Seguidores

martes, 21 de diciembre de 2010

Capitulo 26, Hidra.

----------------------PARTE NARRADA POR ALBERT------------------------
No pude hacer otra cosa. Me arrepiento, pero era lo único que podía hacer, ¿no?
Además, no creo que sea tan grave… Yo no creo que lord William sea tan malo como dice Annie. A mi me ayudó, y a mi hermanito también. Si no hubiera sido por él… Mi hermano… ¡mi hermano hubiera muerto!
Simplemente… quiere conseguir poder, poder para sentirse fuerte, protegido, pero nada más. No quiere hacer daño a nadie… O eso creo…
A mi él, me contó, que tenía una hermana. Si, una hermana con la que no se llevaba muy bien. Cuando murió la madre de ellos dos, le dejó un cargo muy importante a ella. En cambio a él, no le dejó absolutamente nada, ya que decían que su mente no estaba apta para el cargo…
Desde entonces, su hermana no le ayudó ni se preocupó por él. Ni siquiera le dio una pizca de sus poderes para que el pudiera tener una buena vida. Sin embargo, ella iba revelando que él era malvado, que quería acabar con la raza humana y después de eso, ser el gobernador de Mandilia y más sitios mágicos… Él no se lo tomó nada bien, y está haciendo todo lo posible para robarle los poderes y vengarse de ella, por haber destrozado su vida…
Si, eso es lo que quiere, venganza… Y cuando lo consiga, todo habrá terminado, y lord William podrá vivir en la paz que siempre quiso…
No es para tanto, no quiere dominar el mundo como dijo Annie. No. Eso no es más que una estúpida suposición de la gente que le odia. Nada más…
Una suave ráfaga de viento acarició mi mejilla despejando mi mente. Lamentablemente aquella paz no duró mucho tiempo. En mi mente no dejaba de rondar la conversación con Annie. Aquella chica es especial. Tiene algo que nadie tiene… Pero no puedo. No, no puedo pensar en ella. No debo. No me conviene, y mas, cuando la estoy traicionando de esta forma. Cuando me descubra no querrá saber nada mas de mi…
Pero no tengo otra opción. No puedo permitir que mi hermanito pequeño muera. No, no puedo. Le queda mucho por vivir aún. Es muy joven. No puedo arrebatarle la vida por un capricho mío. No me lo perdonaría nunca…
Aspiré profundamente. Me dolía la cabeza.
Me senté en un banco. En el ultimo y mas escondido, para ser exactos.
Siempre que tenía un problema, solía ir allí y me sentaba en él para recapacitar.
El piar de los pájaros, el sonido de los arboles balanceándose al son del viento… Era una melodía relajante, acogedora.
Justamente, hace unos meses, mi hermano empeoró. Yo me sentía tan mal, que para relajarme, tuve que venir a éste parque.
En cuánto me senté para tranquilizarme por la desmejoración de mi hermano escuché algo, y corriendo me levanté y me escondí tras un árbol. Cuando miré, allí estaba ella, tan espectacular como siempre, con esa preciosa melena que se mecía con la suave brisa, mirándome con aquellos ojos brillantes y llenos de vida… Desde aquel momento supe que no podría sacármela de mi cabeza… Hasta que lord William me amenazó.
Agité la cabeza de un lado para otro.
-No Albert no. Deja de pensar en ella. No puedes. ¡Olvídala!- me dije en voz alta.

----------------------PARTE NARRADA POR ANNIE------------------------
En cuanto nos alejamos del colegio llamé a Athos. Apareció en seguida. La verdad, era un caballo excelente.
Apenas tardamos unos diez minutos en llegar. Athos cabalgaba a la velocidad del rayo.
Se detuvo frente a una gran llanura en la que en el centro se encontraba un enorme lago de aguas realmente azuladas.
Sobre ellas, se reflejaban unas altísimas montañas nevadas.
Nos bajamos y enganche sus doradas riendas en uno de los múltiples árboles que se encontraban por la zona.
Era un lugar precioso, relajante.
Aspiré profundamente y un olor a hierba recorrió mi tabique nasal. Eso si que era naturaleza, aire puro, limpio. No el que recorre las calles de Nueva York, que enferma a todo aquel que lo huele.
Comenzamos a caminar por las altas hierbas, hasta llegar al lago.
Acaricié la fresca agua con la palma de la mano y me refresqué el cuello. Hacia un poco de calor, a pesar de que estuviéramos en otoño.
-Ey Layla, mira que buena está el agua- dije cogiéndole para que la tocara.
Rápidamente, se soltó bruscamente. Le mire, atónita.
-¿Qué sucede?-pregunté.
-Na…nada…-tartamudeó.
-Vamos Layla, toca el agua, que está muy fresquita.
-¡No!-gritó. Le miré sorprendida.-Quiero decir… no. Tengo frío.
-¿Frío? Pero si hace 20 grados, y además tienes sudadera. No puedes tener frío-respondí.-A no ser, que estés enferma-dije mientras me disponía a tocar su frente con la mano húmeda.
-¡No me toques!-Se apartó.
-Layla, ¿que te ocurre? Estas rara…
-Bueno, yo…- Se detuvo. En ese instante, lo comprendí.
-¡Claro! ¡Ya se lo que te sucede!-exclamé
-¿A…A si?- su cara mostraba inquietud.
-¡Si!-Grité- ¡Te da miedo el agua! Pero Layla… No seas tonta, entre nosotras hay confianza, me lo podías haber contado…
-He…Si… Ti…Tienes razón.- Su cara seguía mostrando preocupación.
