Seguidores

domingo, 6 de febrero de 2011

Capítulo 29, Él.

-Por fin en casa-exclamé. Layla asintió con la cabeza, dándome toda la razón.
Mamá vino a por nosotros pasados 5 minutos, y metimos a Athos en el remolque que iba enganchado al coche. El viaje fue muy corto, y ninguna de las tres dijimos ninguna palabra.
-El veterinario ya está en camino- dijo mamá- Annie, vete a la ducha, y cámbiate de ropa. Layla, ¿Qué vas a hacer? ¿Te quedas en nuestra casa o te llevo a la tuya?-Preguntó.
-Si no es molestia, me gustaría quedarme…
-Claro que no es molestia. Te quedas a dormir en el cuarto de invitados, y mañana os llevo a las dos al colegio. ¿Os parece bien?
-¡Sí!- Respondimos las dos en unísono.
Layla se sentó en el sofá, y yo me marché a ducharme.
En un cuarto de hora, ya estaba limpia y refrescada.
Bajé abajo, junto a Layla y mamá, pero me sorprendí al llegar al salón y descubrir que ninguna estaba allí. Me recorrí toda la casa, pero ni rastro de ellas.
Después de pensar durante varios segundos, salí al patio trasero, a la cuadra en la que guardábamos a Athos, y allí se encontraban las dos, junto a un hombre de mediana edad, vestido con unos vaqueros y una camiseta gris, y ésta, iba tapada por una larga bata blanca. Era el veterinario.
Me acerqué hacia la cuadra, y vi que Athos se encontraba tumbado en ella, sin moverse.
-¿Está bien? –pregunté.
-No del todo. La herida es bastante profunda, y está infectada. Por suerte, la apretaste durante bastante tiempo y evitaste la hemorragia- Respondió el veterinario. ¿Qué la apreté durante bastante tiempo? Yo no hice eso… No pude. Tenia que matar a la hidra. Lo único que hice fue taparla con la sudadera. Bueno, tal vez el veterinario se refiere a eso…
-Pero… ¿Se pondrá bien?
-Si. Ya se la he cosido. Está cansado, y tardara varias semanas en recuperarse. Pero no te preocupes, se pondrá bien. De todos modos, si ves que no lo hace, o que empeora, no dudéis en llamarme.- Si ves que no se recupera o empeora. Esa frase retumbó en mi cabeza como un doloroso martilleo.
-De acuerdo- respondió mamá, al ver que yo no lo hacia.
-Cubrir la herida con esta pomada cada noche durante tres semanas. Esto hará que la herida cure completamente.
-Está bien. Muchas gracias- agradeció mi madre.- ¿Cuánto es?
-Oh nada Stephanie. No se lo cobraré.
-¿De verdad?
-Si. Ha sido un placer ayudaros- Sonrió guiñándole un ojo a mi madre. Después, se fue. Decidí no darle importancia a esa reacción.
-Bueno, volvamos al interior-dijo mamá.
La seguimos, y en cuanto entramos, nos dirigimos a nuestro cuarto. Eran las 8 y todavía teníamos tiempo de sobra hasta la cena.
-Menos mal que se va a poner bien- le dije a Layla.
-Si. Pero todo a sido gracias a ti Annie. Si tú no hubieras detenido la hemorragia…
-Layla… que yo no lo hice…
-¿Qué?
-Nada… olvídalo.
Confiaba en Layla, pero no tenía muchas ganas de hablar. Además, seguramente el medico se refería a lo de la sudadera…
Layla abrió la boca con intención de continuar con aquella conversación, cuando de pronto sonó su teléfono móvil.
Menos mal. Lo más probable era que después de terminar de hablar, olvidara el tema de Athos por completo.
Se pasó hablando durante más de media hora. Con Jack. Yo la entendía, ya que era su novio, y como era lógico, lo echaba de menos. Además yo estaba muy cansada, asique me quedé dormida antes de que ella terminara.
Una desagradable pesadilla hizo que me despertara de golpe. Tenía la cara sudada, y el corazón me latía muy fuerte.
Intenté recordar aquello que tanto me atemorizó, pero fue practicante inútil. Lo único que recordaba era a mi encerrada. Llorando, y Albert y lord William, disfrutando con aquella escena. Eso era lo único que recordaba y no sabía ni como ni porque.
Me levanté y me dirigí hacia la cocina a por un baso de agua.
Eran las 3 de la mañana, y yo era la única persona despierta en toda la casa.
Abrí la nevera y saqué una botella de plástico. Eché agua en un baso, y me la bebí.
Salí de la cocina, y volví a mi cuarto. Me metí de nuevo en la cama, con las mantas hasta la barbilla ya que tenía bastante frio. Intenté dormirme, y justo cuando estaba a punto de conciliar el sueño, mis tripas sonaron. Sabía perfectamente porqué era. Mamá no se había molestado en despertarme para cenar.
