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domingo, 12 de diciembre de 2010

capítulo 25, Albert


Me quedé atónita, sin saber que decir. No pude apartar mi mirada de la suya. Aquellos profundos y brillantes ojos me tenían atrapada.
-Pe…pe…pero…- musité,  casi sin poder articular palabra. Él no dijo nada. Se dispuso a mirarme, esperando mi respuesta.- No… no lo entiendo… Tu… Aquí… - Tartamudee. Dadas las circunstancias, era lo único que sabia hacer. Me sentía estúpida.
-¿Qué tal si dejas de tartamudear y me hablas claro?
-S… Si. Haber… ¿Co…Como que te vas a inscribir aquí? ¿Por qué? ¿Tú no estabas con Lord William? ¿Por qué ahora…
-Espera, espera- me cortó- Las preguntas una a una, si no quieres que me vuelva loco.
-Está bien, pero es que… estoy alucinando- aclaré- ¿Por qué te vas a inscribir en el colegio?
-Bien. Pues veras…- comenzó a decir pero se detuvo. Su cara se tensó. Tras pasados unos minutos, volvió a hablar- he… he decidido… que no estaría mal aprender algo…
-¿Qué? Eso no tiene sentido…-respondí. Me miró, abriendo los ojos como platos.
-¿Por…Por qué no?- Preguntó. Su voz era temblorosa, algo que me sorprendió. Busqué sus ojos, pero no los encontré. De alguna forma, estaba esquivando mi mirada.
-Pues, no lo sé. Es extraño… Veras, es qué… ¿Tú no estabas con lord William? Quiero decir… Él te ordenó que me encarcelaras… tú…Eres como él…- Musité con voz temblorosa. Desvié mi mirada, y agaché la cabeza. Estaba avergonzada, sin poder creer lo que le acababa de decir.
-Annie…- Comenzó a decir. Posó sus suaves y cálidos pulgares bajo mi barbilla, y levantó lentamente mi cabeza, hasta que mis ojos volvieron a quedar atrapados en los suyos. Esperé sus palabras, que parecía que no tenían ni la más minima intención de salir. Finalmente habló.- No soy como él. No, no lo soy…-Aquellas palabras me aturdieron. Su voz… Su voz era tan dulce, tan acogedora…
-Yo…Yo…-Tartamudee. Busqué a ciegas que decir, pero no encontré las palabras adecuadas. No me encontraba en el mejor momento para pensar. Sus ojos… clavados en los míos, no me dejaban. Me desorientaban.
-Veras Annie…-Comenzó a decir. Al parecer, leyó lo que pensaba a través de mis ojos…- Tras hablar con tigo en las celdas, recapacité. Tú me hiciste recapacitar. Decidí alejarme de lord William para siem...- Detuvo su frase, sin completarla. Se paró a pensar, como si quisiera cambiar lo que dijo, buscar las palabras correctas, las que fueran realmente sinceras... Susurró algo en voz muy bajita. Demasiado, ya que no pude llegar a escucharlo. Finalmente, añadió- Si, eso fue lo que decidí.- Las últimas silabas se ahogaron con el silencioso suspiro que produjo. Desvió su mirada, como si no quisiera que leyera en sus ojos lo que le sucedía. La clavó en las brillantes baldosas recién fregadas. 
-Albert… ¿De verdad?- ésta vez fui yo la que aferré su barbilla para que me mirara. Sus ojos me dirían todo lo que quería saber.- ¿De verdad has abandonado a lord William sin importar lo que eso supondría?-Pregunté, mientras una pequeña sonrisa asomaba por mi rostro. Le miré a los ojos buscando una respuesta en ellos. Nada, no había nada. Tras unos segundos, su cara se tensó de nuevo y volvió a desviar la mirada, sin decir absolutamente nada.
Me pareció ver que una pequeña lágrima asomaba por su brillante ojo, pero no pude comprobarlo con certeza, ya que tras volver a mirarle, ya no estaba.
-Lo siento…-Susurró. Justo cuando tenía la intención de preguntarle porque se disculpaba, alguien me interrumpió.
-¡Annie!-Gritó alguien al otro lado del pasillo provocando que me sobresaltara.-¿Annie donde estas?
-Aquí Layla, estoy aquí- suspiré. Se acercó hacia nosotros, tan feliciana como siempre- Por favor, no grites…
-Perdona… Muchas veces me olvidó de controlar el tono de mi voz -rió- ¿Llevas mucho tiempo aquí?
