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martes, 21 de diciembre de 2010

Capitulo 26, Hidra.

----------------------PARTE NARRADA POR ALBERT------------------------
No pude hacer otra cosa. Me arrepiento, pero era lo único que podía hacer, ¿no?
Además, no creo que sea tan grave… Yo no creo que lord William sea tan malo como dice Annie. A mi me ayudó, y a mi hermanito también. Si no hubiera sido por él… Mi hermano… ¡mi hermano hubiera muerto!
Simplemente… quiere conseguir poder, poder para sentirse fuerte, protegido, pero nada más. No quiere hacer daño a nadie… O eso creo…
A mi él, me contó, que tenía una hermana. Si, una hermana con la que no se llevaba muy bien. Cuando murió la madre de ellos dos, le dejó un cargo muy importante a ella. En cambio a él, no le dejó absolutamente nada, ya que decían que su mente no estaba apta para el cargo…
Desde entonces, su hermana no le ayudó ni se preocupó por él. Ni siquiera le dio una pizca de sus poderes para que el pudiera tener una buena vida. Sin embargo, ella iba revelando que él era malvado, que quería acabar con la raza humana y después de eso, ser el gobernador de Mandilia y más sitios mágicos… Él no se lo tomó nada bien, y está haciendo todo lo posible para robarle los poderes y vengarse de ella, por haber destrozado su vida…
Si, eso es lo que quiere, venganza… Y cuando lo consiga, todo habrá terminado, y lord William podrá vivir en la paz que siempre quiso…
No es para tanto, no quiere dominar el mundo como dijo Annie. No. Eso no es más que una estúpida suposición de la gente que le odia. Nada más…
Una suave ráfaga de viento acarició mi mejilla despejando mi mente. Lamentablemente aquella paz no duró mucho tiempo. En mi mente no dejaba de rondar la conversación con Annie. Aquella chica es especial. Tiene algo que nadie tiene… Pero no puedo. No, no puedo pensar en ella. No debo. No me conviene, y mas, cuando la estoy traicionando de esta forma. Cuando me descubra no querrá saber nada mas de mi…
Pero no tengo otra opción. No puedo permitir que mi hermanito pequeño muera. No, no puedo. Le queda mucho por vivir aún. Es muy joven. No puedo arrebatarle la vida por un capricho mío. No me lo perdonaría nunca…
Aspiré profundamente. Me dolía la cabeza.
Me senté en un banco. En el ultimo y mas escondido, para ser exactos.
Siempre que tenía un problema, solía ir allí y me sentaba en él para recapacitar.
El piar de los pájaros, el sonido de los arboles balanceándose al son del viento… Era una melodía relajante, acogedora.
Justamente, hace unos meses, mi hermano empeoró. Yo me sentía tan mal, que para relajarme, tuve que venir a éste parque.
En cuánto me senté para tranquilizarme por la desmejoración de mi hermano escuché algo, y corriendo me levanté y me escondí tras un árbol. Cuando miré, allí estaba ella, tan espectacular como siempre, con esa preciosa melena que se mecía con la suave brisa, mirándome con aquellos ojos brillantes y llenos de vida… Desde aquel momento supe que no podría sacármela de mi cabeza… Hasta que lord William me amenazó.
Agité la cabeza de un lado para otro.
-No Albert no. Deja de pensar en ella. No puedes. ¡Olvídala!- me dije en voz alta.

----------------------PARTE NARRADA POR ANNIE------------------------
En cuanto nos alejamos del colegio llamé a Athos. Apareció en seguida. La verdad, era un caballo excelente.
Apenas tardamos unos diez minutos en llegar. Athos cabalgaba a la velocidad del rayo.
Se detuvo frente a una gran llanura en la que en el centro se encontraba un enorme lago de aguas realmente azuladas.
Sobre ellas, se reflejaban unas altísimas montañas nevadas.
Nos bajamos y enganche sus doradas riendas en uno de los múltiples árboles que se encontraban por la zona.
Era un lugar precioso, relajante.
Aspiré profundamente y un olor a hierba recorrió mi tabique nasal. Eso si que era naturaleza, aire puro, limpio. No el que recorre las calles de Nueva York, que enferma a todo aquel que lo huele.
Comenzamos a caminar por las altas hierbas, hasta llegar al lago.
Acaricié la fresca agua con la palma de la mano y me refresqué el cuello. Hacia un poco de calor, a pesar de que estuviéramos en otoño.
-Ey Layla, mira que buena está el agua- dije cogiéndole para que la tocara.
Rápidamente, se soltó bruscamente. Le mire, atónita.
-¿Qué sucede?-pregunté.
-Na…nada…-tartamudeó.
-Vamos Layla, toca el agua, que está muy fresquita.
-¡No!-gritó. Le miré sorprendida.-Quiero decir… no. Tengo frío.
-¿Frío? Pero si hace 20 grados, y además tienes sudadera. No puedes tener frío-respondí.-A no ser, que estés enferma-dije mientras me disponía a tocar su frente con la mano húmeda.
-¡No me toques!-Se apartó.
-Layla, ¿que te ocurre? Estas rara…
-Bueno, yo…- Se detuvo. En ese instante, lo comprendí.
-¡Claro! ¡Ya se lo que te sucede!-exclamé
-¿A…A si?- su cara mostraba inquietud.
-¡Si!-Grité- ¡Te da miedo el agua! Pero Layla… No seas tonta, entre nosotras hay confianza, me lo podías haber contado…
-He…Si… Ti…Tienes razón.- Su cara seguía mostrando preocupación.
-Bueno, no pasa nada.-sonreí.- Haber, ya estamos aquí. ¿Qué se supone que hay que hacer ahora?
-Encontrar la perla-respondió ésta.
-Ya claro, eso también lo sabia yo. Pero... ¿de donde la saco?
-Ni idea.
Comenzamos a caminar por la zona, en busca de algo que nos pudiera dar alguna pista. Tras cinco minutos sin encontrar nada, decidí sacar el mapa. Lo abrí, y el punto seguía donde antes, sin haberse movido.
-Tal vez, esté dentro del lago.-exclamo Layla, señalando la posición del punto. Si, así era, el punto indicaba exactamente al agua.
En ese momento, las dos miramos al centro del lago, y una brillante luz azul comenzó a aparecer por él.
Cada vez era más y más brillante, y llego un momento en el que cegaba. Parpadeé varias veces, para poder ver a través de ella y entonces lo vi.
Comenzó a formarse un enorme remolino que tragaba y tragaba agua.
Un brusco terremoto hizo que perdiéramos el equilibrio y cayéramos de espaldas sobre la húmeda hierba.
Sorprendidas, nos miramos, sin entender que era lo que estaba sucediendo.
La luz desapareció de golpe, y en el lago se formó un enorme agujero, dejando a la vista una enorme piedra, y encima de ésta, una cajita con una pequeña y brillante bola azul.
-¡La perla! –Grité entusiasmada, y comencé a andar por el agua con la intención de llegar nadando hasta ella. Apenas había avanzado cuatro pasos, cuando algo hizo que me detuviera. Me quedé inmóvil, con la cara desencajada por el pánico. Tras la enorme roca, se encontraba una formidable criatura de más de 10 metros. Emitió un desagradable rugido, y en ese momento, la enorme roca volvió a introducirse bajo tierra, y las aguas volvieron a la normalidad, salvo por un mínimo e insignificante detalle: la criatura seguía allí.
Comencé a andar marcha atrás, para poder salir del agua. No podía creer lo que tenia frente a mis narices. Todos los pelos de mi cuerpo se erizaron.
En cuanto salí del agua, observe a Layla, y me di cuenta de que tenia la misma expresión de terror que yo.
-¡Que coño es eso!- exclamé aterrorizada, sin apartar la mirada de aquella horrible criatura de múltiples cabeza. Tres, para ser exactos. Era horrible y encima, tenía unos dientes afiladísimos. Miré a Layla, esperando su respuesta.
-Es…Es…Es… ¡Una hidra!- exclamo sin poder creérselo ni ella.
-¿Qué?
-Es, es una especie de reptil marino. Carnívoro. He oído hablar sobre ella, pero nunca llegué a creer que existiera de verdad.
-Genial. Lo que nos faltaba.
-Annie, tenemos que marcharnos de aquí. La hidra es un despiadado monstruo y de aliento venenoso. No podemos respirar el aire que ella expulse. Además, ves que tiene tres cabezas ¿no? ¡Pues a nada que le cortes una, le salen dos más! Como nos quedemos aquí, ¡nos matará!
-Pero Layla… ¡No podemos marcharnos sin la perla!
-¿Es que no lo entiendes? ¡Es la protectora de la perla! ¡Si no acabamos con ella, no habrá forma de recuperarla!
-Pues entonces… ¡Acabemos con ella!-Dije sin pensármelo. Acto seguido, me di cuenta de que era una locura, una completa locura. Además, estaba poniendo en peligro nuestras vidas… Pero no podía hacer nada más. Debía conseguir la perla fuera como fuera.
-Pero…- Replicó Layla. Estaba realmente asustada.
-Layla, no te estoy obligando a nada. Puedes marcharte, si quieres…- Respondí pareciendo que no me importaba, a pesar de que no fuera cierto. Estaba convencida, de que si Layla me dejaba sola, no saldría de ésta.
-No. No puedo dejarte sola Annie. Eres mi amiga. Además, estamos juntas en esto. Venga, acabemos con ese asqueroso bicho.-Respondió un poco insegura.
-Gracias- la abracé.-Espero que podamos matarla….-Exclamé mirando hacía el lago. La enorme criatura cada vez se iba acercando más. 10 pasos, y llegaba hasta donde nosotras.
Sus ojos de color ámbar se clavaron en mí, provocando que me recorriera un enorme escalofrío por todo el cuerpo. Me estremecí. Sus ojos no expresaban otra cosa que odio y hambre. Quería devorarnos. Y no iba a parar hasta conseguirlo.
Layla también lo miró, con cara aterrorizada, y añadió:
-Si, yo también lo espero…

