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martes, 12 de octubre de 2010

Capitulo 3, El chico del parque.


Nueva York ¡era enorme! Estuve media hora caminando.
Estaba lleno de gente, y de edificios muy altos. Pero había una cosa que no me gustaba para nada, y era aquel olor tan asqueroso a causa de la contaminación.
Olía como a rueda desgastada y a tubería. Un olor realmente desagradable, que se introducía en las fosas nasales y no había forma de sacarlo de ahí.
Tras cruzar una calle llegué a un parquecito.
Nunca había visto nada parecido. Era muy bonito. Estaba rodeado de árboles con una especie de flores negras y rosas. Unas flores que nunca antes había visto. Le daban un aire tranquilo y misterioso, pero a la vez, tenían un efecto reconfortable… Extraño y acogedor al mismo tiempo.
Cerca de la entrada había una fuente, con un grabado, que decía: “No todo es como creemos. Guíate por tu corazón y no por lo que los ojos te digan.”
-¿Y esta frase, a que viene? Que extraño- dije en voz alta.
Miré dirección al centro y pude ver los típicos columpios que se encuentran en todos los parques, pero esta vez, tenían algo diferente, no sé el qué, pero había algo que no me convencía. Aquel parque tenía algo que me desconcertaba, y  es que... estaba vacío.
Mire el reloj. Eran las 8:30. Los más probable era que estuviera vació porque ya casi había oscurecido.
Decidí entrar, y en cuanto lo hice, una sensación muy extraña recorrió todo mi cuerpo. Mire a los alrededores y la gente… había desparecido. Las calles estaban vacías. ¡Todo estaba desierto!
No podía ser. Hace cinco minutos, las calles estaban repletas de gente, y ahora… Nadie, ni una triste alma.
Anonada decidí irme de allí. Quería irme a casa con mi padre y mi abuela.
Justo cuando tenía la intención de darme la vuelta vislumbre un movimiento detrás de uno de los árboles. Me acerqué un poco y entonces, lo vi.
Durante años había tenido en mente una imagen de un chico, un chico con el que soñaba a menudo, misterioso, romántico y enigmático. Un chico de unos 17 años, alto y delgado.
Y allí estaba él. De pie, al lado de un árbol, mirándome.
Con la misma tez, los mismos cabellos oscuros, rizados y largos que brillaban bajo los últimos rallos de sol.
Todo era igual al chico de mis pensamientos, bueno, mejor dicho, casi todo.
Sus ojos. Había algo diferente en ellos.
A pesar de los 7 metros de distancia  que nos separaban, pude verlos perfectamente, ya que brillaban de una forma mágica.
No sabría decir de qué color eran. Azules, marrones o verdes. Una mezcla entre aquellos tres colores.
Aquel chico, era perfecto.
Hasta hace unas horas, pensaba que nunca conseguiría olvidarme de John, por mucho que lo intentara. El para mi era la perfección, la perfección en persona.
Pero después de ver a este chico, mi opinión cambió. Nunca pensé que aquel con el que soñaba tan a menudo, llegaría a ser real… Pero si. Si que lo era. Y estaba delante de mí.
No podía apartar mi mirada de la suya, había algo que me impulsaba hacia el. Algo que me decía que debía ir donde el. Como si estuviera siendo arrastrada por un imán.
Una brisa de aire fresco me sacó de mis pensamientos. Mire en la dirección donde se encontraba él, pero ya no estaba. Había desaparecido. Se había esfumado, y yo ni me había dado cuenta.
Me di la vuelta dirección a casa.
Las piernas me temblaban y todavía tenía el corazón acelerado.
En el camino no deje de pensar, en que tal vez, aquel chico, solo había sido fruto de mi imaginación. Era todo demasiado extraño y perfecto como para ser real. ¿Qué sucedió cuando entré a aquel parque? Y aquel chico, ¿había sido real? ¿Y si era así, como había desaparecido tan rápidamente?
No encontraba respuesta alguna para aquellas preguntas, pero tenía una cosa clara. Por muy poco que me gustara aquel parque, debía volver. Tenia que aclarar todas esas dudas. Necesitaba volver a ver a aquel chico, y esa era la única opción.
Llegué a casa sobre las 9:00.
Decidí no contarle nada a papá, primero porque tal vez no me creyera y no me apetecía que me tomara por loca, y segundo, porque prefería aclararlo todo yo sola, por mi cuenta.
Cené, vi una película, y me acosté. Había sido un día muy ajetreado y estaba muy cansada. Necesitaba relajar mi mente. Alejarla de aquellos pensamientos durante un rato.

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