-Bueno, no pasa nada.-sonreí.- Haber, ya estamos aquí. ¿Qué se supone que hay que hacer ahora?
-Encontrar la perla-respondió ésta.
-Ya claro, eso también lo sabia yo. Pero... ¿de donde la saco?
-Ni idea.
Comenzamos a caminar por la zona, en busca de algo que nos pudiera dar alguna pista. Tras cinco minutos sin encontrar nada, decidí sacar el mapa. Lo abrí, y el punto seguía donde antes, sin haberse movido.
-Tal vez, esté dentro del lago.-exclamo Layla, señalando la posición del punto. Si, así era, el punto indicaba exactamente al agua.
En ese momento, las dos miramos al centro del lago, y una brillante luz azul comenzó a aparecer por él.
Cada vez era más y más brillante, y llego un momento en el que cegaba. Parpadeé varias veces, para poder ver a través de ella y entonces lo vi.
Comenzó a formarse un enorme remolino que tragaba y tragaba agua.
Un brusco terremoto hizo que perdiéramos el equilibrio y cayéramos de espaldas sobre la húmeda hierba.
Sorprendidas, nos miramos, sin entender que era lo que estaba sucediendo.
La luz desapareció de golpe, y en el lago se formó un enorme agujero, dejando a la vista una enorme piedra, y encima de ésta, una cajita con una pequeña y brillante bola azul.
-¡La perla! –Grité entusiasmada, y comencé a andar por el agua con la intención de llegar nadando hasta ella. Apenas había avanzado cuatro pasos, cuando algo hizo que me detuviera. Me quedé inmóvil, con la cara desencajada por el pánico. Tras la enorme roca, se encontraba una formidable criatura de más de 10 metros. Emitió un desagradable rugido, y en ese momento, la enorme roca volvió a introducirse bajo tierra, y las aguas volvieron a la normalidad, salvo por un mínimo e insignificante detalle: la criatura seguía allí.
Comencé a andar marcha atrás, para poder salir del agua. No podía creer lo que tenia frente a mis narices. Todos los pelos de mi cuerpo se erizaron.
En cuanto salí del agua, observe a Layla, y me di cuenta de que tenia la misma expresión de terror que yo.
-¡Que coño es eso!- exclamé aterrorizada, sin apartar la mirada de aquella horrible criatura de múltiples cabeza. Tres, para ser exactos. Era horrible y encima, tenía unos dientes afiladísimos. Miré a Layla, esperando su respuesta.
-Es…Es…Es… ¡Una hidra!- exclamo sin poder creérselo ni ella.
-¿Qué?
-Es, es una especie de reptil marino. Carnívoro. He oído hablar sobre ella, pero nunca llegué a creer que existiera de verdad.
-Genial. Lo que nos faltaba.
-Annie, tenemos que marcharnos de aquí. La hidra es un despiadado monstruo y de aliento venenoso. No podemos respirar el aire que ella expulse. Además, ves que tiene tres cabezas ¿no? ¡Pues a nada que le cortes una, le salen dos más! Como nos quedemos aquí, ¡nos matará!
-Pero Layla… ¡No podemos marcharnos sin la perla!
-¿Es que no lo entiendes? ¡Es la protectora de la perla! ¡Si no acabamos con ella, no habrá forma de recuperarla!
-Pues entonces… ¡Acabemos con ella!-Dije sin pensármelo. Acto seguido, me di cuenta de que era una locura, una completa locura. Además, estaba poniendo en peligro nuestras vidas… Pero no podía hacer nada más. Debía conseguir la perla fuera como fuera.
-Pero…- Replicó Layla. Estaba realmente asustada.
-Layla, no te estoy obligando a nada. Puedes marcharte, si quieres…- Respondí pareciendo que no me importaba, a pesar de que no fuera cierto. Estaba convencida, de que si Layla me dejaba sola, no saldría de ésta.
-No. No puedo dejarte sola Annie. Eres mi amiga. Además, estamos juntas en esto. Venga, acabemos con ese asqueroso bicho.-Respondió un poco insegura.
-Gracias- la abracé.-Espero que podamos matarla….-Exclamé mirando hacía el lago. La enorme criatura cada vez se iba acercando más. 10 pasos, y llegaba hasta donde nosotras.
Sus ojos de color ámbar se clavaron en mí, provocando que me recorriera un enorme escalofrío por todo el cuerpo. Me estremecí. Sus ojos no expresaban otra cosa que odio y hambre. Quería devorarnos. Y no iba a parar hasta conseguirlo.
Layla también lo miró, con cara aterrorizada, y añadió:
-Si, yo también lo espero…

domingo, 12 de diciembre de 2010

capítulo 25, Albert


Me quedé atónita, sin saber que decir. No pude apartar mi mirada de la suya. Aquellos profundos y brillantes ojos me tenían atrapada.
-Pe…pe…pero…- musité,  casi sin poder articular palabra. Él no dijo nada. Se dispuso a mirarme, esperando mi respuesta.- No… no lo entiendo… Tu… Aquí… - Tartamudee. Dadas las circunstancias, era lo único que sabia hacer. Me sentía estúpida.
-¿Qué tal si dejas de tartamudear y me hablas claro?
-S… Si. Haber… ¿Co…Como que te vas a inscribir aquí? ¿Por qué? ¿Tú no estabas con Lord William? ¿Por qué ahora…
-Espera, espera- me cortó- Las preguntas una a una, si no quieres que me vuelva loco.
-Está bien, pero es que… estoy alucinando- aclaré- ¿Por qué te vas a inscribir en el colegio?