domingo, 12 de diciembre de 2010

capítulo 25, Albert


Me quedé atónita, sin saber que decir. No pude apartar mi mirada de la suya. Aquellos profundos y brillantes ojos me tenían atrapada.
-Pe…pe…pero…- musité,  casi sin poder articular palabra. Él no dijo nada. Se dispuso a mirarme, esperando mi respuesta.- No… no lo entiendo… Tu… Aquí… - Tartamudee. Dadas las circunstancias, era lo único que sabia hacer. Me sentía estúpida.
-¿Qué tal si dejas de tartamudear y me hablas claro?
-S… Si. Haber… ¿Co…Como que te vas a inscribir aquí? ¿Por qué? ¿Tú no estabas con Lord William? ¿Por qué ahora…
-Espera, espera- me cortó- Las preguntas una a una, si no quieres que me vuelva loco.
-Está bien, pero es que… estoy alucinando- aclaré- ¿Por qué te vas a inscribir en el colegio?
-Bien. Pues veras…- comenzó a decir pero se detuvo. Su cara se tensó. Tras pasados unos minutos, volvió a hablar- he… he decidido… que no estaría mal aprender algo…
-¿Qué? Eso no tiene sentido…-respondí. Me miró, abriendo los ojos como platos.
-¿Por…Por qué no?- Preguntó. Su voz era temblorosa, algo que me sorprendió. Busqué sus ojos, pero no los encontré. De alguna forma, estaba esquivando mi mirada.
-Pues, no lo sé. Es extraño… Veras, es qué… ¿Tú no estabas con lord William? Quiero decir… Él te ordenó que me encarcelaras… tú…Eres como él…- Musité con voz temblorosa. Desvié mi mirada, y agaché la cabeza. Estaba avergonzada, sin poder creer lo que le acababa de decir.
-Annie…- Comenzó a decir. Posó sus suaves y cálidos pulgares bajo mi barbilla, y levantó lentamente mi cabeza, hasta que mis ojos volvieron a quedar atrapados en los suyos. Esperé sus palabras, que parecía que no tenían ni la más minima intención de salir. Finalmente habló.- No soy como él. No, no lo soy…-Aquellas palabras me aturdieron. Su voz… Su voz era tan dulce, tan acogedora…
-Yo…Yo…-Tartamudee. Busqué a ciegas que decir, pero no encontré las palabras adecuadas. No me encontraba en el mejor momento para pensar. Sus ojos… clavados en los míos, no me dejaban. Me desorientaban.
-Veras Annie…-Comenzó a decir. Al parecer, leyó lo que pensaba a través de mis ojos…- Tras hablar con tigo en las celdas, recapacité. Tú me hiciste recapacitar. Decidí alejarme de lord William para siem...- Detuvo su frase, sin completarla. Se paró a pensar, como si quisiera cambiar lo que dijo, buscar las palabras correctas, las que fueran realmente sinceras... Susurró algo en voz muy bajita. Demasiado, ya que no pude llegar a escucharlo. Finalmente, añadió- Si, eso fue lo que decidí.- Las últimas silabas se ahogaron con el silencioso suspiro que produjo. Desvió su mirada, como si no quisiera que leyera en sus ojos lo que le sucedía. La clavó en las brillantes baldosas recién fregadas. 
-Albert… ¿De verdad?- ésta vez fui yo la que aferré su barbilla para que me mirara. Sus ojos me dirían todo lo que quería saber.- ¿De verdad has abandonado a lord William sin importar lo que eso supondría?-Pregunté, mientras una pequeña sonrisa asomaba por mi rostro. Le miré a los ojos buscando una respuesta en ellos. Nada, no había nada. Tras unos segundos, su cara se tensó de nuevo y volvió a desviar la mirada, sin decir absolutamente nada.
Me pareció ver que una pequeña lágrima asomaba por su brillante ojo, pero no pude comprobarlo con certeza, ya que tras volver a mirarle, ya no estaba.
-Lo siento…-Susurró. Justo cuando tenía la intención de preguntarle porque se disculpaba, alguien me interrumpió.
-¡Annie!-Gritó alguien al otro lado del pasillo provocando que me sobresaltara.-¿Annie donde estas?
-Aquí Layla, estoy aquí- suspiré. Se acercó hacia nosotros, tan feliciana como siempre- Por favor, no grites…
-Perdona… Muchas veces me olvidó de controlar el tono de mi voz -rió- ¿Llevas mucho tiempo aquí?
-No…
-Bueno, aún así… Bien acompañada te veo. ¿Quién es este chico tan guapo de aquí?-exclamó pícaramente refiriéndose a Albert. Éste levantó la cabeza, y se dispuso a saludar.
-Hola. Yo soy…
-Albert- le corté- Él es…Albert.- En ese momento Layla me miró, abriendo de par en par sus ojos color miel. 
-Tú… ¿Tú eres Albert?
-Si. ¿Porqué lo preguntas?-Antes de que Layla respondiera con alguna estupidez, le lancé una mirada de advertencia que pareció captar a la primera.
-No… No por nada. Oye Annie, tu madre me ha llamado- exclamó rápidamente, cambiando de tema. - Al parecer tú tienes el móvil apagado.
-Si. Apagado… y en casa- reí.
-Tú y tu súper cabeza de chorlito. En fin… Me ha llamado para advertirte sobre algo.
-¿Qué?-pregunté extrañada.
-Ya sabes… con él tema ese de…-señaló mi colgante.
-¿Ocurre algo?-preguntó Albert, interrumpiendo la conversación. -Parecéis…Preocupadas.
-¿Eh? ¡NO! –Grité para su sorpresa.-Quiero decir…No. No ocurre nada. Absolutamente nada.-Noté como mi voz comenzaba a temblar.-Simplemente…Tenemos que irnos. ¿Verdad Layla?
-Si…-respondió ésta un tanto sorprendida, sin entender mi reacción.
-¿Ya? Pero si ella acaba de llegar…
-Si lo sé. Pero tenemos prisa Albert. Ya…Ya lo siento.-Agarré a Layla del brazo y tiré de ella para que comenzara a andar. Quería desaparecer de allí lo antes posible. Solo de imaginarme el ridículo que estaba haciendo, se me revolvía el estomago. A saber lo que pensaría Albert de mi, después de aquello.
-¡Annie!- Gritó Albert justo cuando nos disponíamos a girar al final del pasillo. Echó a correr hacia nosotras y se paró frente a mí.
-No consiento que nadie me deje con la palabra en la boca de tal manera. No, no lo consiento.-Me miró, muy seriamente. Abrí la boca, para decir algo, pero se me adelantó.-Por esa razón, tú y yo, vamos a quedar. Si. Tenemos una conversación pendiente.- Sonrió con picardía.
-¿Y porqué debo quedar con tigo? ¿Qué pasa si no lo hago?-respondí haciéndome la desinteresada.
-¿Por qué? Muy sencillo, porque te mueres de ganas por estar con migo.-Tras escuchar aquello, mi cara comenzó a sonrojarse.- Y nada. Si no quedas con migo, no sucederá nada. Simplemente, estarás con el remordimiento de no haberlo hecho durante meses.-Sonrió de nuevo, y se marchó, sin darme tiempo a responderle con algo ingenioso. Dios, había dado en el clavo.
- ¡JÁ! ¡NO ESTES TAN SEGURO DE ELLO! –Grité con la esperanza de que me escuchara. Efectivamente, lo hizo. Se giró, sonrió nuevamente y desapareció por los oscuros pasillos.
-Woooooow- exclamó Layla, sacándome del trance que habían provocado las palabras de Albert.
-¿A que viene eso ahora?  -pregunté enfurecida, a pesar de saber a lo que se refería.
 -¡A dado en el clavo!- gritó, ignorando mi pregunta.
-¡Calla!
 -Me lo negaras.
 -Vale, no. Claro que no. Pero no me apetece que se entere nadie, y mucho menos él, o lo que es peor, Jessy.
- jajaj Si, tienes razón. Como se entere Jessy la liamos parda...
-Pues si... A si que empieza a controlar tu tono de voz más a menudo.
 –Lo intentare-sonrió- Por cierto, ¿De que cosa tan importante hablabais vosotros dos cuando yo no estaba?
-¿Quienes? ¿Albert y yo? 
-¡Claro! ¿Quienes si no? Annie, no sé donde estarás, pero estoy segura que en cualquier sitio menos aquí. ¡Despierta! ¡Baja de las nubes! 
-Lo siento... Pero es que no paro de pensar en todo lo que me ha dicho Albert...
 -¿Sobre lo de quedar?
-No. Bueno si, también. Pero hay más…
-¿De que se trata?
 -Pues veras... Albert, se va a inscribir en el colegio...
 -¿QUE?
 -Lo que oyes... Le pregunté la razón... y nada, me ha dicho, que
mi conversación con él en las celdas, le hizo recapacitar y... escapó de lord William- Layla abrió los ojos de par en par, y se dispuso a decir algo, pero no le dejé- pero no le creo... No se, hay algo raro en todo esto...
 -¿Tu crees?-preguntó. Se paró a pensar, y al de unos segundos, añadió.- ¡claro! ¡Por eso te has puesto así cuando te he dicho lo de tu madre! ¡No te fías de él, por eso no querías que escuchara lo que te tenia que decir! ¡Ahora lo comprendo! Pero Annie... ¿Estas segura?
 -No, no se. Es que... No veo normal que después de tanto tiempo, decida abandonar a lord William así por así... No lo sé, pero tengo la corazonada de que algo raro ocurre... 
-Mira Annie, yo no se lo que tu piensas o no, pero no sé, creo que deberías confiar  mas en la gente...
 -Ya claro. ¿Y que sucede si después resulta ser un farsante? ¿Un espía de lord William? Me sentiría peor todavía Layla...
 -En eso también tienes razón. Pero no puedes saberlo con certeza. No hay forma de que lo sepas, a no ser... que decidas espiarlo. Pero claro, como el lo descubra... No volverá a hablarte. Yo por lo menos, no hablaría con alguien que no se fía de mí sin motivos propios...
 -Si, lo sé. Espiar no lo espiaré. Pero Layla, tengo motivos suficientes para desconfiar de él. ¡Él fue quien me encarceló!
-¡Y quien te ayudó a escapar Annie! ¿Quien te dice que no le has gustado, que lo que has sentido tu al mirarle, no lo ha sentido el? ¿Quien te lo dice? ¡Tal vez ha decidido dejarlo todo, para poder ayudarte!
 -Joder. Layla, no se que hacer. ¡No paro de comerme el coco! Porque, puede que diga la verdad o, puede que no. ¡Yo ya no sé que hacer!- exclamé estresada.
 –Simplemente haz lo que tu corazón te diga. Elijas lo que elijas, será lo correcto. Aunque yo pienso, que deberías quedar con él. No sé, tal vez te ayude a aclarar tus dudas.
-Si, puede que tengas razón.
 -Bueno, ahora olvídate de eso y pensemos en cosas mas importantes.- dijo para animarme, aunque no daba gran resultado.
 -Está bien. Haber ¿Que es eso tan importante que te ha dicho mamá?
 -Pues veras, ha tenido un presentimiento. Dice que dentro de nada, va a salir a la luz una nueva perla, y debes ir a buscarla.
-¿Una nueva perla? Pero... ¿Cuando? ¿Como la recupero? ¡No se que es lo que hay que hacer!
 -¡Annie! por favor, relájate. Tanto estrés acumulado es malo.
-¡Y que quieres que haga! Entre lo de Albert... y ahora esto... Voy a tardar muy poco en volverme loca. ¡Ya lo veras!
 -Anda, tranquilízate y haz el favor de mirar el bolsillo de tu pantalón.
 -¿Que?
-Que mires el bolsillo- lo señaló. Lo hice, y pude ver a que se refería. De mi pantalón, provenía una especie de destello amarillento. Introduje la mano, y saqué el papel doblado que yacía dentro.
-¡El mapa! Está brillando.- exclamó Layla. Lo abrí, cuidadosamente y lo miré. Pude contemplar una mezcla de imágenes que procedían del mapa. Los lugares habían desaparecido. Pasados varios minutos, el destello se amainó, y en el desnudo papel comenzaron a trazarse líneas. Se transformaron en una especie de dibujo, formando un lugar, y al norte de éste, apareció una estrella roja.
-Aquí está la perla Annie- señaló Layla.
-¿Y que lugar es este? No sé donde está, ni como llegar allí.- respondí preocupada.- Tal vez si se lo pregunto a mamá…
-Yo se donde está. Es el Lago Brindet. Se encuentra a las afueras de Wasserfall. Mira, ¿ves esto de aquí?- señaló- aquí es donde nos encontramos nosotras. El lago está a unos dos kilómetros. Pero hay un problema, no hay ningún medio de transporte para llegar. Y dos kilómetros andando, es demasiado, nos llevaría una eternidad, y corremos el peligro de que lord William se nos adelante y nos la robe, aunque…No es del todo probable, ya que no tiene el colgante y no puede hacer nada con ella… Aún así, no podemos arriesgarnos.
-Yo se como llegar.-Sonreí- Athos nos llevará hasta allí.
-Perfecto- Sonrió.-Yo te ayudaré. Vamos, pongámonos en marcha.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Capitulo 24, desconcertada


