Seguidores

viernes, 19 de noviembre de 2010

capitulo 16, ¡no me lo puedo creer!

El viaje se me hizo eterno. Tardamos unos 20 minutos en llegar a Lorhmania. Miré mi reloj. Las 8:30. Eran las 8:30. “Espero que Layla se de cuenta de que no aparezco, y avise a mi madre. Ella sabrá como rescatarme...” Pensé tristemente. Por lo menos, una pequeña esperanza, yacía dentro de mí, pero que muy pronto, se esfumaría.
-Venga niña. Bájate, que ya hemos llegado.- grito Smith, sacándome del trance.
Me empujaron hacia fuera con fuerza provocando que mis piernas fallaran y cayera al suelo. Me hice un rasguño en la rodilla, del que comenzó a brotar sangre.
Gemí.
-Vamos, empieza a andar.- dijo Smith en tono enfurecido, volviendo a empujar de mí.
Volví a gemir.
-Deja de hacer ese estúpido ruidito.
-Ehhh Smith, ¿no crees que es por culpa del pañuelo? Quiero decir… que no puede decir nada mas…-aclaró Christopher.-creo que deberíamos quitárselo…
Smith dudó, pero al final accedió y me bajo el pañuelo dejando mi boca al aire libre.
-Por fin.- Suspiré.
-Si, si.- respondió.- pero como hables más de la cuenta, o digas alguna de tus estupideces, te lo vuelo a poner.
-De acuerdo…
-¡Vamos! ¿No puedes andar a más velocidad o que?- me cortó
-Si… pero es que, ¡me duele la rodilla!- me quejé
-¿A si? Ya lo siento, pero, ¡no es mi problema!
-¿Cómo? ¡Me he caído por tu culpa!- grité enfurecida.
Se me acercó.
-Mira, como vuelvas a gritarme, te vuelvo a poner el pañuelo y- dijo señalando su cuchillo.- ¡te corto la lengua!- dijo en tono amenazante.
-¡No puedes hacerme daño! Tú mismo lo dijiste en el auto. Dijiste que Lord William me quería viva…
-¡Cállate! Me gritó.- Me da igual lo que dijera, yo que tú no me tentaría, puedes llegar a lamentarlo.
Decidí que callarme seria lo mejor.
Después de andar un rato nos detuvimos delante de un río.
Estaba todo demasiado oscuro, pero a pesar de eso, pude ver que nos encontrábamos frente a un enorme palacio.
Nos dirigimos hacia el puente que llevaba directo al palacio atravesando el río.
Smith golpeó la puerta, y acto seguido, se abrió.
Un hombre mayor y vestido de un azul muy oscuro se encontraba tras ella.
-Pasen- dijo en un tono muy siniestro que produjo que los pelos del brazo se me erizaran.
Comenzamos a caminar por un enorme pasillo de paredes rojas y negras decoradas con enormes cuadros.
Smith y Christopher se detuvieron frente a una puerta de mármol, y después entraron.
Nos encontrábamos en un comedor. En el centro de éste yacía una enorme mesa. Observé que al final del comedor se encontraba otra puerta. Una puerta algo diferente a la que acabábamos de cruzar. Era grande, de color beige, y con una extraña forma. Nos dirigimos hacia ella.
Smith, que iba delante, se lo pensó un poco, pero después, la abrió, dejando al descubierto una sala con un enorme pasillo decorado con una larga alfombra roja que llevaba hacia unas 4 escaleras. En lo alto de aquellas escaleras, se encontraba una especie de trono. El trono de mi sueño.
Al lado de éste se encontraban dos personas de pie.
La sala estaba muy iluminada. Demasiado, ya que la luz me cegaba.
Antes de comenzar a andar, les pedí por favor, que me quitaran la cuerda que ataba mis manos. Ya no la necesitaba, no les iba a hacer nada, ni tenia la intención de escapar, ya que sabía a la perfección que no serviría de nada.
Aceptaron mi propuesta, dejando por fin mis manos libres.
Me las acaricié. Las tenía doloridas, y alrededor de las ellas se encontraba una fina línea roja, señal de que mis manos habían sido atadas a presión con una cuerda.
