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martes, 12 de octubre de 2010

capitulo 4


Me consumí en un profundo sueño.
pi pi.
¿Que a sido ese sonido?
Abrí un ojo lentamente y me di cuenta de que lo que había sonado era mi reloj de muñeca.
-Maldito reloj. Me has despertado. – refunfuñé.-Espera un momento… ¿Que es esto? – dije mientra me frotaba los ojos. – ¿Donde estoy? Esto no es mi cuarto, es un palacio. ¿Qué hago yo aquí?-Dije en voz alta, extrañada.
Miré al frente y allí estaba él. Aquel chico misterioso del parque.
Se me escapo una pequeña exclamación al verlo y seguidamente me maldije, ya que podían haberme escuchado.
Me escondí tras una columna, y lo observé desde allí, en silencio.
No estaba solo, estaba ablando con un hombre, un hombre de mediana edad, con una barba blanca y larga. Debía de ser un rey ya que se encontraba sentado en una especie de trono decorado con una extraña piel. Piel de un animal, seguro. El hombre vestía una especie de túnica blanca y azul, o algo parecido. Era un poco raro. La primera vez que veía a alguien así.
-¿Dices que viste a la chica? ¿En el parque?- le preguntó aquel hombre.
-Si señor. La vi. Sin duda era ella.
¿De que chica estarán hablando?
CRASH
-¿Que ha sido eso?- dijo el hombre mirando en la dirección donde me escondía.
¡Mierda! ¿Que hacia un jarrón detrás de mí? Maldita torpeza, por tu culpa me han descubierto.
-¡Ella! ¡Es ella!- dijo el chico.
- ¡Annie!- dijo el hombre con una sonrisa malvada – Si, eres tú. Vamos ven, ven aquí.
¿Qué? ¿Me estaba llamando?
Negué con la cabeza.
-¿A no? De acuerdo, entonces voy yo.
¿Qué? No. Se estaba acercando, y yo no me podía mover.  El miedo me había paralizado.
Annie, muévete, me dije a mi misma. Empecé a dar pequeños pasos hacía atrás, sin apartar la mirada de aquel hombre, y del chico perfecto.
-Annie estate quieta. No huyas, no podrás escapar. Annie, ven. Annie…
-¡ANNIE DESPIERTA!- era la voz de mi padre.
-¿Eh? ¿Qué? ¿Donde estoy? ¿Que ha pasado?
- Has tenido una pesadilla, nada más. Tranquila.
Valla... con que una pesadilla. Pues menos mal. Que sueño más raro. Me toqué la frente y me di cuenta de que estaba sudando. Lo había pasado realmente mal.
-Venga cariño que ya son las 11:00 te espero en la cocina, que es la hora de desayunar.
-Vale papá, ya voy.
Cuando terminé de desayunar decidí volver a aquel misterioso parque. La idea no me convencía mucho, pero debía hacerlo. Tenia que conseguir las respuestas a todas mis preguntas.
Me vestí, cogí el móvil y fui dirección a la puerta.
-Me marcho a dar una vuelta. Vengo para la hora de comer.- le dije.
-Vale, pero ten cuidado por favor.
-Tranquilo papá. No me va a pasar nada. – le dije sonriendo.
-Eso espero.- susurró.
¿Cómo que eso espero? ¿A que venia aquello?
Decidí no darle importancia y puse rumbo hacía el parque.
En el camino no dejé de pensar en aquel sueño. ¿Que era aquel palacio? ¿Y aquel hombre? Y lo peor, ¿Qué hacía él en aquel lugar?
Estuve caminando durante un rato, y por fin llegué.
Me quedé helada al darme cuenta de lo que se encontraba frente a mí.
Nada. No había nada. El parque... No estaba, había desaparecido.
Me froté los ojos, por si estaba teniendo una alucinación, pero no. El parque se había esfumado.
En su lugar, se encontraba una casa pintoresca, con un tejado mas colorido de lo normal y unas ventanas realmente grandes. La parte trasera de la casa la completaba un enorme jardín decorado con gnomos, conejos y ese tipo de estatuas de jardín.
Confundida miré a los alrededores por si me había equivocado de lugar. Pero no era así. Estaba en el lugar correcto.
¿Me estaría volviendo loca? Aquella pregunta no dejaba de darme vueltas y vueltas. No podía ser. Aller había un parque, y hoy... Por arte de magia o lo que dios quiera, ya no estaba. Y para colmo, en su lugar se encontraba una casa que parecía salida de una película campestre.
¿Qué era todo esto?
Desde que llegué a Nueva York, solo me pasaban cosas extrañas y eso que apenas llevaba dos días.
 -Tranquila Annie, no es nada. Seguramente abran decidido demoler el parque porque no iba casi nadie, y en su lugar han construido una casa, para una familia que se acaba de mudar al igual que tú.- dije para tranquilizarme. ¿Para tranquilizarme? Lo que acababa de decir no tenía ni pies ni cabeza. ¿Cómo iban a construir una casa en tan solo un día? Aquí había algo raro, algo que no encajaba y yo me estaba empezando a asustar.
Ya no podía más. Me estaba empezando a estresar entre tantas cosas.
Pensé que lo mejor seria volver a casa.
Me di la vuelta y empecé a caminar. Crucé tres calles, y cuando tenía la intención de girar a la izquierda, algo me golpeo por la espalda.
Caí y me di de bruces contra el suelo. Mi frente golpeó contra una piedra, provocándome una herida, la cual empezó a derramar sangre.
Me asusté. Odiaba la sangre. ¡Le tenía pánico! De pequeña fui una niña un poco bastante problemática. Es decir, no problemática porque me metía en líos, ni mucho menos, problemática respecto al tema de salud. Al parecer no me alimentaba demasiado bien, y cada dos por tres mi padre me tenía que llevar a urgencias a que me hicieran análisis. Ver mi sangre a trabes de aquella especie de cable transparente y ver llenarse aquellos botecitos con ella, me daba nauseas. Me maree varias veces, y desde entonces, no puedo ni olerla. Y encima ahora tenía una brecha en toda la frente, lo que me faltaba.
Me di la vuelta, todavía en el suelo, queriendo ver con lo que me había golpeado.
En cuanto lo vi, mi corazón dio un vuelco y en la garganta se me formó un gran nudo que me impedía tragar saliva. El pánico me invadió por completo. ¿Que narices era aquello?
Delante de mí se encontraba una especie de bicho, un bicho que nunca antes había visto.
Tenía forma de reptil y… Medía más de dos metros.
Su piel estaba llena de escamas muy juntas, tenía dientes muy afilados y una lengua muy larga. Sus ojos eran terroríficos, de color ámbar y en ellos se reflejaba odio, odio y hambre. Sin duda, aquel bicho tenia intención de devorarme.
-Definitivamente, estoy loca- dije mientras me tocaba la brecha que me había hecho.
Vi que el reptil se acercaba a mí y comencé a sentir frío por mis mejillas. El frío fue aumentando y noté como la tierra comenzaba a dar vueltas y mas vueltas, hasta que finalmente, me desmayé.

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