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lunes, 24 de enero de 2011

Capítulo 28, Secreto.

Tras asegurarme bien de que estaba muerta –ya que no tenia ni pizca de ganas de que se levantara y viniera a por mi- eché a correr hacía el lago. Estaba muy preocupada por Layla, y me temía lo peor.
Me introduje hasta la cintura en las frías aguas.
-¡Layla!- Grité poniendo mis manos a modo de altavoz.- ¡¿Layla donde estas?!
Nada, ni rastro de ella. Cada vez me empezaba a preocupar más. ¿Y si le había sucedido algo? No me lo podría perdonar. Tendría remordimiento de conciencia durante toda mi vida, ya que lo que le había sucedido, había sido por mi culpa. Si yo no le hubiera dejado quedarse…
Un chapoteo interrumpió de golpe mis pensamientos.
En el centro del lago, el agua se estaba moviendo. Me eché un poco hacia atrás, por si acaso. Quien sabe cuantos bichos como la hidra había por allí.
Los movimientos crecieron cada vez más, y finalmente llegaron hacia donde yo me encontraba.
Algo rozó mis piernas, y del susto caí hacia atrás, hundiéndome en el agua completamente.
Salí chorreando a la superficie, asustada por lo que podía encontrarme, y en cuanto la vi, me quede helada.
Allí estaba Layla, mirándome sonriente, como siempre. Pensaría que todo estaba perfectamente, si no fuera por dos mínimos e insignificantes detalles: La brecha en el centro de su frente, que debió hacérsela al caer en el agua, y, la cola de pez que sustituía sus piernas.
Me quedé inmóvil, mirándola. Había entrado en estado de shock y me costó aproximadamente 10 segundos reaccionar.
-Pe…pe…pero…-Tartamudeé, incrédula. Me había mentido. Me había mentido, y encima con un tema bastante delicado. No lo podía creer…
-Annie yo…
-Tú… Tenías miedo al agua…
-No exactamente.
-No si ya. Me doy cuenta. ¿Por qué me mentiste?
-Bueno yo… Lo siento. Creí que no era el momento adecuado.
-¿A no? ¿Y cuando lo seria? ¿Cuándo a las ranas les creciera pelo, o cuando los cerdos volaran? Creí que confiabas en mí…- Respondí. Estaba bastante molesta.
-¡Si que confío en ti!
-Pues no lo has demostrado…
-Annie escúchame. Nunca me lo has llegado a preguntar realmente…- Dijo. Tenía razón. Pero que pretendía, que le dijera “Oye Layla, Jack es un vampiro, yo un hada guardiana, ¿y tu?  ¿Que ser fantástico, por así decirlo, eres tu?”
Pues no. No era una pregunta muy lógica, que digamos.- De todos modos, iba a contártelo, de verdad. Esa era mi intención aquella vez en el colegio…
No respondí. Continuó hablando.
-Comenzaste a decir que mi vida era normal y todas esas cosas. ¡En ese momento yo iba a contártelo, pero jack nos interrumpió! –Tenía razón. Pero aquello no justificaba nada. ¿Por qué no me lo contó oí, en vez de decirme aquella entupida mentira sobre el agua?
-¿Y lo del agua? ¿A que venia ese cuento chino?
-Bueno es que… No estaba animada a contártelo. Annie, entiéndeme, ¡tenía miedo!
-¿Miedo?- pregunté confusa.
-Si… Tú estabas convencida de que yo era normal. Bueno, normal del todo no. Aquí nadie es normal, pero sabia que no me considerabas como un bicho raro. Estabas mas convencida con que yo era mas humana de lo que soy…- Si. Estaba en lo cierto.- Temía que al ver lo que yo era, me rechazaras. Se que es estúpido, pero tenía miedo. Nunca he tenido una amiga como tú Annie, y me da miedo perderte.
