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martes, 16 de noviembre de 2010

Capitulo 14

Nos dirigimos hacia el probador tras coger el vestido.
No tardé nada en probármelo y en cuanto salí, Layla comenzó a gritar emocionada.
-Ehh Layla, por favor, no grites, me estas poniendo en evidencia.- dije avergonzada. Esta chica no tiene remedio…
-Bueno bueno, no es para tanto. ¡Además, es que el vestido te queda perfecto! Es como si estuviera hecho a tu medida.
Me miré en el espejo, y tenia toda la razón. No es por echarme flores ni nada, pero es que, me quedaba genial. No me lo pensé ni dos minutos, y me lo compré, además, era bastante barato.
Fui hacia el mostrador, y me quede perpleja cuando vi a la dependienta.
-Annie, ¿te sucede algo?- me pregunto Layla, que se había percatado de mi reacción.
- No… quiero decir… si… no se… allí… mira…- dije sin poder articular palabra. Le señale el mostrador, y cundo se dio cuenta de lo que me atemorizaba, comenzó a reírse.
Yo no le veía la gracia. Me di cuenta de que estaba temblando…
-Annie, que tonta eres jajaj. Simplemente es una dependienta normal y corriente. – respondió ella para mi sorpresa.
-¿Normal y corriente? Es todo lo que tú quieras, menos normal y corriente.-le repliqué molesta.
-Aquí, todas las dependientas son así. Lo siento, pero es que no me esperaba que reaccionaras así….- dijo disculpándose.
-Ya bueno, tendré que empezar a acostumbrarme a todo esto…
Me acerqué hacia la “dependienta”, y le dí el vestido para que me lo cobrara.
La observe, muy atentamente. Tenia una tez muy pálida, de color azul cielo, unas orejas puntiagudas, y un pelo fucsia que le sobrepasaba la cintura.
Le miré a los ojos, y me quede alucinada. Nunca había visto uno ojos así. Eran, negros. Completamente negros, sin pupila, sin lo blanco que las personas tenemos. Eran unos ojos sin luz, sin vida, sin expresión. Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo.
En cuando me cobró, salí corriendo. Me sorprendió mi reacción.
-Ey Annie, ¡espérame! – gritó Layla, que venia corriendo hacia mí.
-Lo… lo siento, es que aquella mujer, por así llamarla, era tan… siniestra…
-Veras, es que son una mezcla entre ninfas de la oscuridad y brujas, llamadas Nymph-Wrachs. Pero no te preocupes, son realmente inofensivas.
 -Bueno… si tú lo dices. - le respondí. No estaba tan segura de ello.
-Cambiemos de tema. Veamos, ahora solo nos queda un bolso y unos zapatos negros a juego.- me dijo.
-Bolso ya tengo en casa…
-De acuerdo, venga, vamos a por los zapatos. Sé una tienda que venden unos preciosos.
-Vale.- dije no muy convencida. No tenía muchas ganas de encontrarme con otra Nymph o como se llame.
Pasé del tema, haciendo caso a lo que me dijo Layla sobre que eran inofensivas.
Me compré unos zapatos con taconazo, negros y azules. Muy bonitos.
Cenamos allí, y después nos fuimos a casa.
Llegué muy emocionada, y le enseñé a mi madre el vestido y los zapatos. Le encantaron.
Me fui a la cama, y me dormí, soñando con el apasionante sábado que me esperaba.
Me desperté sobre la 1:00 del mediodía. Estaba muy nerviosa. Había quedado con Layla a las 8 de la tarde en la puerta de la discoteca, ya que su madre no podía venir a buscarme.
-Ohh dios, dios ¡dios! Ya son las 7:15, y todavía tengo que maquillarme.- grité alterada.
-Annie, relájate cariño, todavía tienes 15 minutos, además, tampoco tienes porque ir perfecta…- dijo mi madre para tranquilizarme.
-¡Si que tengo que ir perfecta!- le respondí.
Me fui corriendo al baño, y comencé a maquillarme. Me eché unos pocos polvos, para tapar unos granitos que tenia, después me hice la raya del ojo, y me eché rimel.
-¡PERFECTA! –grité mirándome al espejo. Layla tenia razón, el vestido me quedaba perfecto. Debía admitirlo, ¡oí estaba guapísima!
-Mamá me marcho.- le dije mientras cogía mi móvil y lo metía en el bolso.
-Vale. Pásalo bien. ¡Y no llegues tarde!
-Que no mamá. Me lo has dicho ya cincuenta veces. Venga, adiós.
Y cerré la puerta a mi espalda.
Las 7:45, ya eran las 7:45 y todavía tenia que coger el autobús, que estaba en la otra punta del pueblo.
-Relájate Annie. No pasa nada porque llegues 5 minutos tarde.- dije para tranquilizarme. Pero no podía, estaba muy nerviosa. Quería llegar cuanto antes.
Comencé a andar hacia la parada del autobús, ya había anochecido y había muy poca gente en la calle.
Me dirigí hacia un callejón, que llevaba directo hacía la parada. Estaba oscuro, muy oscuro, y derepente, escuché pasos detrás mío.
Me giré, con la intención descubrir que era lo que provocaba aquellos ruidos, pero no vi nada ni a nadie.
Me quede inmóvil a escuchar, durante 5 segundos. Cesaron. Los pasos cesaron. Comencé a andar, y otra vez los escuché, cada vez mas cerca.
Tenía la intención de echar a correr, justo cuando alguien me agarró del brazo.
-Por fin tenemos a la chica. – exclamó un hombre en voz alta.

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