-Bien. Pues veras…- comenzó a decir pero se detuvo. Su cara se tensó. Tras pasados unos minutos, volvió a hablar- he… he decidido… que no estaría mal aprender algo…
-¿Qué? Eso no tiene sentido…-respondí. Me miró, abriendo los ojos como platos.
-¿Por…Por qué no?- Preguntó. Su voz era temblorosa, algo que me sorprendió. Busqué sus ojos, pero no los encontré. De alguna forma, estaba esquivando mi mirada.
-Pues, no lo sé. Es extraño… Veras, es qué… ¿Tú no estabas con lord William? Quiero decir… Él te ordenó que me encarcelaras… tú…Eres como él…- Musité con voz temblorosa. Desvié mi mirada, y agaché la cabeza. Estaba avergonzada, sin poder creer lo que le acababa de decir.
-Annie…- Comenzó a decir. Posó sus suaves y cálidos pulgares bajo mi barbilla, y levantó lentamente mi cabeza, hasta que mis ojos volvieron a quedar atrapados en los suyos. Esperé sus palabras, que parecía que no tenían ni la más minima intención de salir. Finalmente habló.- No soy como él. No, no lo soy…-Aquellas palabras me aturdieron. Su voz… Su voz era tan dulce, tan acogedora…
-Yo…Yo…-Tartamudee. Busqué a ciegas que decir, pero no encontré las palabras adecuadas. No me encontraba en el mejor momento para pensar. Sus ojos… clavados en los míos, no me dejaban. Me desorientaban.
-Veras Annie…-Comenzó a decir. Al parecer, leyó lo que pensaba a través de mis ojos…- Tras hablar con tigo en las celdas, recapacité. Tú me hiciste recapacitar. Decidí alejarme de lord William para siem...- Detuvo su frase, sin completarla. Se paró a pensar, como si quisiera cambiar lo que dijo, buscar las palabras correctas, las que fueran realmente sinceras... Susurró algo en voz muy bajita. Demasiado, ya que no pude llegar a escucharlo. Finalmente, añadió- Si, eso fue lo que decidí.- Las últimas silabas se ahogaron con el silencioso suspiro que produjo. Desvió su mirada, como si no quisiera que leyera en sus ojos lo que le sucedía. La clavó en las brillantes baldosas recién fregadas. 
-Albert… ¿De verdad?- ésta vez fui yo la que aferré su barbilla para que me mirara. Sus ojos me dirían todo lo que quería saber.- ¿De verdad has abandonado a lord William sin importar lo que eso supondría?-Pregunté, mientras una pequeña sonrisa asomaba por mi rostro. Le miré a los ojos buscando una respuesta en ellos. Nada, no había nada. Tras unos segundos, su cara se tensó de nuevo y volvió a desviar la mirada, sin decir absolutamente nada.
Me pareció ver que una pequeña lágrima asomaba por su brillante ojo, pero no pude comprobarlo con certeza, ya que tras volver a mirarle, ya no estaba.
-Lo siento…-Susurró. Justo cuando tenía la intención de preguntarle porque se disculpaba, alguien me interrumpió.
-¡Annie!-Gritó alguien al otro lado del pasillo provocando que me sobresaltara.-¿Annie donde estas?
-Aquí Layla, estoy aquí- suspiré. Se acercó hacia nosotros, tan feliciana como siempre- Por favor, no grites…
-Perdona… Muchas veces me olvidó de controlar el tono de mi voz -rió- ¿Llevas mucho tiempo aquí?
-No…
-Bueno, aún así… Bien acompañada te veo. ¿Quién es este chico tan guapo de aquí?-exclamó pícaramente refiriéndose a Albert. Éste levantó la cabeza, y se dispuso a saludar.
-Hola. Yo soy…
-Albert- le corté- Él es…Albert.- En ese momento Layla me miró, abriendo de par en par sus ojos color miel. 
-Tú… ¿Tú eres Albert?
-Si. ¿Porqué lo preguntas?-Antes de que Layla respondiera con alguna estupidez, le lancé una mirada de advertencia que pareció captar a la primera.
-No… No por nada. Oye Annie, tu madre me ha llamado- exclamó rápidamente, cambiando de tema. - Al parecer tú tienes el móvil apagado.
-Si. Apagado… y en casa- reí.
-Tú y tu súper cabeza de chorlito. En fin… Me ha llamado para advertirte sobre algo.
-¿Qué?-pregunté extrañada.
-Ya sabes… con él tema ese de…-señaló mi colgante.
-¿Ocurre algo?-preguntó Albert, interrumpiendo la conversación. -Parecéis…Preocupadas.
-¿Eh? ¡NO! –Grité para su sorpresa.-Quiero decir…No. No ocurre nada. Absolutamente nada.-Noté como mi voz comenzaba a temblar.-Simplemente…Tenemos que irnos. ¿Verdad Layla?
-Si…-respondió ésta un tanto sorprendida, sin entender mi reacción.
-¿Ya? Pero si ella acaba de llegar…
-Si lo sé. Pero tenemos prisa Albert. Ya…Ya lo siento.-Agarré a Layla del brazo y tiré de ella para que comenzara a andar. Quería desaparecer de allí lo antes posible. Solo de imaginarme el ridículo que estaba haciendo, se me revolvía el estomago. A saber lo que pensaría Albert de mi, después de aquello.
-¡Annie!- Gritó Albert justo cuando nos disponíamos a girar al final del pasillo. Echó a correr hacia nosotras y se paró frente a mí.
-No consiento que nadie me deje con la palabra en la boca de tal manera. No, no lo consiento.-Me miró, muy seriamente. Abrí la boca, para decir algo, pero se me adelantó.-Por esa razón, tú y yo, vamos a quedar. Si. Tenemos una conversación pendiente.- Sonrió con picardía.