-Layla…-exclamé. Era bastante bonito lo que acababa de decirme. Pensar que no me lo contó por temor a perderme… Definitivamente, Layla es una amiga de verdad.- ¿Cómo has podido pensar tal tontería? Somos amigas. Además, ya estoy acostumbrada a las cosas raras, más o menos. ¿Cómo pudiste pensar que saber lo de tu cola de pez podría afectar a nuestra amistad? Sigues siendo la misma buena persona, solo que medio pez.-Reí- De todos modos, me alegro de que te preocupe perder mi amistad. Aún así, prometo que nunca se va a romper. Al menos por mi parte.- La abracé.
-Por la mía tampoco. Entonces… ¿Me perdonas?
-Es imposible enfadarse con alguien como tu.
Sonreímos, y me hizo un gesto con su cabeza para que la ayudara a salir del agua. La agarré de los hombros, y la impulsé hacia mí con fuerza.
-¡Como pesas!
-Si lo sé. La cola me hace engordar 5 kilos.
Finalmente, conseguí que saliera. Se sentó en la hierba como pudo, aún con cola de pez, y dijo:
-¿Dónde está la hidra?
-Donde debe estar.
-¿Has acabado con ella?
-Si, y menos mal. Estaba resultando ser un tanto pesada.
Layla asintió con la cabeza, sonriendo. Tras varios segundos en silencio volvió a hablar.
-¡Annie! Casi lo olvido. Ten- exclamó ofreciéndome una pequeña cajita que se hallaba en la palma de su mano.
-¡La… la perla! Pe… pero… Como…
-La encontré en el fondo del lago. Tómala.
-Gracias- dije mientras la abría y sacaba la perla azul cielo de su interior. Seguidamente, comenzó a brillar intensamente, y en cuanto la acerqué a mi cuello, se desprendió de mis dedos y se introdujo en el colgante, como si hubiera sido atraída por un imán.
-Guau- exclamó Layla- ¿Qué se siente sabiendo que tienes un nuevo poder a tu disposición?
-Pues…-La miré- No sé. Es una sensación rara. Me siento más fuerte… Aún así, no sé como utilizarlo…
-Ya aprenderás. Decías lo mismo sobre el poder del aire y de la tierra, y mira, lo has utilizado como si los tuvieras de toda la vida.
-Si, tienes razón…
-De todos modos, yo podría ayudarte en algunas cosas. Soy una sirena ¿Recuerdas? Puedo controlar el agua a mi gusto.
-Como lo iba a olvidar…
-Mira.- Dijo mientras se giraba suavemente hacia el lago y levantaba una de sus manos. Comenzó a mover la muñeca de un lado a otro, y los dedos yacían curvados, como si estuviera sosteniendo una pelota. De un momento a otro, una pequeña gota salio del agua, y se fue alzando mas y mas, hasta quedarse flotando frente a nosotras.- ¿Ves? Puedo hacer cualquier forma con el agua.
Me quedé asombrada, mirando la diminuta gota de agua que flotaba a nuestra altura. Tras varios segundos, Layla aflojó la mano, y la gota cayo en seco hacia la húmeda hierba, desapareciendo en ella con un silencioso sonido.
-Es asombroso- exclamé maravillada.
-Si, lo sé. Bueno, ya va siendo hora de que volvamos a casa…- dijo.
En cuanto escuché la palabra casa, una enorme angustia recorrió todo mi cuerpo. Me había olvidado de algo realmente importante: Athos.
Me puse nerviosa, y me dio la sensación de que iba a marearme en cualquier momento. Me levanté de golpe, dispuesta a ir a ver como estaba.
-Annie, ¿Sucede algo?- Preguntó Layla, confusa por mi comportamiento.
-Athos! Layla… Athos está herido.
-¿Qué? ¿Cómo?
-La asquerosa hidra lo atacó cuando él vino a ayudarme. Está en la llanura- exclamé señalándola.- Tenemos que ir  a ver como está. Layla, si está  muerto…yo…-Sollocé. No pude terminar la frase ya que las ganas de llorar se habían apoderado de mí.
