
-visitar a tú madre.- respondió mi abuela.
-pero, ¿Cómo? No sé como se va allí, y ni siquiera sé donde está el portal.
-tranquila. Ahora vengo- dijo mi abuela mientras se levantaba y se dirigía hacia su cuarto.
Volvió al de dos minutos y con ella traía un papel doblado.
-toma Annie, esto es un mapa de Nueva York. Te indica en que zona se abre un portal.
-de acuerdo.-respondí cogiendo el mapa.- y una vez de estar en Mandilia, ¿Cómo llego a donde se encuentra mamá?
-no te preocupes.-respondió mi padre.-cuando atravieses el portal, silba con todas tus fuerzas.
-¿silbar? ¿Para que? - respondí extrañada.
-veras, cuando se marchó tu madre, compró un caballo, al que lo llamó Athos. Lo domó y lo enseñó. Decidió que cuando cumplieras tus 15 años y cuando supieras toda la verdad, te lo regalaría. Ahora te pertenece. Siempre que silbes, acudirá a ti. El te llevará a donde desees. Solo tienes que decírselo.
-¿de verdad que tengo un caballo?- respondí ilusionada. – ¡yo siempre quise tener uno!
-pues ya lo tienes.- me respondió él, sonriendo.
-genial.
-Annie. Otra cosa.- dijo mi abuela.- te quedarás allí a vivir. Con tu madre.
-¿Qué? Pero, no puedo. ¿Y vosotros? ¿Por qué no venís?
-veras Annie, nosotros somos personas normales, no tenemos poder alguno. No podemos entrar en Mandilia.
-pero… yo no quiero separarme de vosotros.
-tranquila, podrás venir a visitarnos siempre que quieras. Solo tienes que cruzar el portal.
-de acuerdo.-respondí un poco triste. Me apenaba la idea de abandonarlos.
-pero ¿mis cosas?
-ya nos hemos ocupado de eso. Toda tu ropa está ya en la habitación de la casa de tu madre.
-a vale. Y, no iré a la escuela ¿no?
-claro que vas a ir. Pero no aquí. Iras a la escuela de Wasserfall.
-¿Wasserfall?
-si. Es una ciudad que se encuentra a dos kilómetros de kingdalia, pueblo donde vive tu madre.- Respondió mi abuela.
-en la escuela aprenderás a usar parte de tus poderes, ya que la otra parte, la obtendrás de otra forma. Eso te lo explicará tu madre.
-y… ¿habrá mas gente como yo allí?
-no… como tú no. Ya te dijimos que solo hay un hada guardiana cada milenio. Pero sí habrá gente especial. Sirenas, vampiros, magos etc.
-a de acuerdo. –dije. Genial. Yo iba a ser la única diferente allí. Habrá grupos de sirenas, de vampiros… y yo iba a estar completamente sola. Ojala alguien me acepte en su grupo… pensé tristemente.
-cariño…-dijo mi padre.- ten mucho cuidado. No sabemos quien puede estar buscándote para atraparte. Lord William ha podido enviar a más secuaces suyos. Por favor, ten mucho cuidado.
-de…de acuerdo.- dije un poco asustada.
-pues ya está. Ya lo sabes todo. Es momento de que te pongas en marcha.
-vale. – les di un abrazó y un beso a cada uno, cogí el mapa y mi móvil, y me marché.
Salí del portal y me senté en unas escaleras que había cerca. Contemplé el mapa y al de 5 minutos una luz azul comenzó a brillar. “debe ser un portal” pensé. Se encontraba en Brooklyn, a 7 minutos andando de donde me encontraba.
Empecé a caminar, y efectivamente, allí estaba el parque.
Entré y miré a los alrededores, con la esperanza de ver al chico, pero no fue así, el no estaba.
El parque se encontraba completamente vacío.
Hice caso a lo que me dijo mi padre y silbé con todas mis fuerzas. A lo lejos escuche el galope de un caballo.
Lo vi aproximándose hacia mí. Un caballo esbelto, negro y de crines largas. Precioso. Nunca había visto un caballo como aquel. Su pelo negro relucía bajo los rallos de sol.
Se detuvo delante de mí, relinchando.
-hola Athos. -le dije mientras lo acariciaba.

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