-¿Y porqué debo quedar con tigo? ¿Qué pasa si no lo hago?-respondí haciéndome la desinteresada.
-¿Por qué? Muy sencillo, porque te mueres de ganas por estar con migo.-Tras escuchar aquello, mi cara comenzó a sonrojarse.- Y nada. Si no quedas con migo, no sucederá nada. Simplemente, estarás con el remordimiento de no haberlo hecho durante meses.-Sonrió de nuevo, y se marchó, sin darme tiempo a responderle con algo ingenioso. Dios, había dado en el clavo.
- ¡JÁ! ¡NO ESTES TAN SEGURO DE ELLO! –Grité con la esperanza de que me escuchara. Efectivamente, lo hizo. Se giró, sonrió nuevamente y desapareció por los oscuros pasillos.
-Woooooow- exclamó Layla, sacándome del trance que habían provocado las palabras de Albert.
-¿A que viene eso ahora?  -pregunté enfurecida, a pesar de saber a lo que se refería.
 -¡A dado en el clavo!- gritó, ignorando mi pregunta.
-¡Calla!
 -Me lo negaras.
 -Vale, no. Claro que no. Pero no me apetece que se entere nadie, y mucho menos él, o lo que es peor, Jessy.
- jajaj Si, tienes razón. Como se entere Jessy la liamos parda...
-Pues si... A si que empieza a controlar tu tono de voz más a menudo.
 –Lo intentare-sonrió- Por cierto, ¿De que cosa tan importante hablabais vosotros dos cuando yo no estaba?
-¿Quienes? ¿Albert y yo? 
-¡Claro! ¿Quienes si no? Annie, no sé donde estarás, pero estoy segura que en cualquier sitio menos aquí. ¡Despierta! ¡Baja de las nubes! 
-Lo siento... Pero es que no paro de pensar en todo lo que me ha dicho Albert...
 -¿Sobre lo de quedar?
-No. Bueno si, también. Pero hay más…
-¿De que se trata?
 -Pues veras... Albert, se va a inscribir en el colegio...
 -¿QUE?
 -Lo que oyes... Le pregunté la razón... y nada, me ha dicho, que
mi conversación con él en las celdas, le hizo recapacitar y... escapó de lord William- Layla abrió los ojos de par en par, y se dispuso a decir algo, pero no le dejé- pero no le creo... No se, hay algo raro en todo esto...
 -¿Tu crees?-preguntó. Se paró a pensar, y al de unos segundos, añadió.- ¡claro! ¡Por eso te has puesto así cuando te he dicho lo de tu madre! ¡No te fías de él, por eso no querías que escuchara lo que te tenia que decir! ¡Ahora lo comprendo! Pero Annie... ¿Estas segura?
 -No, no se. Es que... No veo normal que después de tanto tiempo, decida abandonar a lord William así por así... No lo sé, pero tengo la corazonada de que algo raro ocurre... 
-Mira Annie, yo no se lo que tu piensas o no, pero no sé, creo que deberías confiar  mas en la gente...
 -Ya claro. ¿Y que sucede si después resulta ser un farsante? ¿Un espía de lord William? Me sentiría peor todavía Layla...
 -En eso también tienes razón. Pero no puedes saberlo con certeza. No hay forma de que lo sepas, a no ser... que decidas espiarlo. Pero claro, como el lo descubra... No volverá a hablarte. Yo por lo menos, no hablaría con alguien que no se fía de mí sin motivos propios...
 -Si, lo sé. Espiar no lo espiaré. Pero Layla, tengo motivos suficientes para desconfiar de él. ¡Él fue quien me encarceló!
-¡Y quien te ayudó a escapar Annie! ¿Quien te dice que no le has gustado, que lo que has sentido tu al mirarle, no lo ha sentido el? ¿Quien te lo dice? ¡Tal vez ha decidido dejarlo todo, para poder ayudarte!
 -Joder. Layla, no se que hacer. ¡No paro de comerme el coco! Porque, puede que diga la verdad o, puede que no. ¡Yo ya no sé que hacer!- exclamé estresada.
 –Simplemente haz lo que tu corazón te diga. Elijas lo que elijas, será lo correcto. Aunque yo pienso, que deberías quedar con él. No sé, tal vez te ayude a aclarar tus dudas.
-Si, puede que tengas razón.
 -Bueno, ahora olvídate de eso y pensemos en cosas mas importantes.- dijo para animarme, aunque no daba gran resultado.
 -Está bien. Haber ¿Que es eso tan importante que te ha dicho mamá?
 -Pues veras, ha tenido un presentimiento. Dice que dentro de nada, va a salir a la luz una nueva perla, y debes ir a buscarla.
-¿Una nueva perla? Pero... ¿Cuando? ¿Como la recupero? ¡No se que es lo que hay que hacer!
 -¡Annie! por favor, relájate. Tanto estrés acumulado es malo.
-¡Y que quieres que haga! Entre lo de Albert... y ahora esto... Voy a tardar muy poco en volverme loca. ¡Ya lo veras!
 -Anda, tranquilízate y haz el favor de mirar el bolsillo de tu pantalón.
 -¿Que?
-Que mires el bolsillo- lo señaló. Lo hice, y pude ver a que se refería. De mi pantalón, provenía una especie de destello amarillento. Introduje la mano, y saqué el papel doblado que yacía dentro.
-¡El mapa! Está brillando.- exclamó Layla. Lo abrí, cuidadosamente y lo miré. Pude contemplar una mezcla de imágenes que procedían del mapa. Los lugares habían desaparecido. Pasados varios minutos, el destello se amainó, y en el desnudo papel comenzaron a trazarse líneas. Se transformaron en una especie de dibujo, formando un lugar, y al norte de éste, apareció una estrella roja.