-Annie, tranquila. Estará bien, ya lo veras. Venga, ve a verle.
-¿Y tu? ¿No vienes?
Señaló su cola, que aún seguía allí.
-No puedo moverme con esto. Ve tú. Yo iré cuando me vuelvan a aparecer las piernas. La verdad, es que ha veces es un incordio…- Suspiró. Sonreí y eché a correr hacia la explanada. Mi corazón golpeaba fuertemente en mi pecho, y daba la sensación que de un momento al otro iba a salir disparado y chocar contra un árbol.
Me estremecí.
Tras correr varios metros, lo vi. Una mancha negra que resaltaba en la brillante hierba verde. A medida que me acercaba, iba cogiendo mas forma hasta optar la de un caballo.
Me arrodille frente a él, y lo acaricié. Al principio me asuste ya que no daba señales de vida, pero finalmente descubrí que si que respiraba. Lentamente, pero lo hacia.
Una sensación de alivio me invadió por completo.
Había algo extraño en el. No sabría decir el que, pero algo estaba diferente. Tras observarlo varios segundos, me di cuenta que la sudadera no estaba colocada como yo la había dejado. Pero decidí no darle importancia. Tal vez hubiera sido el viento…
La aparté para ver como se encontraba la herida, y acto seguido, la volví a colocar en su sitio.
Me daban bastante nauseas las heridas profundas y con mucha sangre, y esa, era una de ellas. Aunque por lo menos, la sudadera había hecho lo que debía: Absorber la mayor parte de la sangre y hacer que parara la hemorragia.
-Tranquilo Athos, te pondrás bien- Le acaricié de nuevo. Al oír estas palabras, levantó la cabeza y me miró, con unos ojos llenos de tristeza y dolor. Después, la bajó, y no volvió a moverse.-Te pondrás bien- Repetí, convenciéndome mas a mi que a el.
Tras varios minutos, apareció Layla. Caminando.
Se acercó y se sentó a mi lado.
-¿Qué tal está?
-Mal… La herida es bastante profunda, y ha soltado mucha sangre. Espero que se ponga bien.
-Si, lo hará. Ya lo veras.-Me tranquilizó.- Ahora lo mas importante, ¿Cómo vamos a volver?
Tenía razón. Athos nos había traído aquí, y ahora el no podía llevarnos. ¿Qué íbamos ha hacer?
Me detuve a pensar durante varios segundos, y opté por la solución más simple: llamar a mamá.
-Layla, ¿Tienes móvil?
-Si… ¿Por?- preguntó, y sin dejarme responder añadió-¡Claro, para llamar a tu madre!
-Exacto-exclamé. Acto seguido, metió la mano en el bolsillo de su pantalón gris clarito, y saco un móvil azul, de pantalla táctil. Me lo tendió, para que llamara yo, y en cuanto lo tuve en mis manos, marqué el número de mamá.
Tras varios pis, descolgó.
-Mamá. Tenemos un grave problema.
-[…]
-No mamá, no es por mí, yo estoy bien.
-[…]
-¡Mamá! Tranquila, déjame hablar. Haber, estamos en el lago Brindet…
-[…]
-Si ese.
-[…]
-Si, tenemos la perla. Pero mamá, eso ya te lo contaré en otro momento. Ahora ven por favor, Athos está herido, y no se cuanto tiempo mas podrá aguantar.
-[…]
-Vale, te esperamos. Adiós, hasta ahora.
Colgué el teléfono, y se lo di a Layla.
-Dice que dentro de 5 minutos estará aquí. No nos queda mas remedió que esperar.
Comencé a acariciar a Athos, rezando para que fuera lo mas fuerte que  pudiera.

lunes, 10 de enero de 2011

capitulo 27

En dos minutos, el monstruo ya se encontraba frente a nosotras. Teníamos bastante miedo, pero aún así, no podíamos abandonar.
-Vamos Layla, tu por un lado y yo por el otro. Toma, coge este palo.-dije lanzándoselo.