Me marché directa a mi cuarto, y tras quitarme el manchado vestido, me coloqué el pijama, y me introduje en la cama.
Me acurruqué entre las sabanas, y aspiré profundamente, ya que el olor que desprendía la sudadera de Albert, me adormecía. Si, seguía con ella puesta. Lo único que me había colocado, era la parte de abajo del pijama, ya que, no quería deshacerme de la sudadera. Era como un preciado tesoro para mí. Y aunque solo fuera durante esta noche, deseaba tenerla junto a mí, ya que era como dormir junto a Albert…
Me dormí, pensando en él. No tardé nada, ya que estaba muy cansada.
-¡Annie, despierta! Vamos levántate. -Se escuchó. Abrí un ojo, con cautela y tras pestañear varias veces, la vi.
-Un poco más…- dije aún adormecida.
-¡Annie, como no te levantes ya, vas a llegar tarde!
-¿ehhh? Pero mamá…
-¡Annie, que son las 8:10 y en 20 minutos empiezan las clases!
-¡QUE!?-me incorporé de golpe- ¿Y porque no me has despertado antes? ¿No ves que necesito mas de una hora para prepararme?- grité alterada.
-Llevo un cuarto de hora intentando levantarte, ya que tras sonarte el despertador, lo has apagado y has seguido durmiendo tan tranquila…-suspiró- Vamos anda, vístete.- y se marchó.
Corriendo, me levanté, y fui directa al armario. Me puse lo primero que pillé: la sudadera marrón que me compré al mudarme a Nueva York, unos vaqueros claritos, y mis botas UGG. Me fui al baño a peinarme, y en 10 minutos ya estaba lista. Perfecto, todavía me sobraban unos 5 minutos.
-Ya estoy mama!- grité en cuanto llegué a la entrada.
-Habrás desayunado ya ¿no?- dijo desde la cocina. Mierda el desayuno.
-No… ya voy.- corrí hacia la cocina.
-Cuando se te quitara esa cabeza de chorlito…- murmuró.- te espero en el porche.
-Vale.- dije. Cogí el baso de leche que se encontraba encima de la mesa y bebí un sorbo, luego otro y otro… En cuanto terminé, me dirigí hacia el porche, como mamá me había dicho. Una vez allí, me monté en el coche, y pusimos marcha hacia Wasserfall Magic High School.
-Me has sorprendido Annie.- dijo mamá
-¿Y eso?
-Pues… porque es la primera vez que veo, que te preparas en menos de media hora.-dijo irónicamente.
-¡ahhh eso! Jajaj. Si tienes razón, no se ni yo como lo he hecho. Todavía estoy alucinando.- Me reí.
-Bueno, ya hemos llegado. –dijo mamá mientras detenía el coche en el aparcamiento.
-Adiós, te quiero.- dije en cuanto lo detuvo. Le di un beso y me fui.
-¡Annie!-dijo uno voz conocida a lo lejos. Mire en esa dirección. Era Layla.
-Layla guapa.- dije mientras corría hacia donde se encontraba ella.
-¿Que tal?- me preguntó.
-Bueno… hay ando. ¿Y tú?
-¿Yo? Genial tía, contentísima.- respondió con una de sus enormes sonrisas.
-Me lo imaginaba.- Le sonreí.- ¿sabes? Te envidio…- dije cambiando de expresión.
-¿Qué?- preguntó algo confusa.
-Pues… que te envidio…
-Si si. Eso ya lo he escuchado, pero… ¿Por qué?
-Pues… Veras, yo… soy un hada guardiana. Tengo el deber de vencer a lord William, y llevar la paz en el mundo. Ya sé que debería estar orgullosa de ello, y si, lo estoy. Lo que pasa es, que no ha hecho nada mas que traerme problemas.- respondí tristemente.- Además, estoy enamorada de Albert como una completa estúpida, sabiendo, que nunca voy a poder estar junto a él. En cambio... mírate a ti. Llevas una vida normal, feliz, sin complicaciones, y con un novio que te quiere y te cuida.- Noté que las ganas de llorar me invadían, pero hice un enorme esfuerzo por contenerlas. Vista de eso modo, mi vida era un desastre.
-Annie… Estas equivocada. Mi vida no es normal y sin preocupaciones, ni mucho menos. De hecho yo… yo soy…
-¡Layla!- se escuchó. Jack se acercó corriendo hacia donde nos encontrábamos. En cuanto se puso a nuestra altura añadió- Layla, ¿vienes?
-Yo…- dijo ésta mientras me miraba.
-Tranquila, ya hablaremos mas tarde. –dije sonriendo, a pesar de que me moría de ganas por saber que era lo que Layla me tenia que decir.
-Eres la mejor- me dijo. Se dirigió a Jack- ¿esperas un segundo?
-Claro- respondió el.
-Mira Annie- se me acercó.- tú vida no es tan horrible como parece. Eres especial Annie, especial. Y yo te quiero por eso. Tú tranquila, que todo se va a terminar solucionando, ya veras, solo tienes que creer en ello. Y respecto a Albert, estate tranquila, siempre hay una solución para todo. Además, tal vez, si que podáis estar juntos, quien sabe. Yo solo te digo, que, la vida da muchas vueltas, y puede traer sorpresas.- sonrió- ahora, lo que te pido, es qué estés preparada para todo lo que te espere, sea malo o bueno. Y si miras el lado positivo de las cosas, te irá todo mucho mejor, ya veras. Además, me tienes a mí como amiga, y eso, te va a ayudar un montón- me guiñó un ojo, y me abrazó. Uno de sus abrazos calidos y tranquilizadores. Esta vez, no pude contener las lágrimas. Lagrimas de emoción. Todo lo que me había dicho, me llegó muy adentro. Layla era una amiga de verdad, y con eso, me bastaba.
-Layla yo…-dije a un con lagrimas en los ojos.- gracias. Gracias a ti, se que voy a poder seguir a delante. Eres una amiga de verdad, y te quiero mucho. Gracias de nuevo, por todo lo que haces por mi, enserio. –la abracé.
-Tranquila, para eso están las amigas. Bueno yo ya me marcho.- me dio un beso.- ya hablaremos con mas tiempo.
-Vale- sonreí.
-Annie, adiós. Y por cierto, yo no se exactamente lo que te sucede, pero aun así, ¡ánimo! Debes de ser fuerte- me animó Jack, tras darme un beso en la mejilla.
-Muchas gracias. Adiós chicos. Ya no veremos.- me despedí.
En cuanto se fueron, me dirigí hacia mi clase.
Se me pasó el tiempo volando, ya que estuve toda la hora dándole vueltas y vueltas a todo lo sucedido.
Tras acabar la primera clase, me dirigí hacia el banco en el que había quedado con Layla.
Me senté, y pasados unos minutos alguien se sentó a mi lado.
-Hola- dijo aquella voz masculina que tanto me atraía. Lo miré y mis ojos quedaron atrapados en los suyos, en aquellos ojos misteriosos…
-A…A…Albert… ¿Que…Que estas haciendo aquí?-tartamudee sin poder creer lo que estaba viendo. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, y no hubo forma de detenerlo. No podía creer que Albert se encontrara allí en aquellos momentos, frente a mí. No, no me lo podía creer.
-Bueno… yo… He venido a inscribirme en el colegio.- Respondió al fin, provocando que mi corazón diera un vuelco.