A pesar de tener bastante hambre, conseguí dormirme, ya que no quería ir a clase con unas ojeras monumentales por no dormir suficiente.
-¡Annie!
Me sobresalté. ¿Quién me gritaba a la oreja a estas horas?
Me froté los ojos, para ver con claridad, y vi que Layla no dejaba de zarandearme de un lado a otro.
-Para.- dije frunciendo el ceño.
-¡Te ha costado despertarte ehh!
-¿Qué hora es?
-Pues la hora de que te levantes y te vistas. No querrás llegar tarde otra vez ¿no?
-Anda ya, pesada. Si tu has llegado tarde muchas mas veces.
Rió, y se marchó cerrando la puerta a su espalda.
Me levanté de la cama, desganada. Me dolía mucho la cabeza, y tenía unas grandes ojeras. Si, las tenía. A pesar de haber intentado dormir lo suficiente para que eso no sucediera, no había valido para nada.
Me vestí corriendo, y me dirigí hacia el cuarto de baño. Cepillo por aquí, rimel por allá, un poco de pote para disimular las ojeras… y lista.
Bajé a desayunar, junto a Layla.
-Que rápida- dijo ésta, en cuanto me senté en la mesa.
-Ya ves.
Tras terminar de desayunar, nos montamos en el coche, y mamá nos llevó a clase.
Una vez allí nos dirigimos hacia la clase de latín. Si, un asco. ¿A quien le interesa aprender una lengua que ya no se habla en ninguna parte del mundo? Estúpido. Pero en fin, es lo que tocaba.
La chapa que daba el profesor Ken era insoportable. ¿Acaso no se daba cuenta que ninguno de sus alumnos le estaba escuchando? Solo tenía que fijarse un poco en cada uno de ellos. Steve, dibujando en el cuaderno. Jack, mandándose notitas con Layla. Connor, mirando por la ventana. Jessy, apreciando sus preciosas uñas – cosa que era lo único que sabía hacer-. Albert, lanzándome una mirada cada cinco minutos y yo, contando los ladrillos de la pared. ¿Aburrido no? Pues aunque cueste creerlo, era mucho mas divertido que escuchar al profesor Ken.
Tras una hora de tortura, sonó el timbre y cambiamos de clase.
La siguiente hora era laboratorio. La teníamos tres veces a la semana, ya que nos enseñaba a conocer y utilizar nuestros poderes.
Aquella clase se me pasó a la velocidad del rayo. Era lógico, comparada con la anterior, era hasta divertida.
-Oye Annie-dijo Layla- tengo que ir un momento al baño. Espérame aquí ¿Vale?
Asentí con la cabeza, y me senté en uno de los bancos, dentro del instituto.
Apoyé mi cabeza en la pared y cerré los ojos. No era algo que solía hacer muy a menudo, pero hoy lo necesitaba. No era solo por la simple razón de estar cansada. Necesitaba alejar mi mente de allí. Desconectar un rato de todo.
Tras varios segundos, alguien me hizo volver de nuevo a la realidad.
-Hola.
Abrí un ojo, para descubrir a la persona que había estropeado mi relajación.
La persona menos esperada se encontraba frente a mí.
-Albert, ¿Qué haces aquí?
-¿Y tú? ¿No sabes que lo de dormir se hace en casa?
-Muy gracioso. Además, no estaba durmiendo. Me estaba relajando y tú me lo has fastidiado.
Se sentó a mi lado, y me miró directamente  a los ojos, con aquella penetrante mirada, capaz de hipnotizar a cualquiera.
-Lo siento.- ¿Lo siente? ¿Se está disculpando? – ¿Te puedo preguntar algo?
-Si…
-Bien. Aller fue cuando me viste aquí. El día que me inscribí. Tuvimos una conversación, ¿lo recuerdas?- asentí con la cabeza. Prosiguió hablando. –Me dejaste con la palabra en la boca. Desde entonces estoy intentando hablar con tigo, pero me estas esquivando. ¿Puedo saber el motivo?
-Bueno… Verás…
-Mira Annie. Se que no hemos empezado con buen pie, pero me gustaría cambiarlo.
-Yo…- ¿De verdad me estaba diciendo aquello? No sabía que responderle, estaba algo confusa…
Miré dirección al pasillo, y vi que Layla se acercaba hacia nosotros, tarareando una de sus canciones favoritas.
Albert, se dio cuenta de ello y seguidamente añadió:
-Annie, a las 5:30 en Heartland. Ven, tenemos que hablar.
-Pero…-Intenté decir algo, pero no me dejó. Se puso en pie, dispuesto a irse.
Comenzó a andar en dirección contraria en la que venía Layla, y antes de que ella apareciera, se dio media vuelta. Clavo por última vez sus ojos en mí, y susurró:
-Te espero.
En aquel momento, Layla apareció.
-Hola- Saludó sonriente, mientras se sentaba en el banco.
-Hola…- Respondí, aún aturdida. ¿Qué iba a hacer? ¿Debía ir, o no ir?
-Annie, ¿Sucede algo?- decidí contárselo, ella sabría que hacer.
-Si bueno… Veras, he estado hablando con Albert...
-¿Y?
-Hemos quedado.
-¿Que habéis que?