-¿Tu crees que esto va a servir para algo?
-Mejor que nada ya es… Utilízalo para entretenerle mientras yo averiguo la forma de manejar mis poderes.
-Claro… y para mi el trabajo duro…-Se quejó.
-Anda, deja de quejarte, y pongámonos manos a la obra.
-De acuerdo…
Eché a correr hacía una esquina, y observé como Layla le gritaba a la hidra con todas sus fuerzas para que fuera hacia donde estaba ella.
Comencé a pensar en la forma de utilizar el colgante.  Descarté la idea de utilizar la perla del aire, no lo veía lo más apropiado. Solo me quedaba la de la tierra, y estaba de suerte, ya que estaba rodeada de ella.
Al ver que Layla no se las apañaba demasiado bien, intenté ayudarla.
-¡HE TRES CABEZAS! ¡Ven a por mí! -Grité. Acto seguido, me arrepentí.
En ese mismo momento, el monstruo se giró, y clavó su espeluznante mirada en la mía. Un enorme escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y éste aumento en cuanto vi que echaba a correr hacia mí.
Sin pensarlo dos veces, caminé dirección opuesta, asustada y sin saber que hacer.
-¡Annie cuidado!- Gritó Layla. Me giré, y allí lo tenía, frente a mis narices.
-¡No respires! ¡El aire que expulsa es venenoso!- Menos mal que me avisó, ya que lo había olvidado completamente. En ese mismo instante, rugió. Fue un rugido espantoso, horrible. Por suerte, me coloqué el cuello de la camiseta en la nariz, y de esa forma, el aire que expulsó no me afecto lo mas mínimo.
Eché a correr, dirección a Layla. Por desgracia la hidra era mucho más rápida que yo, y ya se encontraba a mi altura.
-Toma Annie, coge esto, aunque no te sirva de mucho, podrás protegerte- dijo mientras me lanzaba otro palo.
-Gracias- le respondí tras cogerlo.
Me di la vuelta, y allí la tenia, con las cabezas agachadas, y mirándome con cada uno de sus ojos.
Sin pensármelo dos veces, le asesté un palazo en uno de sus ojos, y acto seguido, la criatura gritó, dando un traspié.
Aquel acto me dio el tiempo necesario para echar a correr de nuevo. Si, ya sé que solo hacia correr de un lado para otro, pero era lo único que podía hacer hasta encontrar la forma adecuada de acabar con aquel horrible monstruo.
Me alejé unos metros del lago, al igual que de Layla. Estaba en el lugar adecuado. Si, eso parecía. A mí alrededor lo único que había era hierba, hierba verde, brillante y húmeda. Me encontraba en la llanura que se encontraba antes del lago, en la que se encontraba Athos atado a un árbol.
-¡Layla, quédate ahí! ¡Creo que sé como acabar con ella!
-¿Estas segura?- Se escuchó su fina voz a lo lejos.
-Si- Grité fuerte para que me escuchara.
-De acuerdo. Si necesitas ayuda… ¡grita!- Finalizó. Estaba preparada. Si, estaba lista para acabar con la hidra.
En un segundo, volvía ha encontrarse frente a mi, pero esta vez no rugió, sino que se dispuso a mirarme. Mirarme con sus horribles ojos llenos de odio. El haberle dejado tuerta, solo había empeorado las cosas. Ahora estaba cabreada, muy cabreada.
Alcé nuevamente el palo, y en cuanto una de sus cabezas se disponía a pegarme un bocado, golpeé otro de sus ojos, dejándole ciega por una cabeza. Perfecto, ya solo quedaban cuatro ojos mas para que se quedara ciega completamente.
-¡Qué bicho asqueroso, a que jode!- le escupí. Pareció entenderlo, ya que me respondió con uno de sus terroríficos rugidos.
-Dios, deja de hacer eso, no puedo dejar de respirar cada vez que lo hagas.- murmuré.
