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viernes, 19 de noviembre de 2010

capitulo 19, tengo que escapar

Me senté en la cama, y me dispuse a pensar en el modo de poder utilizar el poder de la perla del aire.
Tras pasados 10 minutos, decidí colocar las manos una en frente de la otra, con la esperanza que de ellas profanara una especie de viento o algo parecido, como sucedía en las películas. No funciono.
Lo intenté durante cuatro veces, y a la quinta, me rendí. No había forma de que funcionara. Además, me sentía ridícula.
Tal vez, yo no era la persona que todos esperaban que fuese. Quizá, se habrían confundido…
Resoplé, y una pequeña lágrima asomó por uno de mis ojos.
En ese mismo instante, el colgante volvió a brillar.
Resoplé de nuevo. Por mucho que brillara, yo no tenia ni idea de que hacer con ello…
Observe como la intensidad del brillo crecía. Crecía con cada soplido mío…
-¡Si! ¡Eso es!– grité emocionada, y acto seguido me cubrí la boca. Me puse en pie corriendo, y me asome por la ventanilla. El pasillo seguía estando vacío. -Menos mal.-suspiré.
Me arrodillé, colocándome frente a la cerradura. Una cerradura poco común.
Soplé en el interior de ella, pero no sucedió nada.
En ese momento, caí en la conclusión de que el viento lo creaba con mi aliento, pero que él, por si solo, no hacia nada. ¡Debía darle forma de llave!
Sino, no podría abrir la puerta.
Coloqué las manos en posición de “pedir”. Es decir, la mano derecha sobre la mano izquierda, formando una especie de cuenco.
Soplé en el interior de éstas, y una extraña sensación las recorrió.
No veía nada, el aire que había creado era invisible, pero sabia que estaba allí ya que notaba como si algo, la hoja de un cuchillo, rozara mis palmas.
Examiné la cerradura, e imaginé como seria la llave que la abriría.
Note como el aire que contenía en mis manos, se iba transformando, hasta optar un tamaño mas pequeño, pero que seguía sin ser visible.
Moví las manos, y lance la “llave” contra la cerradura. Una especie de sonido chirriante provocó que los oídos me dolieran.
Coloqué mi mano frente a la cerradura y la giré. La llave que había creado, se giró junto con mi mano, y de esta forma, la puerta se abrió, tras un silencioso estruendo.
Orgullosa, sonreí.
Había creído en mí, y de esa forma, lo había conseguido.
Me asomé por aquel siniestro pasillo.
Agudicé mi oído, aunque no escuchaba demasiado bien, ya que el chirrido de antes me había provocado una pequeña sordera.
No se percibía nada.
Me quedé mirando, frente a la pared. La toqué. Era una pared de rocas, como la de una cueva.
Mejor dicho… Me encontraba en una cueva.
Debían de haber tardado una barbaridad en excavarla.
Me di la vuelta, y mire más allá de mi celda. El pasillo se agrandaba por allí.
Supuse que más celdas, con gente, se encontrarían allí.
Un desagradable escalofrío me recorrió. Dí gracias a que aun llevaba la sudadera de Albert, ya que hacia un frío terrible…
“Va a ser, que se queda sin sudadera…” recapacité, un poco preocupada, pensando de nuevo en él, como de costumbre…
Comencé a andar lentamente, sin ver nada, ya que el pasillo se encontraba en la penumbra.
Tras unos segundos caminando, aprecié una especie de luz blanquecina a lo lejos.
¡La salida! Si. Aquella era la puerta que daba a estas celdas subterráneas, y para mi suerte, se encontraban abiertas.
Sin pensármelo dos veces, eche a correr hacia ella.
Corrí a ciegas, ya que la única luz que yacía en aquel pasillo era la de la salida.
Cada vez iba cogiendo más velocidad. ¡Estaba contentísima! Por fin iba a salir de aquel horrible lugar.
Me encontraba a pocos metros de la salida, cuando de repente choqué con algo… y caí al suelo, por el impulso. Todo sucedió muy rápido.
Me incorporé, acariciándome la cabeza. Al caer, me la había golpeado, y la tenia dolorida.
En cuanto lo vi, me quede atónita. El miedo comenzó a invadirme de nuevo.
¡Me habían descubierto!
Con todo el esfuerzo que había hecho para poder escapar de aquí, y justo ahora que estaba a milímetros de salir, va, y aparece…

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