-Aquí está la perla Annie- señaló Layla.
-¿Y que lugar es este? No sé donde está, ni como llegar allí.- respondí preocupada.- Tal vez si se lo pregunto a mamá…
-Yo se donde está. Es el Lago Brindet. Se encuentra a las afueras de Wasserfall. Mira, ¿ves esto de aquí?- señaló- aquí es donde nos encontramos nosotras. El lago está a unos dos kilómetros. Pero hay un problema, no hay ningún medio de transporte para llegar. Y dos kilómetros andando, es demasiado, nos llevaría una eternidad, y corremos el peligro de que lord William se nos adelante y nos la robe, aunque…No es del todo probable, ya que no tiene el colgante y no puede hacer nada con ella… Aún así, no podemos arriesgarnos.
-Yo se como llegar.-Sonreí- Athos nos llevará hasta allí.
-Perfecto- Sonrió.-Yo te ayudaré. Vamos, pongámonos en marcha.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Capitulo 24, desconcertada


Me marché directa a mi cuarto, y tras quitarme el manchado vestido, me coloqué el pijama, y me introduje en la cama.
Me acurruqué entre las sabanas, y aspiré profundamente, ya que el olor que desprendía la sudadera de Albert, me adormecía. Si, seguía con ella puesta. Lo único que me había colocado, era la parte de abajo del pijama, ya que, no quería deshacerme de la sudadera. Era como un preciado tesoro para mí. Y aunque solo fuera durante esta noche, deseaba tenerla junto a mí, ya que era como dormir junto a Albert…
Me dormí, pensando en él. No tardé nada, ya que estaba muy cansada.
-¡Annie, despierta! Vamos levántate. -Se escuchó. Abrí un ojo, con cautela y tras pestañear varias veces, la vi.
-Un poco más…- dije aún adormecida.
-¡Annie, como no te levantes ya, vas a llegar tarde!
-¿ehhh? Pero mamá…
-¡Annie, que son las 8:10 y en 20 minutos empiezan las clases!
-¡QUE!?-me incorporé de golpe- ¿Y porque no me has despertado antes? ¿No ves que necesito mas de una hora para prepararme?- grité alterada.
-Llevo un cuarto de hora intentando levantarte, ya que tras sonarte el despertador, lo has apagado y has seguido durmiendo tan tranquila…-suspiró- Vamos anda, vístete.- y se marchó.
Corriendo, me levanté, y fui directa al armario. Me puse lo primero que pillé: la sudadera marrón que me compré al mudarme a Nueva York, unos vaqueros claritos, y mis botas UGG. Me fui al baño a peinarme, y en 10 minutos ya estaba lista. Perfecto, todavía me sobraban unos 5 minutos.
-Ya estoy mama!- grité en cuanto llegué a la entrada.
-Habrás desayunado ya ¿no?- dijo desde la cocina. Mierda el desayuno.
-No… ya voy.- corrí hacia la cocina.
-Cuando se te quitara esa cabeza de chorlito…- murmuró.- te espero en el porche.
-Vale.- dije. Cogí el baso de leche que se encontraba encima de la mesa y bebí un sorbo, luego otro y otro… En cuanto terminé, me dirigí hacia el porche, como mamá me había dicho. Una vez allí, me monté en el coche, y pusimos marcha hacia Wasserfall Magic High School.
-Me has sorprendido Annie.- dijo mamá
-¿Y eso?
-Pues… porque es la primera vez que veo, que te preparas en menos de media hora.-dijo irónicamente.
-¡ahhh eso! Jajaj. Si tienes razón, no se ni yo como lo he hecho. Todavía estoy alucinando.- Me reí.
-Bueno, ya hemos llegado. –dijo mamá mientras detenía el coche en el aparcamiento.
-Adiós, te quiero.- dije en cuanto lo detuvo. Le di un beso y me fui.
-¡Annie!-dijo uno voz conocida a lo lejos. Mire en esa dirección. Era Layla.
-Layla guapa.- dije mientras corría hacia donde se encontraba ella.
-¿Que tal?- me preguntó.
-Bueno… hay ando. ¿Y tú?
-¿Yo? Genial tía, contentísima.- respondió con una de sus enormes sonrisas.
-Me lo imaginaba.- Le sonreí.- ¿sabes? Te envidio…- dije cambiando de expresión.
-¿Qué?- preguntó algo confusa.
-Pues… que te envidio…
-Si si. Eso ya lo he escuchado, pero… ¿Por qué?
-Pues… Veras, yo… soy un hada guardiana. Tengo el deber de vencer a lord William, y llevar la paz en el mundo. Ya sé que debería estar orgullosa de ello, y si, lo estoy. Lo que pasa es, que no ha hecho nada mas que traerme problemas.- respondí tristemente.- Además, estoy enamorada de Albert como una completa estúpida, sabiendo, que nunca voy a poder estar junto a él. En cambio... mírate a ti. Llevas una vida normal, feliz, sin complicaciones, y con un novio que te quiere y te cuida.- Noté que las ganas de llorar me invadían, pero hice un enorme esfuerzo por contenerlas. Vista de eso modo, mi vida era un desastre.
-Annie… Estas equivocada. Mi vida no es normal y sin preocupaciones, ni mucho menos. De hecho yo… yo soy…
-¡Layla!- se escuchó. Jack se acercó corriendo hacia donde nos encontrábamos. En cuanto se puso a nuestra altura añadió- Layla, ¿vienes?