Y de nuevo volvió a rugir, pero esta vez, el rugido venia acompañado de un cabezazo. Lo hizo con tanta rabia y con tanta fuerza, que salí disparada y choqué contra un árbol. Tosí, y de mi boca salió una pequeña gota de sangre. El golpe que había recibido en la barriga, había sido bastante violento. Intenté ponerme en pié, con una mano posada en la tripa. Caí de nuevo. No tenía suficientes fuerzas, necesitaba descansar.
Eché un vistazo al monstruo, y vi que se alejaba. Aquello me hubiera alegrado de no ser porque se dirigía hacia Layla. No podía permitir que aquella criatura le hiciera algo.
Me olvidé de la brecha de mi frente y de los dolores a causa del impacto contra el árbol y me levanté, con el mayor esfuerzo de mi vida, y comencé a andar lentamente hacia ella.
-Layla- murmuré- Layla cuidado.-No me podía oír, estaba hablando demasiado bajo. Intenté alzar la voz, pero fue en vano. Me encontraba bastante débil aún.
Mientras me iba acercando, pude ver como la criatura echaba a correr hacia Layla pero ésta, no se movía. Supuse que era por el pánico. Se le habían paralizado los huesos, y por más que intentara moverse, no podría. Tenia que salvarla.
Caminé con más fuerza, solo me quedaban unos cinco pasos para ponerme a su altura. Tarde, llegué tarde. La hidra tenía cogida a Layla por la sudadera. Sus negros dientes se hundían en la gruesa tela de la sudadera.
-¡Layla!-grité al fin.
-¡Annie! Annie ayúdame por favor- sollozaba una y otra vez. Me mataba verla así. Solo de pensar en como debía estar pasándolo…
-¡Bicho asqueroso, deja a mi amiga en paz!- Le grité, pero ni se inmutó. Continúo con su camino, y no tarde nada en descubrir cual era: el agua.
Si, quería lanzar a Layla al agua. No me lo podía creer. Layla tenía miedo al agua, ¡se ahogaría!
Eché a correr. Por fin había recobrado las fuerzas suficientes para hacerlo.
-Bicho asqueroso suelta a mi amiga- repetí. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al ver que la hidra ya había introducido sus cuatro patas en el lago, y que por mucho que le gritaba, no se detenía.
Me acerqué a ella, con el palo en la mano, y golpeé su espalda con fuerza. Nada, ni se inmutó. Continuó adentrándose en la profundidad del lago.
-¡Que dejes a mi amiga!-Grité atizándole mil veces con el palo. Finalmente, me miró con una de sus cabezas y me pareció percibir una sonrisa malvada en su rostro. Acto seguido, se giró nuevamente frente a las profundas aguas. Con un enorme esfuerzo, giró  la cabeza con la que tenia agarrada a Layla, y con un movimiento brusco, la lanzo con una enorme fuerza hacia el centro del lago.
Escuché los gritos de terror de Layla, y finalmente, el sordo sonido de algo cayendo a lo más profundo del agua.
Después, las aguas volvieron de nuevo a la tranquilidad. Ni rastro de Layla.
Un desagradable escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo y el pánico se apoderó de mí.
-¡Que has hecho!-Grité atemorizada.- ¡QUE HAS HECHO!- Chillé.
Locamente aseste palazos a diestro y siniestro, pero muy pocos llegaron a golpearla.
-¡Voy a matarte! ¡Que te quede claro!- grité- ¡y mas te vale que Layla esté bien! De lo contrario, ¡me comeré cada trocito de tu cuerpo mientras estás viva! ¡¿TE HAS ENTERADO?!-me había hecho perder la calma completamente.
Comencé a caminar marcha atrás, saliendo del agua.
La criatura intentó golpearme de nuevo, pero yo fui más rápida, y está vez, acerté con el golpe.
-¡Otro ojo menos!- sonreí orgullosa. Me alegré demasiado, y en vano, ya que levantó su cola lo mas alto posible, y me golpeó con ella, en la barriga. Otra vez.
