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viernes, 19 de noviembre de 2010

capitulo 20

Estaba asustada, mucho.
Le miré, con temor. Temor a que volviera a encarcelarme, temor a volver a aquella horrible celda donde me encontraba más sola que nadie.
Me miró, de arriba abajo, y finalmente, se detuvo en mis ojos.
Su cara no tenía ninguna expresión. Felicidad, tristeza, admiración, odio… nada. La primera vez que veía una cara humana sin expresión.
Volví a sentir aquel horrible miedo que me invadía de nuevo.
No dijo ni una sola palabra, simplemente se dispuso a mirarme. Aquel silencio estaba resultando ser un tanto incomodo.
Finalmente, se decidió por hablar. Temí. Temí que dijera: ¿Cómo has conseguido escapar? No deberías haberlo echo, verás cuando lord William se entere. No saldrás viva de esta…
Los pelos del brazo se me erizaron cuando me imaginé aquellas palabras brotando de la boca de Albert.
-La verdad es que, no te queda nada mal mi sudadera. Para nada.- sus palabras me sorprendieron. Me quedé sin habla. Sin saber que responder.
-Yo… ehh…- intenté pronunciar, sin saber con exactitud que decir.- Bueno… gracias.- opté por lo mas sencillo.
-¿Cómo has conseguido escapar?- pronunció aquellas palabras que tanto temor me causaban. No contesté, y esperé a que continuara con la frase. No lo hizo. Al parecer, había terminado.
-Emm… Bueno… yo…- Hice un enorme esfuerzo para que las palabra salieran de mi boca. Estaba demasiado asustada.- pues… es un poco largo…
-Eso.- señaló mi colgante para mi sorpresa.- lo has utilizado ¿no? Escuché a lord William decir que tenía un gran poder. Pero que por desgracia, lo poseía una niñata como tú. Que eso debería ser suyo.- su cara seguía sin expresión.
Lo miré atónita, pero no respondí. Se volvió a tornar un desagradable silencio entre nosotros. Finalmente, acabó con él.
-¿Se lo vas a entregar?
Su pregunta me pillo desprevenida.
-¿Qué? No… nunca.- dije lo primero que pasó por mi mente. Lo pensé mejor.- Quiero decir… no puedo.
-¿Por qué no?
-¿Por qué me lo preguntas?
No respondió. Seguí ablando.
-Mira, si lord William te ha ordenado que vengas a quitármelo, estas perdiendo el tiempo, podéis encarcelarme, torturarme, incluso matarme. Pero de ningún modo lograreis quitármelo- dije nerviosamente, parando a coger aire.- No permitiré que lord William consiga este colgante. No, no puede. Si lo hace, ¡todos correremos peligro! ¿Es que no lo entiendes?
Dios, no se porqué razón estas con el, la verdad, es que no tengo ni idea. Ni siquiera puedo imaginármelo, ya que me parece completamente estúpido por tu parte. ¿Cómo puedes ayudar a una persona como lord William? ¿Estas mal de la cabeza? ¿Acaso no sabes lo que el pretende hacer con todos nosotros, incluso con tigo? ¿Crees, que porque estés de su parte, podrás vivir feliz y sin complicaciones? ¡ESTAS COMPLETAMENTE EQUIVOCADO!- grité, atacándole. Se dispuso a mirarme, sorprendido. No se lo esperaba. Esperé que me pegara, que me gritara, pero no hizo nada. Continuó observándome.
Tras un largo silencio, respondió.
-Si. Lo sé todo. Sé lo que lord William planea, y también se para qué quiere tu colgante.- su tono era suave, tranquilo. Algo que me sorprendió.
Su respuesta me pilló por sorpresa, no me lo esperaba. Pero lo que mas me inquietó, es que lo decía con toda la tranquilidad del mundo. Como si lo que el hacia, fuera algo normal.
-¿Y? ¿Te parece algo normal? No te entiendo. ¡Estas loco! ¡Completamente loco! No entiendo como una persona tan joven como tú, puede arruinarse la vida de tal forma. No me cabe en la cabeza. En conclusión. ¡Eres estúpido!- grité de impotencia. Unas enormes ganas de llorar me invadieron, pero las contuve, haciendo un gran esfuerzo.
Finalmente, la expresión de Albert se tornó, y se volvió más triste.
-Si… Tienes razón… Me he arruinado la vida…- susurró para mi sorpresa.- Pero… ¡No tenia otra opción! ¡Tú eres la que no lo entiendes! Si hubieras estado en mi lugar, tu también lo hubieras echo...- ahora era él quien me gritaba. No comprendía ninguna de sus palabras.- mi hermano… mi hermano…- susurró muy bajito.
-¿Qué sucedió? ¿Qué ocurre con tu hermano?
-Déjalo. No es el lugar ni el momento para contártelo. Además, no estoy seguro de si lo entenderías…- su tono se endureció.
-Pero…- repliqué. Quería saber lo que guardaba en su interior. Necesitaba saberlo. Tal vez aquello conseguiría que me sintiera mejor. Me ayudaría a entenderle a él. A la persona de la que tan enamorada estaba.
-Pero nada.- me cortó.- Ahora, es mejor que te vallas- señaló la salida.
-¿Qué?
-Lo has oído perfectamente. Vamos, lárgate antes de que lord William se de cuenta de que no estas.
-Pero… ¿por qué? ¿Por qué me ayudas?
Se lo pensó durante unos segundos. Finalmente dijo:
-No preguntes, no hay tiempo.- Tanto misteriosismo me estaba poniendo de los nervios.
Señalé su sudadera, y sin dejarme hablar respondió:
-Quédatela. Ya te lo dije, te queda genial. Incluso mejor que a mí.- su tono se endulzo, y esta vez, mostró una sonrisa, tan perfecta, que provoco que me temblara todo el cuerpo.
Le sonreí.
-Bueno… No es para tanto. Te la devolveré. Gracias, gracias por dejarme escapar. De verdad. Pero que te quede una cosa clara, no voy a parar hasta descubrir porqué. Voy a descubrir la razón por la que te encuentras aquí, y la razón por la que has decidido ayudarme. Ayudarme oí, ya que ayer me encarcelaste…- le sonreí, y eché a correr, sin darle tiempo a responder.
No podía creer lo que me acababa de suceder. Albert, mi querido Albert, me había dejado escapar. Después de todo, no resultaba ser tan malo como yo pensaba.
Si. Estaba decidida. Iba a hacer todo lo posible por saber más de él. Y ayudarle, ayudarle a salir de ese infierno…

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