-Yo…- dijo ésta mientras me miraba.
-Tranquila, ya hablaremos mas tarde. –dije sonriendo, a pesar de que me moría de ganas por saber que era lo que Layla me tenia que decir.
-Eres la mejor- me dijo. Se dirigió a Jack- ¿esperas un segundo?
-Claro- respondió el.
-Mira Annie- se me acercó.- tú vida no es tan horrible como parece. Eres especial Annie, especial. Y yo te quiero por eso. Tú tranquila, que todo se va a terminar solucionando, ya veras, solo tienes que creer en ello. Y respecto a Albert, estate tranquila, siempre hay una solución para todo. Además, tal vez, si que podáis estar juntos, quien sabe. Yo solo te digo, que, la vida da muchas vueltas, y puede traer sorpresas.- sonrió- ahora, lo que te pido, es qué estés preparada para todo lo que te espere, sea malo o bueno. Y si miras el lado positivo de las cosas, te irá todo mucho mejor, ya veras. Además, me tienes a mí como amiga, y eso, te va a ayudar un montón- me guiñó un ojo, y me abrazó. Uno de sus abrazos calidos y tranquilizadores. Esta vez, no pude contener las lágrimas. Lagrimas de emoción. Todo lo que me había dicho, me llegó muy adentro. Layla era una amiga de verdad, y con eso, me bastaba.
-Layla yo…-dije a un con lagrimas en los ojos.- gracias. Gracias a ti, se que voy a poder seguir a delante. Eres una amiga de verdad, y te quiero mucho. Gracias de nuevo, por todo lo que haces por mi, enserio. –la abracé.
-Tranquila, para eso están las amigas. Bueno yo ya me marcho.- me dio un beso.- ya hablaremos con mas tiempo.
-Vale- sonreí.
-Annie, adiós. Y por cierto, yo no se exactamente lo que te sucede, pero aun así, ¡ánimo! Debes de ser fuerte- me animó Jack, tras darme un beso en la mejilla.
-Muchas gracias. Adiós chicos. Ya no veremos.- me despedí.
En cuanto se fueron, me dirigí hacia mi clase.
Se me pasó el tiempo volando, ya que estuve toda la hora dándole vueltas y vueltas a todo lo sucedido.
Tras acabar la primera clase, me dirigí hacia el banco en el que había quedado con Layla.
Me senté, y pasados unos minutos alguien se sentó a mi lado.
-Hola- dijo aquella voz masculina que tanto me atraía. Lo miré y mis ojos quedaron atrapados en los suyos, en aquellos ojos misteriosos…
-A…A…Albert… ¿Que…Que estas haciendo aquí?-tartamudee sin poder creer lo que estaba viendo. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, y no hubo forma de detenerlo. No podía creer que Albert se encontrara allí en aquellos momentos, frente a mí. No, no me lo podía creer.
-Bueno… yo… He venido a inscribirme en el colegio.- Respondió al fin, provocando que mi corazón diera un vuelco.

capitulo 23

Desde que logré escapar, no deje de pensar en todo lo que me había sucedido, incluso pensé en como contárselo a mi madre.
Estaba decidida a saltarme la parte en la que descubría, como aquel chico del que estaba enamorada, era un cómplice de lord William. Si, estaba decidida a no contárselo, pero sin darme cuenta, las palabras brotaron de mi garganta, y no pude hacer absolutamente nada para detenerlas…
-¡Albert! Lord William le ordenó a él que me encarcelara- dije entre sollozos.- Aquello me dolió, sentí como si una estampida de rocas, se abalanzara sobre mi. Perdí toda esperanza. Las ganas de vivir, se me esfumaron… ¡No podéis imaginar lo que fue para mi descubrir la verdad sobre él! No… no podéis…- lloré, abrazando de nuevo mi madre. La abracé con fuerza, deseando desaparecer. Estaba avergonzada de llorar ante mi madre por un chico…
-Cálmate Annie…- me tranquilizaba ella una y otra vez.
Layla se acercó hacia mí, sentándose a mi lado, y me abrazó.
Tras unos minutos, nos separamos, y decidí continuar hablando.
-Lo siento, siento haberme puesto así- me disculpe primero.
-Es normal, todo esto ha debido de ser muy duro para ti.- respondió Layla.
-Si… -Ésta vez me dirigí hacia ella.- ¿Recuerdas cuando en el colegio, tú me contaste lo de Jack, y después yo te conté que durante unos días, había estado viendo a un chico en el portal? ¿A un chico del que me había enamorado?
-Si, si claro que me acuerdo- Los ojos de Layla se abrieron como platos. Al parecer, estaba comprendiendo de lo que le hablaba.- Quieres decir que…- Comenzó, pero le corté.
-Si, aquel chico, es Albert.
-Ohhh, dios, Annie, lo siento, lo siento mucho…
-A si que, te gustaba un chico, y a mi no me lo contaste…- replicó mamá.
-Bueno… yo…- No sabia que responderle.
-Tranquila, no pasa nada. De todos modos, yo ya estaba al tanto de ello.
-¿Qué?- pregunté mientras le lanzaba una mirada iracunda a Layla.
-Bueno…es que… no se como, pero salio el tema y…tuve que contárselo…
-Eres lo peor.- Volví a lanzarle una mirada asesina.
-Oye Annie, que no es para tanto que tu madre se entere de que a su hija le gusta alguien- dijo mi madre, haciéndose la ofendida.
-Ya bueno, tienes razón. Pero es que, no sabia como te lo tomarías y… me daba un poco de corte…
-Si lo sé. Es normal… Pero bueno, ahora ya sabes que puedes contármelo todo.- se mostró realmente comprensiva, algo que me aliviaba.