capitulo 23

Desde que logré escapar, no deje de pensar en todo lo que me había sucedido, incluso pensé en como contárselo a mi madre.
Estaba decidida a saltarme la parte en la que descubría, como aquel chico del que estaba enamorada, era un cómplice de lord William. Si, estaba decidida a no contárselo, pero sin darme cuenta, las palabras brotaron de mi garganta, y no pude hacer absolutamente nada para detenerlas…
-¡Albert! Lord William le ordenó a él que me encarcelara- dije entre sollozos.- Aquello me dolió, sentí como si una estampida de rocas, se abalanzara sobre mi. Perdí toda esperanza. Las ganas de vivir, se me esfumaron… ¡No podéis imaginar lo que fue para mi descubrir la verdad sobre él! No… no podéis…- lloré, abrazando de nuevo mi madre. La abracé con fuerza, deseando desaparecer. Estaba avergonzada de llorar ante mi madre por un chico…
-Cálmate Annie…- me tranquilizaba ella una y otra vez.
Layla se acercó hacia mí, sentándose a mi lado, y me abrazó.
Tras unos minutos, nos separamos, y decidí continuar hablando.
-Lo siento, siento haberme puesto así- me disculpe primero.
-Es normal, todo esto ha debido de ser muy duro para ti.- respondió Layla.
-Si… -Ésta vez me dirigí hacia ella.- ¿Recuerdas cuando en el colegio, tú me contaste lo de Jack, y después yo te conté que durante unos días, había estado viendo a un chico en el portal? ¿A un chico del que me había enamorado?
-Si, si claro que me acuerdo- Los ojos de Layla se abrieron como platos. Al parecer, estaba comprendiendo de lo que le hablaba.- Quieres decir que…- Comenzó, pero le corté.
-Si, aquel chico, es Albert.
-Ohhh, dios, Annie, lo siento, lo siento mucho…
-A si que, te gustaba un chico, y a mi no me lo contaste…- replicó mamá.
-Bueno… yo…- No sabia que responderle.
-Tranquila, no pasa nada. De todos modos, yo ya estaba al tanto de ello.
-¿Qué?- pregunté mientras le lanzaba una mirada iracunda a Layla.
-Bueno…es que… no se como, pero salio el tema y…tuve que contárselo…
-Eres lo peor.- Volví a lanzarle una mirada asesina.
-Oye Annie, que no es para tanto que tu madre se entere de que a su hija le gusta alguien- dijo mi madre, haciéndose la ofendida.
-Ya bueno, tienes razón. Pero es que, no sabia como te lo tomarías y… me daba un poco de corte…
-Si lo sé. Es normal… Pero bueno, ahora ya sabes que puedes contármelo todo.- se mostró realmente comprensiva, algo que me aliviaba.
-Gracias- sonreí.
-No tienes que darlas. Por algo soy tu madre. Por cierto, ¿podría hacerte una pregunta?
-Si, si claro.
-Eso que llevas puesto, ¿es tuyo?- dijo señalando la sudadera de Albert. En ese mismo instante, me sonroje.- Digo, porque no recuerdo haberlo visto en tu armario…
-No, no es mío.- respondí algo nerviosa. - Es de Albert.
-¿Qué?- Pronunciaron las dos a la vez, Con la boca abierta. Me puse todavía más nerviosa.
-Bueno… Veréis… Es que…- tartamudee. No sabía por donde empezar.
-Haber Annie.- comenzó Layla.- ¿Quieres decir, que la misma persona que te encerró, te presto su sudadera?- preguntó algo confusa.
-Pues… si…
-¿Sabes? Me estas liando, y creo que a tu madre también.- dijo señalando su expresión, que yacía con los ojos abiertos como platos, y observándome atentamente.-Continua con la historia, haber si así lo entendemos mejor…
-¡Si sois vosotras las que no me dejáis!- las acusé. Comenzaron a reírse, y pasados unos segundos, se callaron. Tomé la iniciativa.
-Por favor, hasta que termine, no me interrumpáis- Las dos asintieron.- Pues veréis, lord William, ordenó a Albert, que me encerrara, el así lo hizo, y me llevó a las celdas subterráneas. Mientras íbamos caminando por allí, me invadió un horrible frío, y Albert, al percatarse de aquello, me presto su sudadera, ya que me dijo que en la celda, todavía haría mas frío.- me detuve para coger aire. Al observar las expresiones confusas de las dos, añadí- Lo sé. Es extraño, yo tampoco sé porque lo hizo, ni porque se preocupó por mi.
-Continua- dijeron en unísono.
-Mi celda, era horrible. Un lugar mugriento, y apestoso. Estaba todo muy sucio. No sabría si aguantaría allí por mucho tiempo, asíque decidí, que al día siguiente debería hacer algo para escapar.
Me dormí, y sobre las 5 de la mañana, me desperté. Tras buscar a ciegas una forma para poder escapar, esto comenzó a brillar intensamente- señalé el colgante.- después, el brillo comenzó a aminorar, y se quedo en un diminuto destello, que provenía de la perla del aire.- asintieron.- Tras comerme el coco una y otra vez, llegué a la conclusión de que debía crear una especie de llave con el poder de la perla. Así lo hice, y conseguí que la puerta se abriera.
-¿Todo eso lo hiciste tu sola? ¿Sin ayuda de nadie?- Layla me miraba sorprendida.
-Si…- afirmé. No me lo creía ni yo.
-Realmente, eres un hada guardiana. Si. No hay duda.- exclamó mamá. Continué hablando.
-No había ni un solo guarda vigilando mi puerta, algo que me extrañó. Eché a correr, sin pensármelo dos veces, y cuando a penas me quedaban unos metros para poder salir de aquella fría y húmeda cueva, choqué con alguien, y me caí. Albert, era Albert, que venía a vigilarme. – Las bocas de las dos se abrieron de par en par, pero no pronunciaron palabra, sino que me dejaron continuar- Me preguntó haber si había logrado escapar gracias al colgante, y que haber si tenia la intención de entregárselo a lord William. Le respondí que no. Ni loca. No podía entregárselo. Tuvimos una discusión, por así llamarla. Yo le grité, y le dije que era un estúpido por ayudar a lord William, que se había arruinado la vida y todo eso… Para mi sorpresa, me dio la razón, y me aclaró que no tuvo otra opción. Que yo también hubiera hecho lo mismo si hubiera estado en su situación. A continuación, murmuró algo de su hermano, pero no conseguí escucharlo bien. Le pregunté lo sucedido con su hermano, pero me dijo que no era ni el lugar ni el momento para contármelo. Después, me ordenó que me marchara. Si, me dejo escapar. El, Albert, me dejo escapar…
-Ohhh, dios… Todo esto es tan… raro…- exclamó Layla.
-Pues si, y es que no se que pensar… Estoy confundida, mucho. Un día de estos, me voy a volver loca, ya veréis.
-Tranquila cariño, tranquila. Se que esto es realmente desconcertante, incluso para mi, pero ya veras, en algún momento, llegaran todas las respuestas a tus preguntas. Solo es cuestión de tiempo.- Me tranquilizó mamá.
-Ojala... –Dudé -Pero una cosa tengo clara, no voy a parar hasta averiguar la razón por la que me ayudó. Y lo mas importante, hasta averiguar porque está a las ordenes de un ser tan despreciable como lord William.
-Si, buena idea.- aclaro Layla.
-Lo que te pido, hija, es que tengas mucho cuidado. Ahora ya sabes que en cualquier momento, te puede aparecer alguien, ya que lord William, anda tras de ti. A si que, por favor, ten mucho cuidado. No me lo podría perdonar si te pasara algo…- exclamó mamá, preocupada.
-Tranquila mamá, andaré con mucho cuidado, te lo prometo.- le di un beso en la mejilla.
-Bueno, ahora que nos lo has aclarado todo, veo que deberías acostarte un rato. Debes de estar agotada con todo lo sucedido.
-Si, es verdad.
- Stephanie, Annie-dijo Layla- yo me tengo que ir. Tengo que terminar algún que otro trabajo. Nos vemos mañana Annie. Y tranquila, que todo termina solucionándose- Me guiñó un ojo, y se marchó.