Aquel golpe había acabado con migo completamente. No me podía levantar, estaba hecha polvo.
Tenía la barriga con un dolor terrible, y la boca me sangraba, a causa del golpe, supongo.
Desde el suelo, la miré y todo sucedió muy rápido. Ella alzó de nuevo la cola, para rematarme completamente, pero en cuanto se disponía a hacerlo, un ruidoso relinchar la detuvo. No se como, pero allí se encontraba Athos, asestándole una fuerte coz en el pecho. La criatura se retorció de dolor, y calló al suelo. Había dado en su punto débil.
Athos relinchó presuntuoso y se acercó a mí.
-Gracias. Muchas gracias.- le acaricié mientras me ponía en pie lentamente.
En pocos segundos, la hidra había vuelto a ponerse en pie.
-¡Cuidado!- exclamé para que Athos se alejara. No lo hizo, quería ayudarme.
No debí dejarle, ya que en un par de segundos, la criatura le asesto un gran cabezazo provocando que se alegara varios metros y cayera derrumbado al suelo.
-¡Athos!-grité echando a correr hacia el. Se encontraba en el suelo, desplomado. Una enorme abertura recorría su lomo de arriba a abajo. Lo había provocado uno de los cuernos de la hidra.
Posé mi mano en el y lo acaricié.
-Athos, ¿Por qué lo hiciste? Debiste haberte quedado donde estabas. Mírate ahora- dije mientras las lagrimas cubrían mis ojos.-Se fuerte ¿si? Yo tengo que acabar con la hidra. Por favor, aguanta, te necesito, y lo sabes-sollocé.
Me quité la sudadera, y la utilice para tapar su herida, y que por lo menos, absorbiera un poco de sangre, ya que de lo contrario, moriría desangrado.
Me levanté, llena de rabia y odio. Primero Layla, y ahora Athos. ¿Que pretendía aquel bicho asqueroso?
Ha pesar de las heridas de mi cuerpo, que me escocían bastante, conseguí reunir las fuerzas suficiente para aproximarme hacia la hidra.
Caminé, dando traspiés, y con cada paso que daba, mi odio hacia la criatura iba creciendo.
Tenía las manos cerradas en un fuerte puño, y estaba tan metida en acabar con el repugnante bicho, que no me percaté de lo que estaba provocando. En cambió la hidra, si lo notó, ya que se alegaba de mi, como si estuviera asustada.
Sin entender ni lo más mínimo, miré a mí alrededor, y entonces lo entendí. A mí alrededor se encontraba gran cantidad de tierra elevada y una enorme piedra yacía a mi lado, flotando.
Aflojé las manos, soltando los puños, y la piedra y tierra elevada, cayeron de golpe al suelo.
Acababa de presenciar el poder de la tierra. Perfecto, tenía la llave para acabar con la hidra.
Alce mis manos. Miré hacia un lado, y después hacia el otro. Posé mi mirada en un gran árbol y con un gran esfuerzo, provoqué que las ramas de aquel árbol se alargaran cada vez más.
Después, hice lo mismo con el árbol del lado izquierdo, y alargando las ramas de aquellos árboles, conseguí que rodearan a la hidra, quedando atrapada y sin poder moverse.
A continuación, alcé un palo que se encontraba a pocos metros y con gran velocidad, lo lancé hacia su pecho con la mayor fuerza posible.
Bien, había dado en el clavo.
Aquel palo se clavo profundamente en el pecho de la criatura, y una gran cantidad de sangre salio de allí.
Las ramas aflojaron, dejando en libertad a la hidra, pero ésta callo desplomada, provocando un ruidoso estruendo. ´
Me acerqué a ella, y saqué el palo incrustado de su pecho. Se había vuelto rojo.
Ahora si. Ahora si que había terminado con ella.
Solo había que observar en la mirada sin vida de sus ojos, y en el enorme agujero que sobresaltaba en su pecho.
Pink Moustache