-Gracias- sonreí.
-No tienes que darlas. Por algo soy tu madre. Por cierto, ¿podría hacerte una pregunta?
-Si, si claro.
-Eso que llevas puesto, ¿es tuyo?- dijo señalando la sudadera de Albert. En ese mismo instante, me sonroje.- Digo, porque no recuerdo haberlo visto en tu armario…
-No, no es mío.- respondí algo nerviosa. - Es de Albert.
-¿Qué?- Pronunciaron las dos a la vez, Con la boca abierta. Me puse todavía más nerviosa.
-Bueno… Veréis… Es que…- tartamudee. No sabía por donde empezar.
-Haber Annie.- comenzó Layla.- ¿Quieres decir, que la misma persona que te encerró, te presto su sudadera?- preguntó algo confusa.
-Pues… si…
-¿Sabes? Me estas liando, y creo que a tu madre también.- dijo señalando su expresión, que yacía con los ojos abiertos como platos, y observándome atentamente.-Continua con la historia, haber si así lo entendemos mejor…
-¡Si sois vosotras las que no me dejáis!- las acusé. Comenzaron a reírse, y pasados unos segundos, se callaron. Tomé la iniciativa.
-Por favor, hasta que termine, no me interrumpáis- Las dos asintieron.- Pues veréis, lord William, ordenó a Albert, que me encerrara, el así lo hizo, y me llevó a las celdas subterráneas. Mientras íbamos caminando por allí, me invadió un horrible frío, y Albert, al percatarse de aquello, me presto su sudadera, ya que me dijo que en la celda, todavía haría mas frío.- me detuve para coger aire. Al observar las expresiones confusas de las dos, añadí- Lo sé. Es extraño, yo tampoco sé porque lo hizo, ni porque se preocupó por mi.
-Continua- dijeron en unísono.
-Mi celda, era horrible. Un lugar mugriento, y apestoso. Estaba todo muy sucio. No sabría si aguantaría allí por mucho tiempo, asíque decidí, que al día siguiente debería hacer algo para escapar.
Me dormí, y sobre las 5 de la mañana, me desperté. Tras buscar a ciegas una forma para poder escapar, esto comenzó a brillar intensamente- señalé el colgante.- después, el brillo comenzó a aminorar, y se quedo en un diminuto destello, que provenía de la perla del aire.- asintieron.- Tras comerme el coco una y otra vez, llegué a la conclusión de que debía crear una especie de llave con el poder de la perla. Así lo hice, y conseguí que la puerta se abriera.
-¿Todo eso lo hiciste tu sola? ¿Sin ayuda de nadie?- Layla me miraba sorprendida.
-Si…- afirmé. No me lo creía ni yo.
-Realmente, eres un hada guardiana. Si. No hay duda.- exclamó mamá. Continué hablando.
-No había ni un solo guarda vigilando mi puerta, algo que me extrañó. Eché a correr, sin pensármelo dos veces, y cuando a penas me quedaban unos metros para poder salir de aquella fría y húmeda cueva, choqué con alguien, y me caí. Albert, era Albert, que venía a vigilarme. – Las bocas de las dos se abrieron de par en par, pero no pronunciaron palabra, sino que me dejaron continuar- Me preguntó haber si había logrado escapar gracias al colgante, y que haber si tenia la intención de entregárselo a lord William. Le respondí que no. Ni loca. No podía entregárselo. Tuvimos una discusión, por así llamarla. Yo le grité, y le dije que era un estúpido por ayudar a lord William, que se había arruinado la vida y todo eso… Para mi sorpresa, me dio la razón, y me aclaró que no tuvo otra opción. Que yo también hubiera hecho lo mismo si hubiera estado en su situación. A continuación, murmuró algo de su hermano, pero no conseguí escucharlo bien. Le pregunté lo sucedido con su hermano, pero me dijo que no era ni el lugar ni el momento para contármelo. Después, me ordenó que me marchara. Si, me dejo escapar. El, Albert, me dejo escapar…
-Ohhh, dios… Todo esto es tan… raro…- exclamó Layla.
-Pues si, y es que no se que pensar… Estoy confundida, mucho. Un día de estos, me voy a volver loca, ya veréis.
-Tranquila cariño, tranquila. Se que esto es realmente desconcertante, incluso para mi, pero ya veras, en algún momento, llegaran todas las respuestas a tus preguntas. Solo es cuestión de tiempo.- Me tranquilizó mamá.
-Ojala... –Dudé -Pero una cosa tengo clara, no voy a parar hasta averiguar la razón por la que me ayudó. Y lo mas importante, hasta averiguar porque está a las ordenes de un ser tan despreciable como lord William.
-Si, buena idea.- aclaro Layla.
-Lo que te pido, hija, es que tengas mucho cuidado. Ahora ya sabes que en cualquier momento, te puede aparecer alguien, ya que lord William, anda tras de ti. A si que, por favor, ten mucho cuidado. No me lo podría perdonar si te pasara algo…- exclamó mamá, preocupada.
-Tranquila mamá, andaré con mucho cuidado, te lo prometo.- le di un beso en la mejilla.
-Bueno, ahora que nos lo has aclarado todo, veo que deberías acostarte un rato. Debes de estar agotada con todo lo sucedido.
-Si, es verdad.
- Stephanie, Annie-dijo Layla- yo me tengo que ir. Tengo que terminar algún que otro trabajo. Nos vemos mañana Annie. Y tranquila, que todo termina solucionándose- Me guiñó un ojo, y se marchó.

capitulo 22, por fin en casa

Tras galopar varios kilómetros, llegamos a Kingdalia.