capitulo 22, por fin en casa

Tras galopar varios kilómetros, llegamos a Kingdalia.
Athos se detuvo, dejándome en frente de mi casa.
Me baje, y le di las gracias un millón de veces. Lo abracé y tras esto, se marchó.
Le seguí con la mirada, sin saber hacia donde se dirigía.
Saqué las llaves del bolsillo, y las introduje en la cerradura de la puerta principal que daba al jardín.
Comencé a andar a trabes del sendero sinuoso. Antes de llegar a la entrada, vislumbré a una joven mujer de cabellos claros hablando con dos hombres trajeados.
Sin pensármelo dos veces, me acerqué corriendo.
-¡Mamá!
Su rostro cambió completamente, eliminando toda tristeza y preocupación.
Se abalanzó hacia mi, y me abrazo como nunca antes lo había echo.
Lloró, lloró de la emoción, y sus lágrimas provocaron que yo también lo hiciera.
-Dios cariño, he estado muy preocupada. ¿Dónde estabas?
-Mama… Lo siento… pero es que…- detuve mi frase, mientras observaba a aquellos dos hombres. A primera vista parecían completamente normales, pero tras mirarlos fijamente, pude observar, que había algo en ellos, que no era normal. Sus brazos, sus brazos eran tentáculos.
-Tranquila cariño, estos son Darryl y Jason. Son unos amigos míos. Los llamé cuando Layla vino a avisarme de que no aparecías y me estuvieron ayudando a buscarte…-dijo tras darse cuenta de mi expresión. Le sonreí.- Por cierto, Layla está dentro de casa. Ha pasado la noche aquí. Estaba muy preocupada por ti, y por lo menos, me animaba un poco. Ve a verla, que yo voy ahora dentro de un rato y me cuentas lo sucedido.
La abracé de nuevo, y me introduje en el interior de la casa.
Me encontré a Layla sentada en el sofá, despeinada, y con la mirada perdida.
No estaba sola, un chico se encontraba sentado a su lado.
-¡Layla!- le grité. Seguidamente giro su cabeza, y tras verme, su rostro se tornó, mostrando una enorme sonrisa. Se levantó rápidamente, y se abalanzo sobre mí. Me dio mil besos y abrazos.
-Tranquila, que ya estoy bien.
-Annie, ¿Dónde te habías metido? Estábamos todos tan preocupados…
-Ya bueno, es muy largo… Cuando venga mamá, os lo cuento, que no me apetece repetir la historia dos veces. Y por cierto –dije mirando a Jack.- Veo… que no has perdido el tiempo ehhh.- le guiñé un ojo.- Cuando se marche, me lo cuentas todo. ¡Con pelos y señales!
-jajaja. Claro. Ainss, ahora todo está perfecto. Tengo un novio guapísimo, y mi mejor amiga ha aparecido.- sonreí- La pena es… que tú no pudiste encontrarte con el chico del que tan enamorada estas…
Mi cara se entristeció tras oír sus palabras
-¿Qué sucede?- me preguntó tras percatarse de mi reacción.
-Ya te contare… Venga sentémonos.
Nos dirigimos hacia el sofá, y antes de sentarme, saludé a Jack.
-Hola.- le dije con una enorme sonrisa.- Me llamo Annie. Encantada de conocerte.
-Si lo sé. Layla me ha hablado mucho de ti- sonrió.- Encantado.- Nos dimos dos besos.
Me senté, y acto seguido mi madre entro por la puerta.
-Bueno, va a ser mejor que yo me valla.- dijo Jack.
-Vale cariño.-Layla se levantó para darle un beso.- Nos vemos mañana en el colegio.
-Claro.- y se fue.
-Annie- comenzó a hablar mi madre tras sentarse a mi lado.- cuéntanos que te ha sucedido, por favor.
-Bueno, pues veréis. En cuanto me dirigía hacia la parada del autobús, dos hombres, me atraparon. Me ataron las manos, y me pusieron un trapo asqueroso en la boca para que no pudiera gritar.- paré a coger aire.- se llamaban, Smith y Christopher. Si, así se llamaban. Después, anduvimos durante unos minutos, y me subieron a un coche. En el yacía una señora, de la cual desconozco su nombre.
El coche se detuvo en Lorhmania, y después, supongo que os imagináis lo que sucedió…
-Te llevaron ante lord William, ¿No es cierto?- respondió mi madre.
-Si. exacto.
-Dios, esto parece sacado de una película- respondió Layla, que me observaba atentamente, sin poder creer cada palabra que escuchaba.
-Tras entrar en el palacio, y llegar a la sala en la que yacía lord William, tuve que arrodillarme ante él. Éste me ordeno que le entregara el colgante. Me negué a dárselo, y… y…- las palabras se me trababan. Otra vez me recorrían aquellas desagradables ganas de llorar, pero esta vez, no pude contenerlas.
-Tranquila cariño, ya estas bien. No pasa nada.- me tranquilizo mi madre, mientras me rodeaba con sus calidos brazos, consumiéndome en un tierno abrazo.- Si no quieres hablar de eso ahora, no importa. Ya nos lo contaras mas tarde, cuando descanses…
-No, no mamá. No importa.
-Está bien. Como tú quieras.- Me dio un beso, y continué hablando.
-Ordenó que me encarcelaran. Que me llevaran a las celdas subterráneas del castillo, y que no me dejaran salir de allí, hasta que decidiera entregarle el colgante…
-Dios, es horrible.- La cara de Layla expresaba una enorme angustia.
-Si… Pero eso no fue lo peor de todo…- y de nuevo, comencé a llorar, tras recordar la escena en la que Albert, se encontraba de pies, junto a lord William…

viernes, 19 de noviembre de 2010

capitulo 21


Corrí durante varios minutos. Tras haber salido de aquellas cuevas subterráneas, me dirigí por los pasillos hacia la salida, sin pararme a pensar donde se encontraba. Por suerte la localicé sin problemas, y para mi sorpresa, no había ni un solo guarda vigilándola.
En cuanto escapé de aquel horrible palacio, me detuve frente a unos árboles a coger aire. Estaba agotada.
Después de descansar durante varios minutos, miré a mí alrededor. Lo único que sabía era que me encontraba en Lorhmania, pero no sabia en que parte de la ciudad.
Recordaba como había venido hasta aquí. En coche. Pero ahora, ¿Cómo iba a volver?
No se visualizaba ningún taxi por la zona…
Empecé a andar, por el interior de aquel bosque, y al fin, llegué a la zona donde nos dejó aquel coche ayer.
Me detuve a pensar. Mi madre paso por mi cabeza. ¡Claro! Ahora si que podía llamarla.
Saqué el móvil del bolsillo, y para mi sorpresa, estaba apagado. ¡Sin batería!
-Valla hombre, todo me tiene que pasar a mí. – me dije de mala gana.
Me quedé en silencio, y en ese mismo instante, escuché una especie de chirrido. No sé de donde provenía, pero aquello, me dio una idea.
Esperanzada, silbé. Silbé con todas mis fuerzas, con la esperanza de que Athos, viniera en mi busca. Mi padre dijo que solo tenía que silbar, y el aparecería.
Tras cinco minutos esperando impacientemente, me senté en el suelo, rendida.
Athos no aparecía, no tenia móvil... ¿Cómo pretendía volver a casa?
Un sonido que provenía de detrás de unas colinas llamó mi atención. Cada vez se escuchaba con más intensidad. Finalmente lo descubrí.
Un enorme caballo negro, se dirigía con su hermoso galope hacia mí. El viento azotaba sus bellas y negras crines.
Lo miré con admiración, mientras se detenía delante de mí.
Alegremente, lo acaricié, y me subí a lomos de él.
-Llévame con mamá Athos, con mamá.
Acto seguido, el semental comenzó a trotar, y tras unos segundos, ya había comenzado a galopar a la velocidad del rayo.
Por fin. Por fin me encontraba a salvo.
----------------------PARTE NARRADA POR ALBERT------------------------
Aquella chica… ¿Annie? Si. Así se llamaba. Un nombre realmente precioso, y del cual, nunca me olvidaría.
No se como ocurrió, pero desde que la observé por primera vez, un extraño sentimiento floreció en mi interior, y desde entonces, no a parado de crecer.
No sé que significa, ni por qué. Nunca me había sucedido nada parecido con alguien. Ella… Ella es especial. Tal vez, esa ha sido la razón por la que la he dejado marchar, a pesar de saber lo que me esperaba cuando lord William lo descubriera.
Aquel momento junto a ella, aquí, en las cuevas, no lo olvidaré nunca…
Piiiiiiiiii piiiiiiiiiii piiiiiiiiiii
Aquel doloroso pitido me sacó de mis pensamientos.
Me di la vuelta, y vi a dos fornidos hombres que se dirigían hacia mí.
-¿Qué ha sucedido?- pregunté en cuanto se detuvieron frente a mi. Lo sabia, si, sabia lo que ocurría. Se habían dado cuenta de que Annie no estaba.
-¿Cómo te atreves a preguntarlo?- respondió el más grande.
Le miré atentamente, sin responder.
-Sabemos lo que has hecho Albert, y lo vas a pagar caro, muy caro.- esta vez habló el otro hombre.
-Si. Lord William vio por las cámaras a Annie escapar del palacio. Él te ordenó a ti que la vigilaras. Es imposible que se te haya escapado sin que te dieras cuenta. Tú la has ayudado a escapar.- me acusó. Si, estaba perdido. Me habían descubierto mas rápido de lo que pensaba.
-Lord William te está esperando. Quiere hablar con tigo…
Asentí, y comencé a andar hacia la salida de las cuevas subterráneas.
Aquellos dos hombres, a los cuales había visto alguna vez por el palacio, pero que desconocía sus nombres, me siguieron. Cerré la puerta tras ellos, y me dirigí por el pasillo hasta la sala en la que yacía lord William.
Me acerqué por la brillante alfombra roja, y me planté de rodillas en frente suyo.
-Albert, Albert, Albert. Me has decepcionado mucho, que lo sepas.- su voz era calmada, demasiado calmada. Y eso era malo…
-Yo… Lo siento.- Agaché la cabeza. No quería mirarle a los ojos. No me atrevía.
-¿Crees que con un simple lo siento se arregla todo?- su tono cada vez era mas frío.- ¿Sabes lo que has hecho? ¡La has dejado escapar! ¡Con todo lo que me había costado, y vas tú, y la dejas escapar! Por fin la tenía Albert. ¿Es que no te das cuenta? Por fin iba a conseguir el poder del colgante, y un simple mocoso como tú va y me traiciona. No me lo esperaba de ti Albert, no me lo esperaba.
No dije nada. Seguí con la cabeza gacha, clavando mis ojos en el brillo de la alfombra.
Volvió a hablar.
-Con que, ¿no vas a responder?
Lo miré, sin decir palabra.
-De acuerdo. Guardas, ¡encerrarlo! Después me ocuparé de él, y de su hermano. ¡Vamos!- les ordenó a aquellos dos fornidos hombres
-¿Qué? ¡No! No, por favor. Lord William, lo siento. Por favor, podéis matarme a mí, pero a mi hermano no le hagáis nada. El no tiene la culpa…- respondí horrorizado.
-¿Por qué no he de hacerlo? Por qué… ¿un traidor como tú me lo pide?
-Yo…- recapacité, y al fin lo dije. No tenía mas remedio. De lo contrario, mi hermano y yo moriríamos.- Haré lo que tu me pidas. Si, haré todo lo que me pidas.
-¿Todo? ¿Harías todo lo que te pidiera solo por salvar a tu hermanito?- sé paró a pensar.
-Si. Si señor.
-De acuerdo. Pero te lo advierto, como vuelvas a traicionarme, dejaré de darle la medicina a tu querido hermanito, y morirá asfixiado, ¿Queda claro?
-S…Si…-respondí tristemente.
-Bien, eso espero…
-Que… ¿Que tengo que hacer?- conseguí preguntar. Me temía lo peor.
-Muy sencillo. Me he dado cuenta, mientras te observaba, como brillaban tus ojos cuando ella estaba cerca. Si, ya ves, me doy cuenta de todo. Se que le has dejado escapar, porque dentro de ti yace un sentimiento hacia ella.
No voy a matarte, ni a ti, ni a tu hermano, pero por traicionarme de ese modo, voy a hacer que sufras para que así aprendas la lección sobre hacer las cosas antes de pensarlas.
Lo que deberás hacer será inscribirte en la escuela de Wasserfall. Contarle cualquier trola a Annie, no sé, decirle que te has escapado cuando la dejaste marchar, que ya no estas a mis ordenes… Lo que quieras. Pero que te crea. Te haces su amigo, en el cual pueda confiar, y tras pasados unos meses, cuando ella ya obtenga la gran mayoría de las perlas en su poder, me la entregas. Yo te avisaré.
La mandíbula se me desencajó, un horrible escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y se me removió el estomago.
-¿Quieres decir, que debo traicionarla? ¿Mentirle?
-¡Exacto! Veo que captas las cosas a la primera.
-Pero yo… No… No puedo hacer eso…
-¿A no? No importa, no necesito tu ayuda. Ni a tu hermano. Sin ti, el es un simple estorbo para mi. Con lo cual, si no haces lo que te he pedido, tu hermano morirá, al igual que tú - respondió con una fría sonrisa en la boca. Dios, como le odiaba. ¡No me podía hacer esto! Me encontraba entre la espada y la pared…
-Pero… pero…- tartamudeé.
-No hay pero que valga. Tú eliges, salvar a tu hermano traicionando a tu querida Annie, o quedarte con ella y que tu hermanito muera.