-Quedar Layla. Hemos quedado.
-¿Cómo? y ¿Por qué?
-Haber, me ha dicho que tenemos que hablar. Según el, hemos empezado con mal pie, y tal y cual. Quiere que hablemos.
-¿Enserio?
-Si.
-¿Y que vas a hacer?
-Pues no tengo ni la menor idea. ¿Qué hago?
-Annie, yo no sé si soy la mas adecuada para decidirlo. Eso debes hacerlo tú.
-Ya, pero ese es el problema, que yo no sé si debo ir.
-¿Te gusta?
-¿Qué?
-Annie, no te hagas la tonta. Me has escuchado perfectamente. Repito, ¿Te gusta?
No respondí.
-Eso es un sí- se adelantó.
Asentí con la cabeza, tímidamente. Yo le había jurado y perjurado a Layla, que le iba a olvidar, que lo iba ha hacer en serio. Se lo dije por lo que descubrí de él en el palacio de lord William.
Pero ahora ella sabía que no había cumplido mi palabra. Me siento estúpida y una mentirosa.
Pero… yo no tengo la culpa en cierto modo. Sé que prometí olvidarme de él, y lo intenté. De veras que lo intenté, pero fue un esfuerzo inútil. No pude.
Estoy enamorada de él. De su pelo medio ondulado medio rizado, que me encanta, ya que le da un aire atractivo y misterioso. De sus ojos, que me hacen perder la noción del tiempo por completo. De esa forma que tiene para decir las cosas, tan directamente. De su sonrisa ladeada, y de los hoyuelos que se forman a los lados de su boca, que le hacen parecer bueno. Aunque luego desaparece cuando deja de sonreír, y vuelve a ser esa persona seria y reservada.
Todo él me gusta, y porque me proponga olvidarlo, no podré. Yo no mando en mi corazón. Puedo mandar en mi brazo, hacer que se mueva, en mis piernas, que caminen, pero no en mi corazón. Es como si tuviera vida propia. Las decisiones las toma él y si el decide no olvidar a Albert, yo no puedo negarme, solo resignarme y esperar las consecuencias.
Pero yo creo que es lo adecuado.
Si todos mandásemos en nuestro corazón, podríamos ordenarle enamorarnos de la persona que nos quiere, y de esa forma todos seriamos felices. Suena muy bonito, lo sé, pero muy poco realista. Si tú te enamoras de la persona correcta, todo perfecto. Pero si no es así… Ya no es tan perfecto. Pero esa es la cuestión. ¿Y lo bien que se siente uno, cuando está enamorado y hace todo lo posible para que esa persona le corresponda, aunque luego no sea así? ¿Lo orgulloso que se siente uno de si mismo, cuando logra que esa persona tan especial le dedique una simple sonrisa? Esos pequeños detalles son los importantes. El esfuerzo que hace uno para conseguir eso que tanto quiere. Eso es lo que realmente vale.
Si, yo también admito que lo que mas me gustaría en el mundo, seria poder estar con Albert, al igual que Layla está con Jack, pero si eso no es así, si resulta que él no me corresponde, yo me resignaré y recordaré con orgullo todos mis intentos- aunque hayan sido fallidos- de conseguirlo. Los recordaré feliz, y orgullosa de mi misma, de lo bien que me sentí en aquello tiempos, cuando una simple mirada, me hacía inventarme toda una historia. Una historia junto a él.
Si. Si él no me corresponde, me aguantaré, aunque no puedo negar que me dolerá más que nada, pero a pesar de eso, me aguantaré, y recordaré los momentos en los que me sentí como una verdadera triunfadora.
-Annie- dijo Layla, haciéndome volver a la realidad.- Te voy a dar un consejo. Si Albert te gusta, haz lo posible por estar con él. Si no lo haces, te arrepentirás en un futuro.
-Si Layla, eso ya lo sé. El problema es que ¿si no resulta ser como el dice? Quiero decir… ¿Y si me está mintiendo? ¿Y si lo está haciendo todo para lord William? ¿Quién dice que no sigue con él?
-Annie, esto ya lo hemos hablado. Nadie puede asegurarte nada. Cualquier persona a tu alrededor puede traicionarte, pero eso tú no puedes saberlo. Confía en él. Aprende a confiar en las personas, es lo mejor. Tú no puedes vivir pensando que te pueden traicionar, porque así no se puede vivir. ¿Entiendes?
-Si… Gracias.
-¿Y? ¿Vas a ir?
-Si… Supongo.
Sonrió, y nos marchamos a la siguiente clase.
Estaba decidida. Si, era lo que debía hacer. Dejar que el tiempo lo decidiera todo. Yo iba a hacer todo lo que pudiera para que saliera bien. Debo confiar en él. Si, debo hacerlo, si no, después, me arrepentiré, y eso no es lo que quiero.

1 comentario:

  1. hola! Pinta bien tu historia! =)
    te sigo ok? Pasate x mi blog! Besos!

    ResponderEliminar

Pink Moustache