Athos se detuvo, dejándome en frente de mi casa.
Me baje, y le di las gracias un millón de veces. Lo abracé y tras esto, se marchó.
Le seguí con la mirada, sin saber hacia donde se dirigía.
Saqué las llaves del bolsillo, y las introduje en la cerradura de la puerta principal que daba al jardín.
Comencé a andar a trabes del sendero sinuoso. Antes de llegar a la entrada, vislumbré a una joven mujer de cabellos claros hablando con dos hombres trajeados.
Sin pensármelo dos veces, me acerqué corriendo.
-¡Mamá!
Su rostro cambió completamente, eliminando toda tristeza y preocupación.
Se abalanzó hacia mi, y me abrazo como nunca antes lo había echo.
Lloró, lloró de la emoción, y sus lágrimas provocaron que yo también lo hiciera.
-Dios cariño, he estado muy preocupada. ¿Dónde estabas?
-Mama… Lo siento… pero es que…- detuve mi frase, mientras observaba a aquellos dos hombres. A primera vista parecían completamente normales, pero tras mirarlos fijamente, pude observar, que había algo en ellos, que no era normal. Sus brazos, sus brazos eran tentáculos.
-Tranquila cariño, estos son Darryl y Jason. Son unos amigos míos. Los llamé cuando Layla vino a avisarme de que no aparecías y me estuvieron ayudando a buscarte…-dijo tras darse cuenta de mi expresión. Le sonreí.- Por cierto, Layla está dentro de casa. Ha pasado la noche aquí. Estaba muy preocupada por ti, y por lo menos, me animaba un poco. Ve a verla, que yo voy ahora dentro de un rato y me cuentas lo sucedido.
La abracé de nuevo, y me introduje en el interior de la casa.
Me encontré a Layla sentada en el sofá, despeinada, y con la mirada perdida.
No estaba sola, un chico se encontraba sentado a su lado.
-¡Layla!- le grité. Seguidamente giro su cabeza, y tras verme, su rostro se tornó, mostrando una enorme sonrisa. Se levantó rápidamente, y se abalanzo sobre mí. Me dio mil besos y abrazos.
-Tranquila, que ya estoy bien.
-Annie, ¿Dónde te habías metido? Estábamos todos tan preocupados…
-Ya bueno, es muy largo… Cuando venga mamá, os lo cuento, que no me apetece repetir la historia dos veces. Y por cierto –dije mirando a Jack.- Veo… que no has perdido el tiempo ehhh.- le guiñé un ojo.- Cuando se marche, me lo cuentas todo. ¡Con pelos y señales!
-jajaja. Claro. Ainss, ahora todo está perfecto. Tengo un novio guapísimo, y mi mejor amiga ha aparecido.- sonreí- La pena es… que tú no pudiste encontrarte con el chico del que tan enamorada estas…
Mi cara se entristeció tras oír sus palabras
-¿Qué sucede?- me preguntó tras percatarse de mi reacción.
-Ya te contare… Venga sentémonos.
Nos dirigimos hacia el sofá, y antes de sentarme, saludé a Jack.
-Hola.- le dije con una enorme sonrisa.- Me llamo Annie. Encantada de conocerte.
-Si lo sé. Layla me ha hablado mucho de ti- sonrió.- Encantado.- Nos dimos dos besos.
Me senté, y acto seguido mi madre entro por la puerta.
-Bueno, va a ser mejor que yo me valla.- dijo Jack.
-Vale cariño.-Layla se levantó para darle un beso.- Nos vemos mañana en el colegio.
-Claro.- y se fue.
-Annie- comenzó a hablar mi madre tras sentarse a mi lado.- cuéntanos que te ha sucedido, por favor.
-Bueno, pues veréis. En cuanto me dirigía hacia la parada del autobús, dos hombres, me atraparon. Me ataron las manos, y me pusieron un trapo asqueroso en la boca para que no pudiera gritar.- paré a coger aire.- se llamaban, Smith y Christopher. Si, así se llamaban. Después, anduvimos durante unos minutos, y me subieron a un coche. En el yacía una señora, de la cual desconozco su nombre.
El coche se detuvo en Lorhmania, y después, supongo que os imagináis lo que sucedió…
-Te llevaron ante lord William, ¿No es cierto?- respondió mi madre.
-Si. exacto.
-Dios, esto parece sacado de una película- respondió Layla, que me observaba atentamente, sin poder creer cada palabra que escuchaba.
-Tras entrar en el palacio, y llegar a la sala en la que yacía lord William, tuve que arrodillarme ante él. Éste me ordeno que le entregara el colgante. Me negué a dárselo, y… y…- las palabras se me trababan. Otra vez me recorrían aquellas desagradables ganas de llorar, pero esta vez, no pude contenerlas.
-Tranquila cariño, ya estas bien. No pasa nada.- me tranquilizo mi madre, mientras me rodeaba con sus calidos brazos, consumiéndome en un tierno abrazo.- Si no quieres hablar de eso ahora, no importa. Ya nos lo contaras mas tarde, cuando descanses…
-No, no mamá. No importa.
-Está bien. Como tú quieras.- Me dio un beso, y continué hablando.
-Ordenó que me encarcelaran. Que me llevaran a las celdas subterráneas del castillo, y que no me dejaran salir de allí, hasta que decidiera entregarle el colgante…
-Dios, es horrible.- La cara de Layla expresaba una enorme angustia.
-Si… Pero eso no fue lo peor de todo…- y de nuevo, comencé a llorar, tras recordar la escena en la que Albert, se encontraba de pies, junto a lord William…
Pink Moustache