capitulo 20

Estaba asustada, mucho.
Le miré, con temor. Temor a que volviera a encarcelarme, temor a volver a aquella horrible celda donde me encontraba más sola que nadie.
Me miró, de arriba abajo, y finalmente, se detuvo en mis ojos.
Su cara no tenía ninguna expresión. Felicidad, tristeza, admiración, odio… nada. La primera vez que veía una cara humana sin expresión.
Volví a sentir aquel horrible miedo que me invadía de nuevo.
No dijo ni una sola palabra, simplemente se dispuso a mirarme. Aquel silencio estaba resultando ser un tanto incomodo.
Finalmente, se decidió por hablar. Temí. Temí que dijera: ¿Cómo has conseguido escapar? No deberías haberlo echo, verás cuando lord William se entere. No saldrás viva de esta…
Los pelos del brazo se me erizaron cuando me imaginé aquellas palabras brotando de la boca de Albert.
-La verdad es que, no te queda nada mal mi sudadera. Para nada.- sus palabras me sorprendieron. Me quedé sin habla. Sin saber que responder.
-Yo… ehh…- intenté pronunciar, sin saber con exactitud que decir.- Bueno… gracias.- opté por lo mas sencillo.
-¿Cómo has conseguido escapar?- pronunció aquellas palabras que tanto temor me causaban. No contesté, y esperé a que continuara con la frase. No lo hizo. Al parecer, había terminado.
-Emm… Bueno… yo…- Hice un enorme esfuerzo para que las palabra salieran de mi boca. Estaba demasiado asustada.- pues… es un poco largo…
-Eso.- señaló mi colgante para mi sorpresa.- lo has utilizado ¿no? Escuché a lord William decir que tenía un gran poder. Pero que por desgracia, lo poseía una niñata como tú. Que eso debería ser suyo.- su cara seguía sin expresión.
Lo miré atónita, pero no respondí. Se volvió a tornar un desagradable silencio entre nosotros. Finalmente, acabó con él.
-¿Se lo vas a entregar?
Su pregunta me pillo desprevenida.
-¿Qué? No… nunca.- dije lo primero que pasó por mi mente. Lo pensé mejor.- Quiero decir… no puedo.
-¿Por qué no?
-¿Por qué me lo preguntas?
No respondió. Seguí ablando.
-Mira, si lord William te ha ordenado que vengas a quitármelo, estas perdiendo el tiempo, podéis encarcelarme, torturarme, incluso matarme. Pero de ningún modo lograreis quitármelo- dije nerviosamente, parando a coger aire.- No permitiré que lord William consiga este colgante. No, no puede. Si lo hace, ¡todos correremos peligro! ¿Es que no lo entiendes?
Dios, no se porqué razón estas con el, la verdad, es que no tengo ni idea. Ni siquiera puedo imaginármelo, ya que me parece completamente estúpido por tu parte. ¿Cómo puedes ayudar a una persona como lord William? ¿Estas mal de la cabeza? ¿Acaso no sabes lo que el pretende hacer con todos nosotros, incluso con tigo? ¿Crees, que porque estés de su parte, podrás vivir feliz y sin complicaciones? ¡ESTAS COMPLETAMENTE EQUIVOCADO!- grité, atacándole. Se dispuso a mirarme, sorprendido. No se lo esperaba. Esperé que me pegara, que me gritara, pero no hizo nada. Continuó observándome.
Tras un largo silencio, respondió.
-Si. Lo sé todo. Sé lo que lord William planea, y también se para qué quiere tu colgante.- su tono era suave, tranquilo. Algo que me sorprendió.
Su respuesta me pilló por sorpresa, no me lo esperaba. Pero lo que mas me inquietó, es que lo decía con toda la tranquilidad del mundo. Como si lo que el hacia, fuera algo normal.
-¿Y? ¿Te parece algo normal? No te entiendo. ¡Estas loco! ¡Completamente loco! No entiendo como una persona tan joven como tú, puede arruinarse la vida de tal forma. No me cabe en la cabeza. En conclusión. ¡Eres estúpido!- grité de impotencia. Unas enormes ganas de llorar me invadieron, pero las contuve, haciendo un gran esfuerzo.
Finalmente, la expresión de Albert se tornó, y se volvió más triste.
-Si… Tienes razón… Me he arruinado la vida…- susurró para mi sorpresa.- Pero… ¡No tenia otra opción! ¡Tú eres la que no lo entiendes! Si hubieras estado en mi lugar, tu también lo hubieras echo...- ahora era él quien me gritaba. No comprendía ninguna de sus palabras.- mi hermano… mi hermano…- susurró muy bajito.
-¿Qué sucedió? ¿Qué ocurre con tu hermano?
-Déjalo. No es el lugar ni el momento para contártelo. Además, no estoy seguro de si lo entenderías…- su tono se endureció.
-Pero…- repliqué. Quería saber lo que guardaba en su interior. Necesitaba saberlo. Tal vez aquello conseguiría que me sintiera mejor. Me ayudaría a entenderle a él. A la persona de la que tan enamorada estaba.
-Pero nada.- me cortó.- Ahora, es mejor que te vallas- señaló la salida.
-¿Qué?
-Lo has oído perfectamente. Vamos, lárgate antes de que lord William se de cuenta de que no estas.
-Pero… ¿por qué? ¿Por qué me ayudas?
Se lo pensó durante unos segundos. Finalmente dijo:
-No preguntes, no hay tiempo.- Tanto misteriosismo me estaba poniendo de los nervios.
Señalé su sudadera, y sin dejarme hablar respondió:
-Quédatela. Ya te lo dije, te queda genial. Incluso mejor que a mí.- su tono se endulzo, y esta vez, mostró una sonrisa, tan perfecta, que provoco que me temblara todo el cuerpo.
Le sonreí.
-Bueno… No es para tanto. Te la devolveré. Gracias, gracias por dejarme escapar. De verdad. Pero que te quede una cosa clara, no voy a parar hasta descubrir porqué. Voy a descubrir la razón por la que te encuentras aquí, y la razón por la que has decidido ayudarme. Ayudarme oí, ya que ayer me encarcelaste…- le sonreí, y eché a correr, sin darle tiempo a responder.
No podía creer lo que me acababa de suceder. Albert, mi querido Albert, me había dejado escapar. Después de todo, no resultaba ser tan malo como yo pensaba.
Si. Estaba decidida. Iba a hacer todo lo posible por saber más de él. Y ayudarle, ayudarle a salir de ese infierno…

