Seguidores

miércoles, 13 de octubre de 2010

Capitulo 7

¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué a mí? ¡Mi padre y mi abuela, los dos estaban locos!
Tardé unos veinte minutos en llegar a casa, ya que no me sabía el camino y tuve que preguntar por la dirección.
Me encontraba a dos manzanas de mi casa, y entonces, volví a ver el parque. Aquel parque de árboles con flores rosas y negras, el que mi abuela y mi padre decían que era un portal.
Sentado en un banco se encontraba un joven. Él. El chico misterioso.
Levantó la cabeza, y me miró. Sus brillantes ojos se clavaron en mí provocando que mi corazón se desbocara, y empezara a latir a la velocidad de una locomotora.
¿Y si mi padre tenía razón? ¿Me estaría empezando a gustar aquel desconocido?
Sin pensármelo, eché a correr, quería llegar  a mi casa y encerrarme en mi cuarto.
Necesitaba olvidarme por un instante de todas las locuras que me habían pasado.
Llegué al portal de casa, y cuando tenia la intención de abrir la puerta para poder entrar…
-¡Oh, oh! - Dije. – mis llaves, no están. Se me han debido de caer cuando eché a correr. ¡Joder! Todo me tiene que pasar a mí.-dije de mala gana.
Me di la vuelta, y empecé a caminar, buscando mis llaves por todos los lugares por donde había pasado.
Llegué al parque, sin haberlas encontrado. Decidí entrar.
Tal vez el viento las hubiera arrastrara asta dentro, aunque era muy poco probable.
Otra vez aquella sensación extraña. Y sí, la gente había vuelto a desaparecer.
No le encontraba solución lógica alguna, salvo la de mi abuela: es un portal que lleva a Mandilia. Algo completamente difícil de creer.
Empecé a buscar mis llaves por los alrededores, y de repente alguien me toco por la espalda.
-¿esto es tuyo?- me preguntó. En la mano sostenía mis llaves
-s…si.- conseguí pronunciar. Era él. Mi corazón volvía a latir a mil por hora. Intenté tranquilizarme, pero no hubo manera.
-se te cayeron cuando echaste a correr. – dijo mientras me las daba.
-gracias- le respondí tímidamente, con una pequeña sonrisa, la cual, me la devolvió.
A pesar de que la sonrisa fuera pequeña, era perfecta. Nunca había visto nada parecido.
-oye…co… ¿como te llamas?- conseguí preguntarle.
Silencio. El ya no estaba, se había marchado, había estado tan profundamente metida en mis pensamientos, que ni me había dado cuanta.
Que rabia, pensé. La próxima vez que lo vea, procurare no quedarme tan atontada.
-si es que lo vuelves a ver Annie.- me dije a mi misma en voz alta, tristemente.
¡Si! Si que lo volveré a ver. Tengo que volver a verle, sea como sea.
Había una conexión cada vez que le veía, algo que me impulsaba hacia él. Era tan perfecto. Supongo, que me estaba empezando a gustar.
Llegué a casa y entré en mi habitación. La casa estaba vacía, todavía no habían llegado.
Me tumbé en mi cama y empecé a pensar en todo lo que me había sucedido hasta ahora.
¿Y si era verdad? ¿Y si el mundo dependiera de mí?
-No, no, eso no puede ser. Yo no soy más que una simple chica corriente.- me dije a mi misma.
Pero entonces… ¿que explicación tiene todo lo que me sucedió? La sensación extraña del parque, como la gente desaparecía cuando yo entraba en él, aquel chico, la conexión que me impulsaba hacia él, aquel Levinn o como se llame que me había atacado…
Tal vez tuvieran algo de razón, aunque fuera solo un poquito.
Recordé la forma con la que me hablaban en el hospital. Parecían muy preocupados.
Me siento como una estúpida. Tal vez decían la verdad, y yo solo me había comportado como una cría. Pero es que… ¡es todo tan difícil de creer!
-Ding dong.- se escuchó. El timbre.
Fui a abrir. Eran mi padre y mi abuela. Sabían que había vuelto a casa.
-hola papá, hola abuela- les dije sintiéndome un poco culpable por como les había tratado.
-Hola Annie.-dijeron los dos.
-Veréis… siento como os traté en el hospital…
-tranquila, nos lo esperábamos.- respondió papá. Sabemos que es difícil de creer, y tal vez, te lo teníamos que haber contado antes de mudarnos…
-si, en eso estoy de acuerdo.- le respondí.
-pero Annie, tu crees, ¿Qué nos hubieras creído? Si te  hubiéramos dicho que nos mudábamos por esa razón, no hubieras querido venir de ningún modo.
-bueno… si… tienes razón.
-siento haberte mentido.-respondió el mientras me daba un abrazo.
Se lo devolví, y después les miré a los dos, muy seriamente.
-veréis, papá, abuela, he tomado una decisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pink Moustache