Me empujaron hacia delante, y a medida que nos acercábamos pude observar que un hombre de mediana edad, con cabellos blancos y con una barba blanca y larga, se encontraba sentado en él. Lord William. Aquel era lord William.
Mi corazón comenzó a palpitar muy rápido. Sentí que un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Comencé a temblar. Estaba asustada.
Smith y Christopher se detuvieron, y me empujaron, provocando que me cayera y me quedara de rodillas. Intente levantarme y ponerme de nuevo en pie, pero Christopher no me dejo. Me dio a entender, que debía quedarme como estaba, en forma de reverencia hacia lord William.
-Señor, aquí esta Annie, como usted nos mandó.- dijo Smith dirigiéndose hacia él.
-De acuerdo, muy bien. Podéis marcharos.- dijo éste señalando la salida.
-Gracias señor.- y se fueron.
Me giré, y los vi marchar. Había querido deshacerme de esos dos payasos todo el tiempo, pero ahora, en cambio, quería que se quedaran aquí, con migo. De algún modo, temía quedarme sola con lord William. A pesar de aquellas dos personas que yacían a su lado, ya que estaban tan inmóviles, que parecían simples estatuas.
Me puse en pie, y le miré. No dijo nada, simplemente, se dispuso a mirarme. Vi que posó su mirada en mi colgante. Acto seguido, puse mi mano en él, tapándolo, para que alejara su vista de allí.
-Asíque tu eres Annie.- respondió al fin. No le contesté. – Eres completamente diferente a tú madre. Parece mentira que seas su hija.
-Bueno, pues lo soy.- respondí bordemente.
-Ey, ey, ey. Ese carácter muchachita.
-Déjame ir. Yo no tengo nada que hacer aquí.- le contesté con el mismo tono, ignorando lo que acababa de decirme.
-Estás muy equivocada.- dijo mientras señalaba mi colgante.- dámelo, y te dejaré marchar…
-¡Nunca! –Le grité- Nunca conseguirás esto.- una pequeña lágrima recorrió mi mejilla. A pesar de que intentaba parecer valiente delante de él, no se me daba demasiado bien. Estaba muy asustada.
-Eso ya lo veremos- respondió. – Albert llévatela, y enciérrala en las celdas subterráneas. Se quedará allí, hasta que decida darme el colgante, y explicarme su funcionamiento.
¿Qué? No, no ¡no! ¡No podía ser! Toda esperanza de poder salir de allí, se había esfumado. Solo tenia dos opciones, pudrirme en aquellas celdas, o entregarle el colgante y salir de allí, si es que me dejaba salir claro. Pero no podía hacerlo, no podía dárselo.
Un mar de dudas recorría mi mente.
-¡Vamos Albert! Muévete.- gritó sacándome del trance y provocando que posara mi mirada en Albert, un chico de unos 17 años, alto delgado, de tez pálida y de cabellos oscuros y ondulados. Me resultó completamente familiar. En cuanto posó sus ojos en los míos lo supe. Aquellos perfectos ojos que brillaban de una forma mágica eran inconfundibles. Si, aquel chico era el chico con el que me encontré en el parque.
Aquel chico con el que tantas ganas tenía de encontrarme de nuevo.
Unas enormes e imparables ganas de llorar recorrieron mi cuerpo. Estaba angustiada, horrorizada. Hasta hace nada, creía que lo peor que me había sucedido, era encontrarme aquí, que me hubieran atrapado. Sin embargo, en cuanto vi a Albert, cambié de opinión. No había peor cosa, que enterarme de que aquel chico del que me había enamorado, era uno de los ayudantes de lord William, uno de los malos, de los que me querían hacer daño, el que tenia la orden de encarcelarme, y no dejarme salir hasta que entregara mi colgante, y con él, todo mi poder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pink Moustache