capitulo 19, tengo que escapar

Me senté en la cama, y me dispuse a pensar en el modo de poder utilizar el poder de la perla del aire.
Tras pasados 10 minutos, decidí colocar las manos una en frente de la otra, con la esperanza que de ellas profanara una especie de viento o algo parecido, como sucedía en las películas. No funciono.
Lo intenté durante cuatro veces, y a la quinta, me rendí. No había forma de que funcionara. Además, me sentía ridícula.
Tal vez, yo no era la persona que todos esperaban que fuese. Quizá, se habrían confundido…
Resoplé, y una pequeña lágrima asomó por uno de mis ojos.
En ese mismo instante, el colgante volvió a brillar.
Resoplé de nuevo. Por mucho que brillara, yo no tenia ni idea de que hacer con ello…
Observe como la intensidad del brillo crecía. Crecía con cada soplido mío…
-¡Si! ¡Eso es!– grité emocionada, y acto seguido me cubrí la boca. Me puse en pie corriendo, y me asome por la ventanilla. El pasillo seguía estando vacío. -Menos mal.-suspiré.
Me arrodillé, colocándome frente a la cerradura. Una cerradura poco común.
Soplé en el interior de ella, pero no sucedió nada.
En ese momento, caí en la conclusión de que el viento lo creaba con mi aliento, pero que él, por si solo, no hacia nada. ¡Debía darle forma de llave!
Sino, no podría abrir la puerta.
Coloqué las manos en posición de “pedir”. Es decir, la mano derecha sobre la mano izquierda, formando una especie de cuenco.
Soplé en el interior de éstas, y una extraña sensación las recorrió.
No veía nada, el aire que había creado era invisible, pero sabia que estaba allí ya que notaba como si algo, la hoja de un cuchillo, rozara mis palmas.
Examiné la cerradura, e imaginé como seria la llave que la abriría.
Note como el aire que contenía en mis manos, se iba transformando, hasta optar un tamaño mas pequeño, pero que seguía sin ser visible.
Moví las manos, y lance la “llave” contra la cerradura. Una especie de sonido chirriante provocó que los oídos me dolieran.
Coloqué mi mano frente a la cerradura y la giré. La llave que había creado, se giró junto con mi mano, y de esta forma, la puerta se abrió, tras un silencioso estruendo.
Orgullosa, sonreí.
Había creído en mí, y de esa forma, lo había conseguido.
Me asomé por aquel siniestro pasillo.
Agudicé mi oído, aunque no escuchaba demasiado bien, ya que el chirrido de antes me había provocado una pequeña sordera.
No se percibía nada.
Me quedé mirando, frente a la pared. La toqué. Era una pared de rocas, como la de una cueva.
Mejor dicho… Me encontraba en una cueva.
Debían de haber tardado una barbaridad en excavarla.
Me di la vuelta, y mire más allá de mi celda. El pasillo se agrandaba por allí.
Supuse que más celdas, con gente, se encontrarían allí.
Un desagradable escalofrío me recorrió. Dí gracias a que aun llevaba la sudadera de Albert, ya que hacia un frío terrible…
“Va a ser, que se queda sin sudadera…” recapacité, un poco preocupada, pensando de nuevo en él, como de costumbre…
Comencé a andar lentamente, sin ver nada, ya que el pasillo se encontraba en la penumbra.
Tras unos segundos caminando, aprecié una especie de luz blanquecina a lo lejos.
¡La salida! Si. Aquella era la puerta que daba a estas celdas subterráneas, y para mi suerte, se encontraban abiertas.
Sin pensármelo dos veces, eche a correr hacia ella.
Corrí a ciegas, ya que la única luz que yacía en aquel pasillo era la de la salida.
Cada vez iba cogiendo más velocidad. ¡Estaba contentísima! Por fin iba a salir de aquel horrible lugar.
Me encontraba a pocos metros de la salida, cuando de repente choqué con algo… y caí al suelo, por el impulso. Todo sucedió muy rápido.
Me incorporé, acariciándome la cabeza. Al caer, me la había golpeado, y la tenia dolorida.
En cuanto lo vi, me quede atónita. El miedo comenzó a invadirme de nuevo.
¡Me habían descubierto!
Con todo el esfuerzo que había hecho para poder escapar de aquí, y justo ahora que estaba a milímetros de salir, va, y aparece…

capitulo 18

Me sobresalté. Al parecer había tenido una pesadilla ya que a pesar del frío que hacia, de mi frente caían unas pequeñas gotas de sudor.
Intenté recordar que era lo que tanto temor me había causado para sobresaltarme así, pero no lo conseguí. No lograba acordarme.
Me puse en pie y miré a mí alrededor, un poco alteraba.
Tras observar la habitación durante varios minutos, recordé que me encontraba en una de las celdas del palacio.
Lo había olvidado por completo.
Me senté en la cama, rodeando las rodillas con los brazos, y comencé a llorar.
No dejaba de pensar en mi padre, en mi abuela, en mi madre, y en Layla…
Con lo feliz que era hasta hace nada, y ahora toda mi vida se había arruinado.
De vivir en una bonita casa, he pasado a estar en esta pocilga. A saber durante cuanto tiempo debía estar aquí, tal vez unas semanas, o tal vez durante el resto de mi vida, hasta morir…
Y Albert. Cada vez que pensaba en él, me daba un vuelco el estomago, y una enorme angustia recorría todo mi cuerpo.
Enterarme de que la persona de la que me había enamorado, era un ayudante de lord William… era demasiado. No estaba preparada para aquello. ¿Por qué el? ¡Con todas las personas que había en el mundo, tenia que enamorarme de él!
Ya nada tenía importancia… ¿Para que? ¿Para que luchar, y ser fuerte si aquella persona que tanto me gustaba, aquella persona que estaba convencida que seria quien me ayudaría y me apoyaría, resultaba ser aquella que hace unas horas me había encarcelado?
Ya nada merecía la pena…
Todo esto me estaba volviendo loca.
Además, no le veía mucha lógica a que Albert yaciera con lord William por su propia voluntad… ¿O tal vez si?
Tenía mis propias dudas. Pero lo que si tenia claro era, que de algún modo, debía averiguarlo.
Tal vez la respuesta fuera dura, pero no me importaba. Debía saber la verdad. La verdad sobre él.
-Un momento -grité alterada apartando todos aquellos pensamientos e introduciendo mi mano en el interior del bolso.
Si. Allí estaba mi móvil, tal y como lo había dejado el día anterior. Por suerte, aquellos dos payasos no me lo habían robado cuando me habían cogido en aquel callejón.
Una nube de esperanzas recorrió mi cuerpo.
Lo encendí, con la esperanza de poder llamar a mi madre, poder decirle donde me encontraba y así poder salir de aquí de una vez.
Busqué su número, y acto seguido pulsé el botón verde de llamada.
Mi corazón comenzó a latir velozmente.
Escuché durante unos segundos, pero nada. No se oía nada.
-¿Ma…Mamá?- tartamudee, a causa de los nervios.
Silencio.
Extrañada, miré en la pantalla del móvil, y entonces lo entendí todo: ¡No había cobertura! Solo podía hacer llamadas de emergencia, y en este momento, no me servia para nada, ya que, ¿Qué les contaría? ¿Qué estoy en un lugar mágico, al que solo se puede acceder con poderes? ¿Qué me había encerrado un tal William porque quería mi colgante, ya que con él podría gobernar el mundo?
Me tomarían por loca… Por una completa loca.
Además, no encontrarían la forma de localizarme, ya que solo podrían venir aquí si poseerían poderes, y dudo mucho que los tuvieran.
Adiós a todas mis esperanzas.
Pensé en acostarme de nuevo, pero seguidamente lo retiré. No eran más que las 5:00 de la mañana, pero ya no tenía sueño.
“Mi madre estará preocupadísima” pensé mientras comenzaba a llorar.
-Basta Annie basta.- me dije. Tengo que ser fuerte. Aquí sentada y llorando no hago nada. ¡No! No me puedo quedar de brazos cruzados. Debe de haber algo que pueda hacer.
Me dirigí hacia la puerta y me asomé por la ventanilla.
¿Y Albert? ¿Dónde se encontraba Albert?
Decidí dejar de pensar en él. Debía olvidarlo. Algo que me resultaba realmente difícil.
Y más, teniendo esta preciosa sudadera suya… Joder, otra vez lo estoy haciendo. Otra vez vuelvo a pensar en el… No se que tendrá aquel chico para que me sea tan difícil olvidarlo…
El pasillo estaba en la penumbra. No se escuchaba nada.
Había esperado encontrarme con alguien, algún guarda vigilando o algo, pero no. No había nadie.
Perfecto. Tenía vía libre. Ahora solo tenia que encontrar la forma para poder abrir aquella puerta.
Comencé a pasearme, por la habitación. Me dispuse a recapacitar, buscando alguna solución y de repente, una brillante luz blanca sobresalió de mi colgante. La miré atónita, haciendo un gran esfuerzo, ya que la luz era cegadora. Se fue amainando, hasta quedarse en un pequeño destello que provenía de una de las perlas, la del aire.
Empecé a pensar, y lo entendí.
Debía utilizar el poder del aire para poder abrir la puerta. Solo tenía que crear una especie de viento, introducirlo en el interior de la cerradura, y hacer que girara hasta que se abriera la puerta.
Pero había un problema. ¡No tenia ni idea de como se hacia eso!
En la escuela no me lo habían enseñado. Simplemente sabía cuatro cosas: mover algún que otro objeto y poco más. Pero aquello no me servia para nada…
En aquel momento, recordé las palabras de mi madre: “te enseñaran a usar parte de tus poderes en la escuela, la otra parte, la tendrás que aprender tú por tu cuenta […]”
Y eso significaba, que debía aprender a abrir la puerta por mi cuenta.
“Es imposible, no voy a ser capaz de aprender esto por mi cuenta, y en poco tiempo. Voy a tener que quedarme aquí, durante mucho tiempo…” pensé sin esperanzas.
Estaba perdida… o eso creía.

capitulo 17, encarcelada...