-No…
-Bueno, aún así… Bien acompañada te veo. ¿Quién es este chico tan guapo de aquí?-exclamó pícaramente refiriéndose a Albert. Éste levantó la cabeza, y se dispuso a saludar.
-Hola. Yo soy…
-Albert- le corté- Él es…Albert.- En ese momento Layla me miró, abriendo de par en par sus ojos color miel. 
-Tú… ¿Tú eres Albert?
-Si. ¿Porqué lo preguntas?-Antes de que Layla respondiera con alguna estupidez, le lancé una mirada de advertencia que pareció captar a la primera.
-No… No por nada. Oye Annie, tu madre me ha llamado- exclamó rápidamente, cambiando de tema. - Al parecer tú tienes el móvil apagado.
-Si. Apagado… y en casa- reí.
-Tú y tu súper cabeza de chorlito. En fin… Me ha llamado para advertirte sobre algo.
-¿Qué?-pregunté extrañada.
-Ya sabes… con él tema ese de…-señaló mi colgante.
-¿Ocurre algo?-preguntó Albert, interrumpiendo la conversación. -Parecéis…Preocupadas.
-¿Eh? ¡NO! –Grité para su sorpresa.-Quiero decir…No. No ocurre nada. Absolutamente nada.-Noté como mi voz comenzaba a temblar.-Simplemente…Tenemos que irnos. ¿Verdad Layla?
-Si…-respondió ésta un tanto sorprendida, sin entender mi reacción.
-¿Ya? Pero si ella acaba de llegar…
-Si lo sé. Pero tenemos prisa Albert. Ya…Ya lo siento.-Agarré a Layla del brazo y tiré de ella para que comenzara a andar. Quería desaparecer de allí lo antes posible. Solo de imaginarme el ridículo que estaba haciendo, se me revolvía el estomago. A saber lo que pensaría Albert de mi, después de aquello.
-¡Annie!- Gritó Albert justo cuando nos disponíamos a girar al final del pasillo. Echó a correr hacia nosotras y se paró frente a mí.
-No consiento que nadie me deje con la palabra en la boca de tal manera. No, no lo consiento.-Me miró, muy seriamente. Abrí la boca, para decir algo, pero se me adelantó.-Por esa razón, tú y yo, vamos a quedar. Si. Tenemos una conversación pendiente.- Sonrió con picardía.
-¿Y porqué debo quedar con tigo? ¿Qué pasa si no lo hago?-respondí haciéndome la desinteresada.
-¿Por qué? Muy sencillo, porque te mueres de ganas por estar con migo.-Tras escuchar aquello, mi cara comenzó a sonrojarse.- Y nada. Si no quedas con migo, no sucederá nada. Simplemente, estarás con el remordimiento de no haberlo hecho durante meses.-Sonrió de nuevo, y se marchó, sin darme tiempo a responderle con algo ingenioso. Dios, había dado en el clavo.
- ¡JÁ! ¡NO ESTES TAN SEGURO DE ELLO! –Grité con la esperanza de que me escuchara. Efectivamente, lo hizo. Se giró, sonrió nuevamente y desapareció por los oscuros pasillos.
-Woooooow- exclamó Layla, sacándome del trance que habían provocado las palabras de Albert.
-¿A que viene eso ahora?  -pregunté enfurecida, a pesar de saber a lo que se refería.
 -¡A dado en el clavo!- gritó, ignorando mi pregunta.
-¡Calla!
 -Me lo negaras.
 -Vale, no. Claro que no. Pero no me apetece que se entere nadie, y mucho menos él, o lo que es peor, Jessy.
- jajaj Si, tienes razón. Como se entere Jessy la liamos parda...
-Pues si... A si que empieza a controlar tu tono de voz más a menudo.
 –Lo intentare-sonrió- Por cierto, ¿De que cosa tan importante hablabais vosotros dos cuando yo no estaba?
-¿Quienes? ¿Albert y yo? 
-¡Claro! ¿Quienes si no? Annie, no sé donde estarás, pero estoy segura que en cualquier sitio menos aquí. ¡Despierta! ¡Baja de las nubes! 
-Lo siento... Pero es que no paro de pensar en todo lo que me ha dicho Albert...
 -¿Sobre lo de quedar?
-No. Bueno si, también. Pero hay más…
-¿De que se trata?
 -Pues veras... Albert, se va a inscribir en el colegio...
 -¿QUE?
 -Lo que oyes... Le pregunté la razón... y nada, me ha dicho, que
mi conversación con él en las celdas, le hizo recapacitar y... escapó de lord William- Layla abrió los ojos de par en par, y se dispuso a decir algo, pero no le dejé- pero no le creo... No se, hay algo raro en todo esto...
