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viernes, 19 de noviembre de 2010

capitulo 21


Corrí durante varios minutos. Tras haber salido de aquellas cuevas subterráneas, me dirigí por los pasillos hacia la salida, sin pararme a pensar donde se encontraba. Por suerte la localicé sin problemas, y para mi sorpresa, no había ni un solo guarda vigilándola.
En cuanto escapé de aquel horrible palacio, me detuve frente a unos árboles a coger aire. Estaba agotada.
Después de descansar durante varios minutos, miré a mí alrededor. Lo único que sabía era que me encontraba en Lorhmania, pero no sabia en que parte de la ciudad.
Recordaba como había venido hasta aquí. En coche. Pero ahora, ¿Cómo iba a volver?
No se visualizaba ningún taxi por la zona…
Empecé a andar, por el interior de aquel bosque, y al fin, llegué a la zona donde nos dejó aquel coche ayer.
Me detuve a pensar. Mi madre paso por mi cabeza. ¡Claro! Ahora si que podía llamarla.
Saqué el móvil del bolsillo, y para mi sorpresa, estaba apagado. ¡Sin batería!
-Valla hombre, todo me tiene que pasar a mí. – me dije de mala gana.
Me quedé en silencio, y en ese mismo instante, escuché una especie de chirrido. No sé de donde provenía, pero aquello, me dio una idea.
Esperanzada, silbé. Silbé con todas mis fuerzas, con la esperanza de que Athos, viniera en mi busca. Mi padre dijo que solo tenía que silbar, y el aparecería.
Tras cinco minutos esperando impacientemente, me senté en el suelo, rendida.
Athos no aparecía, no tenia móvil... ¿Cómo pretendía volver a casa?
Un sonido que provenía de detrás de unas colinas llamó mi atención. Cada vez se escuchaba con más intensidad. Finalmente lo descubrí.
Un enorme caballo negro, se dirigía con su hermoso galope hacia mí. El viento azotaba sus bellas y negras crines.
Lo miré con admiración, mientras se detenía delante de mí.
Alegremente, lo acaricié, y me subí a lomos de él.
-Llévame con mamá Athos, con mamá.
Acto seguido, el semental comenzó a trotar, y tras unos segundos, ya había comenzado a galopar a la velocidad del rayo.
Por fin. Por fin me encontraba a salvo.
----------------------PARTE NARRADA POR ALBERT------------------------
Aquella chica… ¿Annie? Si. Así se llamaba. Un nombre realmente precioso, y del cual, nunca me olvidaría.
No se como ocurrió, pero desde que la observé por primera vez, un extraño sentimiento floreció en mi interior, y desde entonces, no a parado de crecer.
No sé que significa, ni por qué. Nunca me había sucedido nada parecido con alguien. Ella… Ella es especial. Tal vez, esa ha sido la razón por la que la he dejado marchar, a pesar de saber lo que me esperaba cuando lord William lo descubriera.
Aquel momento junto a ella, aquí, en las cuevas, no lo olvidaré nunca…
Piiiiiiiiii piiiiiiiiiii piiiiiiiiiii
Aquel doloroso pitido me sacó de mis pensamientos.
Me di la vuelta, y vi a dos fornidos hombres que se dirigían hacia mí.
-¿Qué ha sucedido?- pregunté en cuanto se detuvieron frente a mi. Lo sabia, si, sabia lo que ocurría. Se habían dado cuenta de que Annie no estaba.
-¿Cómo te atreves a preguntarlo?- respondió el más grande.
Le miré atentamente, sin responder.
-Sabemos lo que has hecho Albert, y lo vas a pagar caro, muy caro.- esta vez habló el otro hombre.
-Si. Lord William vio por las cámaras a Annie escapar del palacio. Él te ordenó a ti que la vigilaras. Es imposible que se te haya escapado sin que te dieras cuenta. Tú la has ayudado a escapar.- me acusó. Si, estaba perdido. Me habían descubierto mas rápido de lo que pensaba.
-Lord William te está esperando. Quiere hablar con tigo…
