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sábado, 11 de diciembre de 2010

capitulo 22, por fin en casa

Tras galopar varios kilómetros, llegamos a Kingdalia.
Athos se detuvo, dejándome en frente de mi casa.
Me baje, y le di las gracias un millón de veces. Lo abracé y tras esto, se marchó.
Le seguí con la mirada, sin saber hacia donde se dirigía.
Saqué las llaves del bolsillo, y las introduje en la cerradura de la puerta principal que daba al jardín.
Comencé a andar a trabes del sendero sinuoso. Antes de llegar a la entrada, vislumbré a una joven mujer de cabellos claros hablando con dos hombres trajeados.
Sin pensármelo dos veces, me acerqué corriendo.
-¡Mamá!
Su rostro cambió completamente, eliminando toda tristeza y preocupación.
Se abalanzó hacia mi, y me abrazo como nunca antes lo había echo.
Lloró, lloró de la emoción, y sus lágrimas provocaron que yo también lo hiciera.
-Dios cariño, he estado muy preocupada. ¿Dónde estabas?
-Mama… Lo siento… pero es que…- detuve mi frase, mientras observaba a aquellos dos hombres. A primera vista parecían completamente normales, pero tras mirarlos fijamente, pude observar, que había algo en ellos, que no era normal. Sus brazos, sus brazos eran tentáculos.
-Tranquila cariño, estos son Darryl y Jason. Son unos amigos míos. Los llamé cuando Layla vino a avisarme de que no aparecías y me estuvieron ayudando a buscarte…-dijo tras darse cuenta de mi expresión. Le sonreí.- Por cierto, Layla está dentro de casa. Ha pasado la noche aquí. Estaba muy preocupada por ti, y por lo menos, me animaba un poco. Ve a verla, que yo voy ahora dentro de un rato y me cuentas lo sucedido.
La abracé de nuevo, y me introduje en el interior de la casa.
Me encontré a Layla sentada en el sofá, despeinada, y con la mirada perdida.
No estaba sola, un chico se encontraba sentado a su lado.
-¡Layla!- le grité. Seguidamente giro su cabeza, y tras verme, su rostro se tornó, mostrando una enorme sonrisa. Se levantó rápidamente, y se abalanzo sobre mí. Me dio mil besos y abrazos.
-Tranquila, que ya estoy bien.
-Annie, ¿Dónde te habías metido? Estábamos todos tan preocupados…
-Ya bueno, es muy largo… Cuando venga mamá, os lo cuento, que no me apetece repetir la historia dos veces. Y por cierto –dije mirando a Jack.- Veo… que no has perdido el tiempo ehhh.- le guiñé un ojo.- Cuando se marche, me lo cuentas todo. ¡Con pelos y señales!
-jajaja. Claro. Ainss, ahora todo está perfecto. Tengo un novio guapísimo, y mi mejor amiga ha aparecido.- sonreí- La pena es… que tú no pudiste encontrarte con el chico del que tan enamorada estas…
Mi cara se entristeció tras oír sus palabras
-¿Qué sucede?- me preguntó tras percatarse de mi reacción.
-Ya te contare… Venga sentémonos.
Nos dirigimos hacia el sofá, y antes de sentarme, saludé a Jack.
-Hola.- le dije con una enorme sonrisa.- Me llamo Annie. Encantada de conocerte.
-Si lo sé. Layla me ha hablado mucho de ti- sonrió.- Encantado.- Nos dimos dos besos.
Me senté, y acto seguido mi madre entro por la puerta.
-Bueno, va a ser mejor que yo me valla.- dijo Jack.
-Vale cariño.-Layla se levantó para darle un beso.- Nos vemos mañana en el colegio.
-Claro.- y se fue.
-Annie- comenzó a hablar mi madre tras sentarse a mi lado.- cuéntanos que te ha sucedido, por favor.
-Bueno, pues veréis. En cuanto me dirigía hacia la parada del autobús, dos hombres, me atraparon. Me ataron las manos, y me pusieron un trapo asqueroso en la boca para que no pudiera gritar.- paré a coger aire.- se llamaban, Smith y Christopher. Si, así se llamaban. Después, anduvimos durante unos minutos, y me subieron a un coche. En el yacía una señora, de la cual desconozco su nombre.
El coche se detuvo en Lorhmania, y después, supongo que os imagináis lo que sucedió…
-Te llevaron ante lord William, ¿No es cierto?- respondió mi madre.
-Si. exacto.
-Dios, esto parece sacado de una película- respondió Layla, que me observaba atentamente, sin poder creer cada palabra que escuchaba.
-Tras entrar en el palacio, y llegar a la sala en la que yacía lord William, tuve que arrodillarme ante él. Éste me ordeno que le entregara el colgante. Me negué a dárselo, y… y…- las palabras se me trababan. Otra vez me recorrían aquellas desagradables ganas de llorar, pero esta vez, no pude contenerlas.
-Tranquila cariño, ya estas bien. No pasa nada.- me tranquilizo mi madre, mientras me rodeaba con sus calidos brazos, consumiéndome en un tierno abrazo.- Si no quieres hablar de eso ahora, no importa. Ya nos lo contaras mas tarde, cuando descanses…
-No, no mamá. No importa.
-Está bien. Como tú quieras.- Me dio un beso, y continué hablando.
-Ordenó que me encarcelaran. Que me llevaran a las celdas subterráneas del castillo, y que no me dejaran salir de allí, hasta que decidiera entregarle el colgante…
-Dios, es horrible.- La cara de Layla expresaba una enorme angustia.
-Si… Pero eso no fue lo peor de todo…- y de nuevo, comencé a llorar, tras recordar la escena en la que Albert, se encontraba de pies, junto a lord William…

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