Después de compartir una profunda mirada, se dirigió hacia mí.
-¡Espera!- dije apartando mi mirada de Albert y dirigiéndola hacia lord William.-¡No… no… no puedes encarcelarme! ¡Por favor! Deja que me valla. ¡Yo no puedo quedarme aquí! ¡Tengo una vida, unas amigas, una familia! Ellos me necesitan! Entiéndelo por favor. Déjame marchar!
-Jajaja.- rió- ¿de verdad pretendes conmoverme y hacerme cambiar de opinión con ese ridículo discurso? Se ve que no me conoces del todo.- dijo sarcásticamente.- tu no te vas de aquí, sin antes darme el colgante.
-¡NUNCA!- chillé, y sin pensármelo eché a correr hacia la puerta. Escuché a lord William gritar para que vinieran a por mí. Justo cuando tenía la intención de abrir la puerta, alguien me agarro fuertemente de la espalda, provocando que cayéramos al suelo. Me incorporé, y vi que Albert se levantaba poniéndose en pie. Me alcé nerviosa. Me agarró, para que no volviera a escapar.
Intente soltarme, pero no hubo manera.
-Yo que tú, me quedaría quieta. Solo empeoraras las cosas. No conoces a lord William, y mejor si no lo haces.- me susurró al oído. Aquello me hizo temblar. No se si por el miedo, por la rabia, o por que él me había susurrado al oído.
Me rendí. No había forma de escapar de allí.
-Albert, llévate a la mocosa ésta. ¡Vamos!
Me agarró del brazo y me empujo junto a él.
En la puerta principal, se encontraban dos hombres, con armadura. No sé de donde habían salido, ya que hace nada, no estaban.
Se abrió la puerta a nuestro paso. La atravesamos, dejando atrás la sala del trono, y con ella, a lord William.
Aquellos guardas de la puerta nos siguieron por detrás, supongo que para asegurarse que no intentara escapar de ningún modo.
Atravesamos el comedor, y nos dirigimos pasillo adelante.
No me atreví a pronunciar ni una sola palabra, estaba dolida, y muy asustada.
Llegamos a una habitación. Era pequeña y diría que estaba vacía salvo por un enorme cuadro que yacía colgado de la pared. Al verlo, se me pusieron los pelos de punta. Tenía algo muy siniestro. En él estaba dibujado una especie de pasillo, muy oscuro, sin apenas luz. Al fondo de éste se podía distinguir una pequeña mancha blanca. No se apreciaba con claridad.
-Quédate aquí. No te muevas.- me ordenó Albert.
Le hice caso, y observé como se dirigía hacia el cuadro.
Posó su mano sobre la figura blanca que estaba dibujada, y de repente, una enorme mancha comenzó a aparecer en la pared, hasta convertirse en una puerta metálica.
-Vamos, acércate.- dijo Albert mientras hacia señas con la mano para que me acercara.
Vi que les hacia una especie de gesto con la cabeza a los dos guardias. Inmediatamente, se marcharon.
Me acerqué hacia él. Mi corazón latía demasiado fuerte. Se me mezclaban los nervios y el miedo. Procuré parecer tranquila, pero no actúo demasiado bien.
-No te agarraré, pero espero que no intentes escapar. El palacio esta rodeado de guardas. Solo tengo que gritar, y acudirán a atraparte.
-De…de acuerdo. – respondí tristemente. Tenía la esperanza de que ablandara un poquito, y me dejara escapar, pero parecia imposible…
Al lado de la puerta se encontraba una especie de pantallita pequeña. Albert posó su mano sobre ella, y después de reconocérsela, ésta se abrió.
La atravesamos. Al principio no pude visualizar nada ya que se encontraba muy oscuro.
Esperé a que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Después, observé que un enorme pasillo, como una especie de cueva profunda, se encontraba frente a nosotros.
Tirité. Hacia mucho frío allí dentro.
Albert se percató de aquello, y acto seguido se quito su sudadera negra con rallas blancas, que hacia juego con sus deportivas anchas y negras.
Se quedó en manga corta. Aquella camiseta le marcaba los músculos.
“Está guapísimo”. Pensé sin darme cuenta de que me había quedado mirándole como una tonta.
-Ten.- dijo mientras me la tendía. Me miró a los ojos, y mi mirada se perdió en aquellos dos brillantes ojos…
Era tan guapo. Deseaba coger su sudadera, ponérmela, y no separarme de ella en la vida. Pero no podía. Aquello solo empeoraría mas las cosas…
Cada vez que le miraba, cada vez que me dirigía una palabra, a pesar de que fuera una como “no intentes escapar”, mi corazón se desbocaba, y eso era malo, muy malo. Representaba que cada vez me estaba enamorando más y más de él. Y eso no podía ser. No podía enamorarme de alguien que estuviera a las órdenes de lord William. No, no podía. Él era mi enemigo…
-No… no la quiero. No tengo frío.- me negué, apartando mi mirada de la suya, y pareciendo borde, algo que no dio mucho resultado, ya que de mi boca salió un fino hilo de voz.
-Si, si la quieres. Mira.- dijo señalando mi desnudo brazo.- ¿sabes que es esto? Se le llama piel de gallina, y sale cuando alguien tiene frió.
Me mordí el labio. Aquella piel de gallina me había delatado.
-¿Por qué?- pregunté
Se extrañó, pero no dijo nada
-¿Porque me dejas tu sudadera? Se supone que no soy más que una simple prisionera. No importa el frío que yo pase, lo univoque importa es que le dé este colgante a lord William, y si no lo ago, moriré. Que más da el frío que pase.
Albert se sobresalto con mis palabras…
Al ver que no contestaba, le miré. Me devolvió la mirada y se dispuso a hablar.
-Yo… Bueno… Veras…-tartamudeó- No eres una simple prisionera…- susurró muy bajito, pero tenía un oído bastante bueno, y le escuche.
-¿Qué? -Pregunté extrañada al oírlo.
-Na…nada.- apartó su mirada de la mía. Seguí mirándole, y observé como se sonrojaba.- Mira, si la quieres, cógela, y si no, peor para ti. Dentro de la celda, hace mucho más frío que aquí. – su voz cambió, pareciendo mas dura.
Todo aquello me confundió. Cuando le dije que iba a morir de todos modos, esperaba una respuesta como: Si, es verdad, o algo por el estilo. Pero no. El comenzó a tartamudear, y me habló amablemente…
Aunque, aquello no duró mucho, ya que su voz se acababa de tornar un tanto seca.
Opté por aceptarla. La verdad, es que estaba helada.
-Gra…gracias.- respondí.
Le miré, y me dio la impresión de que una pequeña sonrisa, asomaba por su rostro. Pero no estaba del todo segura, ya que después, volví a ver su serio rostro.
Me la puse. El frío desapareció.
Aquella sudadera desprendía un olor tan… reconfortable.
No volvió a dirigirme la palabra hasta que llegamos a una puerta.
-Es aquí.-Exclamó de nuevo con aquel persuasivo y seco tono de voz, mientras se disponía a abrir la puerta. En La parte de arriba de ésta, se encontraba una pequeña ventana con barrotes.
Me indicó que entrara. Le miré, suplicando que no lo hiciera, que me dejara marchar.
Yo no era más que una chica de 15 años. ¡Mi vida no podía acabarse en una horrible celda! No me lo merezco…
Me devolvió la mirada. Una mirada llena de lastima. Si, sentía lastima hacia mí.
No pronunció palabra, simplemente, se dispuso a mirarme, con aquellos ojos que provocaban que mi corazón latiera cada vez mas y mas fuerte.
Nada. No había forma de que me dejara marchar, y bueno, tenia su lógica, ya que si yo tuviera la obligación de cumplir las ordenes de lord William, lo haría. Solo con imaginarme el castigo que les espera a los que las incumplen… ¡se me ponen los pelos de punta!
Lo único que no entendía, era… ¿A quien se le ocurre ser ayudante de lord William?
¿Por qué Albert lo era? Supongo… que debía de haber alguna solución lógica, y yo, me iba a ocupar de averiguarla.
Me dispuse a entrar, y me percaté de que aun llevaba su sudadera. Tenía la intención de quitármela para devolvérsela cuando me frenó.
-Quédatela. Ya te dije antes que ahí dentro hace mucho mas frío que aquí.- Se dio cuenta con la forma en que le miraba, y respondió- Tranquila, tengo muchas más. Además, muy pocas veces tengo frío. Ahora lo importante es que tú no mueras congelada.-exclamó para mi sorpresa. ¿Por qué se comporta como si se preocupara de mí? ¿Porque a veces es tan amable, y después, cambia como si nada? Aquellas dos preguntas no dejaban de formularse en mi mente, y debía encontrarles solución.
-Bueno… Pero en cuanto pueda, te la devuelvo.- Me sonrió.- Aunque… Será dentro de bastante tiempo… -suspiré entristecida.
-Quien sabe… A lo mejor no es tanto como tú crees.- susurró. Le miré, extrañada. No entendía lo que acababa de decir. No me dio tiempo a preguntar, ya que seguido exclamó- Entra, tengo que cerrar la puerta…
Sin más remedio, entré. Cerró la puerta a mis espaldas. Me dí la vuelta, y me asomé por la diminuta ventana.
-¿A dónde vas?- pregunté cuando vi que se marchaba.
-Me marcho, Ya he cumplido con mí deber… -y se fue, desapareciendo en la oscuridad del pasillo.
Era extraño. Yo pensaba que se quedaría allí, de vigilancia…
No le di importancia, y me dispuse a observar la habitación en la que me encontraba.
Era pequeña, y olía a humedad. Estaba sucia, muy sucia, y de cada esquina surgía una telaraña.
En la parte derecha de la habitación, yacía una cama metálica, sin almohada. Tenia una pinta impresionable de ser incomoda.
En la pared de la izquierda, se encontraba una minúscula ventana que daba al exterior. Una fina gama de luz nocturna se filtraba por ella iluminando una pequeña parte de la habitación.
Debajo de la minúscula ventana, yacía una puerta entreabierta, y en el interior de ésta, se podía observar un oxidado retrete metálico.
Suspiré, y me dirigí hacia la cama. Era lo único de la habitación que se encontraba en buen estado, por así decirlo…
Me tumbé en ella, y cerré los ojos. Eran las 11:00, y estaba muy cansada.
Ya buscaría mañana alguna solución para escapar de allí. Ahora, lo único que quería era descansar, así mañana, estaría con fuerzas suficientes para todo lo que me esperaba.
Me acurruqué, y dejé de pensar.
Al minuto me quedé dormida, con aquel acogedor olor que desprendía la sudadera de Albert…
Pink Moustache