 -¿Tu crees?-preguntó. Se paró a pensar, y al de unos segundos, añadió.- ¡claro! ¡Por eso te has puesto así cuando te he dicho lo de tu madre! ¡No te fías de él, por eso no querías que escuchara lo que te tenia que decir! ¡Ahora lo comprendo! Pero Annie... ¿Estas segura?
 -No, no se. Es que... No veo normal que después de tanto tiempo, decida abandonar a lord William así por así... No lo sé, pero tengo la corazonada de que algo raro ocurre... 
-Mira Annie, yo no se lo que tu piensas o no, pero no sé, creo que deberías confiar  mas en la gente...
 -Ya claro. ¿Y que sucede si después resulta ser un farsante? ¿Un espía de lord William? Me sentiría peor todavía Layla...
 -En eso también tienes razón. Pero no puedes saberlo con certeza. No hay forma de que lo sepas, a no ser... que decidas espiarlo. Pero claro, como el lo descubra... No volverá a hablarte. Yo por lo menos, no hablaría con alguien que no se fía de mí sin motivos propios...
 -Si, lo sé. Espiar no lo espiaré. Pero Layla, tengo motivos suficientes para desconfiar de él. ¡Él fue quien me encarceló!
-¡Y quien te ayudó a escapar Annie! ¿Quien te dice que no le has gustado, que lo que has sentido tu al mirarle, no lo ha sentido el? ¿Quien te lo dice? ¡Tal vez ha decidido dejarlo todo, para poder ayudarte!
 -Joder. Layla, no se que hacer. ¡No paro de comerme el coco! Porque, puede que diga la verdad o, puede que no. ¡Yo ya no sé que hacer!- exclamé estresada.
 –Simplemente haz lo que tu corazón te diga. Elijas lo que elijas, será lo correcto. Aunque yo pienso, que deberías quedar con él. No sé, tal vez te ayude a aclarar tus dudas.
-Si, puede que tengas razón.
 -Bueno, ahora olvídate de eso y pensemos en cosas mas importantes.- dijo para animarme, aunque no daba gran resultado.
 -Está bien. Haber ¿Que es eso tan importante que te ha dicho mamá?
 -Pues veras, ha tenido un presentimiento. Dice que dentro de nada, va a salir a la luz una nueva perla, y debes ir a buscarla.
-¿Una nueva perla? Pero... ¿Cuando? ¿Como la recupero? ¡No se que es lo que hay que hacer!
 -¡Annie! por favor, relájate. Tanto estrés acumulado es malo.
-¡Y que quieres que haga! Entre lo de Albert... y ahora esto... Voy a tardar muy poco en volverme loca. ¡Ya lo veras!
 -Anda, tranquilízate y haz el favor de mirar el bolsillo de tu pantalón.
 -¿Que?
-Que mires el bolsillo- lo señaló. Lo hice, y pude ver a que se refería. De mi pantalón, provenía una especie de destello amarillento. Introduje la mano, y saqué el papel doblado que yacía dentro.
-¡El mapa! Está brillando.- exclamó Layla. Lo abrí, cuidadosamente y lo miré. Pude contemplar una mezcla de imágenes que procedían del mapa. Los lugares habían desaparecido. Pasados varios minutos, el destello se amainó, y en el desnudo papel comenzaron a trazarse líneas. Se transformaron en una especie de dibujo, formando un lugar, y al norte de éste, apareció una estrella roja.
-Aquí está la perla Annie- señaló Layla.
-¿Y que lugar es este? No sé donde está, ni como llegar allí.- respondí preocupada.- Tal vez si se lo pregunto a mamá…
-Yo se donde está. Es el Lago Brindet. Se encuentra a las afueras de Wasserfall. Mira, ¿ves esto de aquí?- señaló- aquí es donde nos encontramos nosotras. El lago está a unos dos kilómetros. Pero hay un problema, no hay ningún medio de transporte para llegar. Y dos kilómetros andando, es demasiado, nos llevaría una eternidad, y corremos el peligro de que lord William se nos adelante y nos la robe, aunque…No es del todo probable, ya que no tiene el colgante y no puede hacer nada con ella… Aún así, no podemos arriesgarnos.
-Yo se como llegar.-Sonreí- Athos nos llevará hasta allí.
-Perfecto- Sonrió.-Yo te ayudaré. Vamos, pongámonos en marcha.

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