Asentí, y comencé a andar hacia la salida de las cuevas subterráneas.
Aquellos dos hombres, a los cuales había visto alguna vez por el palacio, pero que desconocía sus nombres, me siguieron. Cerré la puerta tras ellos, y me dirigí por el pasillo hasta la sala en la que yacía lord William.
Me acerqué por la brillante alfombra roja, y me planté de rodillas en frente suyo.
-Albert, Albert, Albert. Me has decepcionado mucho, que lo sepas.- su voz era calmada, demasiado calmada. Y eso era malo…
-Yo… Lo siento.- Agaché la cabeza. No quería mirarle a los ojos. No me atrevía.
-¿Crees que con un simple lo siento se arregla todo?- su tono cada vez era mas frío.- ¿Sabes lo que has hecho? ¡La has dejado escapar! ¡Con todo lo que me había costado, y vas tú, y la dejas escapar! Por fin la tenía Albert. ¿Es que no te das cuenta? Por fin iba a conseguir el poder del colgante, y un simple mocoso como tú va y me traiciona. No me lo esperaba de ti Albert, no me lo esperaba.
No dije nada. Seguí con la cabeza gacha, clavando mis ojos en el brillo de la alfombra.
Volvió a hablar.
-Con que, ¿no vas a responder?
Lo miré, sin decir palabra.
-De acuerdo. Guardas, ¡encerrarlo! Después me ocuparé de él, y de su hermano. ¡Vamos!- les ordenó a aquellos dos fornidos hombres
-¿Qué? ¡No! No, por favor. Lord William, lo siento. Por favor, podéis matarme a mí, pero a mi hermano no le hagáis nada. El no tiene la culpa…- respondí horrorizado.
-¿Por qué no he de hacerlo? Por qué… ¿un traidor como tú me lo pide?
-Yo…- recapacité, y al fin lo dije. No tenía mas remedio. De lo contrario, mi hermano y yo moriríamos.- Haré lo que tu me pidas. Si, haré todo lo que me pidas.
-¿Todo? ¿Harías todo lo que te pidiera solo por salvar a tu hermanito?- sé paró a pensar.
-Si. Si señor.
-De acuerdo. Pero te lo advierto, como vuelvas a traicionarme, dejaré de darle la medicina a tu querido hermanito, y morirá asfixiado, ¿Queda claro?
-S…Si…-respondí tristemente.
-Bien, eso espero…
-Que… ¿Que tengo que hacer?- conseguí preguntar. Me temía lo peor.
-Muy sencillo. Me he dado cuenta, mientras te observaba, como brillaban tus ojos cuando ella estaba cerca. Si, ya ves, me doy cuenta de todo. Se que le has dejado escapar, porque dentro de ti yace un sentimiento hacia ella.
No voy a matarte, ni a ti, ni a tu hermano, pero por traicionarme de ese modo, voy a hacer que sufras para que así aprendas la lección sobre hacer las cosas antes de pensarlas.
Lo que deberás hacer será inscribirte en la escuela de Wasserfall. Contarle cualquier trola a Annie, no sé, decirle que te has escapado cuando la dejaste marchar, que ya no estas a mis ordenes… Lo que quieras. Pero que te crea. Te haces su amigo, en el cual pueda confiar, y tras pasados unos meses, cuando ella ya obtenga la gran mayoría de las perlas en su poder, me la entregas. Yo te avisaré.
La mandíbula se me desencajó, un horrible escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y se me removió el estomago.
-¿Quieres decir, que debo traicionarla? ¿Mentirle?
-¡Exacto! Veo que captas las cosas a la primera.
-Pero yo… No… No puedo hacer eso…
-¿A no? No importa, no necesito tu ayuda. Ni a tu hermano. Sin ti, el es un simple estorbo para mi. Con lo cual, si no haces lo que te he pedido, tu hermano morirá, al igual que tú - respondió con una fría sonrisa en la boca. Dios, como le odiaba. ¡No me podía hacer esto! Me encontraba entre la espada y la pared…
-Pero… pero…- tartamudeé.
-No hay pero que valga. Tú eliges, salvar a tu hermano traicionando a tu querida Annie, o quedarte con ella y que tu hermanito muera.

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